Nadie sabe con certeza qué le ocurrió a Remo Karlsson, un hombre de origen sueco que visitó la aldea de Zapateros para arreglar unos asuntos relacionados con una apuesta, pero que durante la primera noche desapareció sin dejar rastro.
Los únicos escritos del lugar, hoy conservados en los archivos del Ayuntamiento de Alcaraz, corresponden a los diarios de uno de los antiguos aldeanos, Raimundo Valdelvira, muy aficionado a la lectura, y posiblemente el único del pueblo que por aquella época era capaz de leer y escribir.
De entre estos diarios se extraen multitud de historias cotidianas relacionadas con los quehaceres típicos de la época, y se aprecia cómo los habitantes de Zapateros subsistían gracias a la ganadería y a la agricultura de temporada, en una zona muy fértil, dada la proximidad de los ríos Salobre y Zapateros.
Pero de entre estas historias cotidianas, surgen a veces otros relatos mucho más inquietantes, que mencionan la existencia de una misteriosa aldeana, de nombre Facunda, que enviudó muy joven sin llegar a tener hijos, y de la que nunca se supo oficio, ya que nunca se la vio trabajar el campo, o cuidar animales.
De las viejas páginas del diario de Raimundo Valdelvira, se extrae un profundo respeto hacia dicha vecina, pero sin duda un respeto provocado por el miedo. La veracidad de las historias recogidas en los diarios de Raimundo es a veces difícil de discernir. No se puede saber con exactitud si estos relatos son pura fantasía, leyendas y rumores populares, o la crónica diaria de lo que ocurría en la aldea.
Sin más insinuaciones, lo que Raimundo narraba sobre aquella mujer, su comportamiento, sus horarios y sus costumbres parecen referirse a ella como a una especie de bruja. Aunque ni esta palabra ni ninguna similar se encuentran en ninguno de los diarios.
Remo Karlsson se presentó un día en la aldea, sin hablar palabra de español, pero con unos papeles manuscritos en la mano que nadie era capaz de interpretar. Raimundo se prestó a leerlos, y pronto comprendió su significado: aquellos papeles afirmaban que ese extraño había ganado años atrás, en una partida de cartas, las tierras sobre las que hoy se asentaba la casa de Facunda. Tierras que venía dispuesto a reclamar, o bien a negociar una compensación económica justa.
Una vez fue informada, Facunda invitó a cenar esa noche al sueco en su casa, ante la sorpresa del resto de aldeanos. Nadie escuchó una voz. Nadie oyó un golpe. Tan sólo el tintineo de las cucharas contra los platos. Y después, el murmullo continuo de Facunda y el crepitar de la lumbre.
Al pasar la media noche, se vio salir de la casa a Facunda, con una pequeña caja de madera negra, como del tamaño de un joyero. La caja tenía un gran candado y parecía rematada con unos extraños adornos. Facunda se adentró en el bosque y se perdió entre la oscuridad con la caja bajo el brazo. Pasadas unas horas, volvió al pueblo... con las manos vacías.
Todos especularon sobre el contenido de aquella misteriosa caja. “Cenizas” dijeron unos. “Huesos” dijeron otros. O quizá los efectos personales de Remo Karlsson. Nadie lo sabrá jamás. O quizá sí... Pero si alguna vez alguien se adentra en la oscuridad y tropieza por casualidad con la caja, deberá conocer tres importantes detalles que podrían resultar clave para abrirla:
- Primero: que Facunda, aunque no sabía leer y escribir, sabía sumar.
- Segundo: que, aquejada de una progresiva falta de memoria, Facunda llenaba sus paredes de extraños símbolos y números que le ayudaban a recordar datos clave.
-Y tercero (y no menos importante): que incluso bajo el sol más ardiente, las respuestas se encuentran siempre en la más absoluta oscuridad.
POR FAVOR:
- INTRODUCID SÓLO OBJETOS ANTIGUOS(O DE ASPECTO ANTIGUO) EN EL CONTENEDOR.
- NO COMENTEIS NI FOTOGRAFIEIS LA UBICACIÓN O LA APARIENCIA DEL CONTENEDOR, NI MUCHO MENOS REVELEIS LA FORMA DE ABRIRLO. CONTRIBUID A MANTENER EL MISTERIO Y EL RETO PARA EL RESTO DE GEOCACHERS.
- REALIZAD INTERCAMBIOS JUSTOS: PODEIS REGISTRAR LOS TRAZABLES DEL INTERIOR, PERO NO LOS COJAIS TODOS A NO SER QUE DEJEIS OTROS EN SU LUGAR (NO SAQUEEIS).
