Partimos de Los Navalucillos por la carretera que une éste con sus anejos. Pasamos la zona recreativa de El Mazo, la Fuente de la Canaleja y, llegando al punto más alto de la carretera, tomamos la pista forestal que nos indica el Coto de pesca de Las Becerras, seguiremos por ella hasta cruzar el río y continuaremos de frente por la nava del Chorro hasta encontrarnos con la cadena que franquea el paso de vehículos -punto en el que dejamos el coche y comenzamos la ruta a pie-.
Iniciada la ruta nos encontramos ante un paisaje de monte bajo compuesto de jaras, romeros y chaparros salpicado de algunas encinas. Según avanzamos comprobaremos cómo cambia el tipo de vegetación y aparecen nuevas especies. Al llegar al Arroyo de la Arañosa, de limpias y transparentes aguas, podremos realizar un descanso y calmad la sed en este primer tramo del camino. Aquí observaremos especies de ribera como sauces, castaños, arces y el primer ejemplar, que veremos, del emblemático tejo.
Según avanzamos en nuestra ruta y nos adentramos en el valle van apareciendo especies arbóreas como el roble y el quejigo y plantas tales como los brezos, retamas, ruscos, digitales, peonías, yedras...De vez en cuando encontraremos, también, algún ejemplar de enebro. Próximos al arroyo encontraremos de nuevo especies que hasta ahora no habían aparecido: fresnos, arraclanes, acebos y una de las especies más valoradas, el abedul.
El camino, que discurre paralelo al arroyo, nos permite observar de cerca toda la vegetación de ribera, escuchar el suave rumor del agua y el canto de las aves que juguetean entre la fronda del arroyo. Llegando a su fin, unos 3 km. más adelante, en una pequeña explanada que invita a realizar un descanso, podremos tomar un trago de agua fresca, contemplar otro de los tejos de verde intenso y hermosa fronda y proseguir la ruta con fuerzas renovadas.
Una pequeña señalización nos indica por donde debemos seguir, ascenderemos un pequeño repecho hasta encontrar la estrecha y marcada senda por la que discurre este último tramo. El camino, que va ganando altura, nos adentra en un pequeño bosque mediterráneo que cubre las laderas de este valle. La especie dominante es la encina que en esta ladera asciende hasta las cotas más altas, acompañada de un sotobosque de jara, torvisco, cornicabra, mejorana, cantueso, peonia (especie endémica española), dedalera, que podemos ver en las rocas junto con abundantes ejemplares de clavellinas.
En la ladera opuesta, la encina no llega hasta arriba para dejar paso al rebollo, salpicada de madroño. Próximo al arroyo podremos observar algún ejemplar de fresno. Representado, aunque con pocos ejemplares, encontramos algún enebro.
Cuando la senda se bifurca, tomamos la senda de la derecha y cruzamos un pequeño robledal, una pequeña pedriza y al final llegamos a La Chorrera de aproximadamente 20 m. de altura. Desde la pasarela de madera, construída frente a La Chorrera, podemos admirar el conjunto en todo su esplendor; el agua en su caída, su color, su transparencia, la cubierta vegetal de sus rocas; fresnos, acebos, tejos, madroños, arraclanes, arces, abedules, brezos, hiedras, sauces, helechos, musgos, líquenes...
Una vez en La Chorrera tenemos que caminar un kilómetro y setecientos metros más arriba para llegar hasta La Chorrera Chica, no hacer caso al cartel que indica 45 minutos, ya que el trayecto se hace en unos veinte minutos, sin ir muy deprisa. Este tramo presenta una mayor dificultad con la aparición en el terreno de cornisas de piedra que acechan con su desplome sobre el río, aunque no hay problema y existen cadenas para facilitar el paso.
Una vez alcanzada la cascada y siempre extremando las precauciones, podremos admirar Las Pozas y la vertiente de casi 20 metros de altura. Un lugar que invita a la contemplación y ¡a volver!.