La Cueva del Ave María no es una verdadera cueva si no más bien una oquedad formada por el hueco triangular de dos grandes piedras apoyada una sobre otra probablemente por deslizamiento.
Fue Juan Almela Meliá quien primero lo refirió por escrito. Sucedió hace más de 100 años, cuando este ilustre guadarramista en compañía del no menos señalado Constancio Bernaldo de Quirós, remontó las sendas cabreras del Alcornocal en busca de esta cueva y su leyenda. Las palabras de Meliá describen a ambas.
Unas afloraciones inmensas de roca pelada y desgastada por las lluvias, bajo una lancha que sale sobre la superficie unos 15 metros, hay una quebradura que se interna roca adentro, ofreciendo una entrada triangular: es la cueva del Ave María.
De esta cueva nos han contado varias leyendas en Manzanares -prosigue Meliá- y el mismo guía que llevamos no se atreve a penetrar con nosotros. Dícese que gritando en la entrada las palabras Ave María, una voz misteriosa sale del interior, como un eco, respondiendo: Gracia plena.
Socarrón, concluye el pionero del excursionismo madrileño: Hecho el experimento, no logramos el resultado apetecido. Sin duda es necesaria mucha fe y, sobre todo, muy buena fe para percibir esa respuesta.
La cueva está un poco escondida y para llegar a ella hay que hacer una pequeña trepada. Os podéis internar con el frontal en ella pero no llegaréis muy lejos porque se acaba enseguida.
Pódeis encontrar información detallada de como llegar a la cueva en la web "La Pedriza: un laberinto", todo un referente de la zona.
El nivel de terreno no es tanto por el acceso a la cueva, que es relativamente sencillo, sino por los últimos metros hasta el caché que tienen su cosa.
Esperamos que disfrutéis del caché tanto como nosotros hemos disfrutado escondiéndolo.