ERMITA DE SAN FRUTOS
La Ermita de San Frutos es inquietante y misteriosa, en un paisaje
de inusitada belleza, es el mejor lugar para contemplar las Hoces
del Duratón, con un paisaje de grandes cortados, con el aleteo de
los buitres sobre las cabezas del viajero, con el río que
transcurre mansamente, y gargantas horadadas por cárcavas y viejas
cuevas de eremitas.
¿Cómo llegaría San Frutos hasta aquí?. Esta es la pregunta que se
hacen los viajeros al pararse frente a la Ermita y comprobar lo
aislado del paraje, el inquietante silencio que sólo deja de serlo
por obra del rumor del agua, el viento y el aleteo de las aves. San
Frutos debió pensar que para encontrarse consigo mismo este lugar
reunía todas las condiciones imprescindibles para el
recogimiento.
Y aún hoy las reúne. Para hacer la prueba basta con sentarse encima
de cualquier piedra a contemplar un paisaje irrepetible, en un
ambiente que propicia la supervivencia de las leyendas que existen
sobre la Ermita. En el ambiente, entre hoces, tajos y gargantas, se
hace presente la leyenda según la cual San Frutos se enfrentó con
los moros, trazando con su báculo una raya en el suelo a modo de
frontera que nunca debiera pasar el infiel, tras lo cual se abrió
una profunda sima que separó a moros y cristianos.
La Ermita fue fundada por el Santo que le da nombre, patrón de
Segovia, y sus dos hermanos, Valentín y Engracia, en el siglo VII.
En este lugar se retiraron para llevar una vida contemplativa, allí
murieron y fueron enterrados.
De la Ermita, románica sobre base visigótica, puede visitarse el
exterior del templo, los muros de las antiguas dependencias del
lugar, la capilla en la que reposan los restos del Santo, un
pequeño cementerio y, en general, restos de lo que fue un lugar de
recogimiento que dependió, como priorato, del Monasterio de
Silos.
Importante: llevar lapicero