Tras cuatro días de dura y solitaria caminata por espesos bosques y
escarpados montes el sacerdote llegó desde el poblado a su destino.
Se detuvo en el manantial a beber y refrescarse y a continuación
trepó los escasos metros que le separaban del santuario. Allí
estaban las rocas, la cueva, el monolito, las marcas. Preparó la
hoguera y fue clavando palos alineados marcando los límites de las
sombras en las rocas según unos ritos misteriosos. Dos veces al año
el sacerdote realizaba aquella peregrinación: el día más corto del
año, en un paisaje cubierto por la nieve, celebraba el regreso del
Sol y que los días empezaban a alargarse. Ese día, y sólo ése,
justo en el momento en que el Sol estaba en su punto más alto, un
rayo de luz iluminaba el fondo de la cueva simbolizando el triunfo
del Sol y la vida sobre el invierno. Seis meses más tarde, el día
más largo del año, aquél en que el Sol alcanzaba su máxima
elevación sobre el horizonte y en el que la noche era más corta el
sacerdote volvería a estar allí y justo al mediodía encendería una
gran hoguera visible desde muy lejos. Sería la señal de que que el
momento de recoger la cosecha había llegado. En todo el territorio
se encenderían decenas de hogueras tanto para celebrar que la
estación cálida había llegado como para ofrecer un tributo a la
Madre Tierra y a la vez ahuyentar a los espíritus malignos. Estas
hogueras arderían toda la noche en medio de fiestas y
celebraciones. Una vez finalizados los ritos el viejo hechicero
regresaría al poblado recogiendo las plantas sagradas y medicinales
que hubiesen por el camino, sabiendo que al cabo de seis meses
volvería a emprender una vez más el mismo camino.
La Arqueoastronomía es la ciencia que estudia los restos
arqueológicos (monumentos, pinturas rupestres...) desde la óptica
de su significado astronómico. Muchas culturas prehistóricas tenían
sus propios observatorios. Algunos de los más famosos son el de
Stonehenge, en Inglaterra, Karnak en Egipto o Machu Picchu (Perú).
Tenían gran importancia puesto que se usaban para realizar
predicciones, tomar decisiones sobre la agricultura, preparar
calendarios y eran un sistema de culto a los dioses como el Sol y
la Tierra. Una característica de estos antiguos observatorios es
que suelen presentar alineaciones que producen fenómenos
significativos en fechas señaladas, como los solsticios y los
equinoccios.
A un nivel mucho más modesto, en el Parc Natural de la Serra de
l'Obac, cerca de la Font de la Pola, podemos ver uno de estos
antiguos observatorios formado por una cueva (símbolo de la
maternidad) y un monolito (símbolo de la fecundidad) junto con una
serie de marcas que señalan las sombras del sol en los solsticios.
En el solsticio de invierno, como hecho astronómico singular, un
rayo de sol iluminaba el fondo de la cueva debido a la perfecta
alineación de la cueva con el sol del mediodía en dicha fecha. Es
posible calcular la edad de este observatorio midiendo los errores
que dichas alineaciones presentan en la actualidad. Según este
cáculo el observatorio tendría unos tres mil años de antigüedad,
perteneciendo por lo tanto a la Edad de Bronce.
Si queréis disfrutar de una vista privilegiada, en la misma cuesta
final que asciende a la cueva, subiendo a mano izquierda hay una
pequeña fisura en la pared que permite subir fácilmente a una roca
plana con inmejorables vistas de la Serra de l'Obac. En esa misma
roca se ven algunos de los agujeros que formaban las marcas de este
curioso observatorio. Podéis encontrar una información muy
detallada de su funcionamiento
aquí. Mi agradecimiento a josua por su aportación de
esta información.