El enigma se basa en un criptograma conocido como cuadrado mágico. Hay muchos repartidos en obras de arte de todo el mundo. No siempre tienen 16 casillas y no suman siempre 33. Los hay más grandes y más pequeños, pero siempre sumando un mismo número. No deja de ser un juego matemático resultante de la aplicación de una fórmula.
Uno de los cuadrados mágicos de orden cuatro que llama poderosamente la atención del transeúnte es el cuadrado incorporado en la fachada de la Pasión de Cristo en el Templo de la Sagrada Familia, en Barcelona, obra del arquitecto español Antonio Gaudí.
El cuadrado se encuentra junto al grupo escultórico “El beso de Judas” y la constante mágica de este cuadrado es 33, la edad de Jesucristo.
Pero claro, tratándose de la Sagrada Familia, surgen inevitablemente historias sobre Antoni Gaudí, leyendas urbanas y misterios que presuntamente tienen que ver con sociedades secretas. Y entre ellas, la que siempre está en boca de todos, la de los masones. Y nunca falta quien relaciona el cuadrado mágico con los 33 grados de la masonería y un supuesto pasado masón de Gaudí.
Magnífico guión para una novela o película, pero la explicación es, como casi siempre, mucho más simple. En primer lugar, el cuadrado mágico de la Sagrada Familia no fue obra de Gaudí, sino de Josep Maria Subirachs, creador del conjunto escultórico de la Fachada de la Pasión. Él se inventó el cuadrado mágico y en ningún momento se le ocurrió inspirarse en símbolo masónico alguno. Simplemente, 33 no es más que la edad de Jesucristo cuando murió en la cruz.
Con referencia al criptograma de Josep Mª Subirachs se ha dado otra circunstancia de las que han ido sucediendo en la Sagrada Familia, inexplicables desde el punto de vista lógico.
El hecho siguiente le ocurrió al escultor en el mes de Septiembre de 1998. Domingo, 13. Ocho de la tarde. Hasta el escultor llega el director de orquesta holandés, Krämer, con las galeradas de un libro que está próximo a publicarse.
El libro no trata de armonía, ni sobre historia de la música, tampoco sobre composición. El grueso, muy grueso volumen, contiene una recopilación densa, a la manera sajona, de los criptogramas esparcidos por las obras de arte de todo el mundo. El escritor aficionado ha esperado a jubilarse de los escenarios para emplearse a fondo en terminarlo y publicarlo.
Ha venido hasta Barcelona para conocer al escultor y felicitarlo por haber conseguido un criptograma que además de una determinada cifra, da en clave de números –el 1 para la A, el 2 para la B, etc–, y en el antiguo alfabeto latino, la palabra INRI, (Iesus Nazarenus Rex Iudeorum, o sea, Jesús Nazareno Rey de los Judíos), leyenda insertada por los romanos en la cruz, como una burla, sobre la corona de espinas.
Ante la sorpresa de un Josep Mª Subirachs desconocedor por completo del hecho, el erudito caballero holandés no sale de su asombro.
Había pensado que el encuentro sería con alguien de una sabiduría matemática y filológica fuera de lo común y resultaba que sólo era una casualidad. Pero llamar casualidad a un tema tan complejo era subestimarlo. ¿Cómo podía suceder algo así? ¿Cabría imaginar una voluntad superior que hubiera guiado la mano del escultor y su cerebro?... Un milagro.
No – Subirachs concluye con guasa el relato, añadiendo con su media sonrisa–. Si ya me dijo Joan Bassegoda que en vez de a Gaudí, es a mí a quien deberían santificar...
Sin embargo el milagro no lo era tanto, ya que el cuadrado no puede situarse entre los llamados "puros" por incumplir dos leyes básicas que faltan en el suyo: No repetir números (Subirachs repite el 10 y el 14) y formar todos los números una serie de consecutivos (a su cuadrado le faltan los números 12 y 16).
Fuentes: Diario La Vanguardia y Blog GAUDI Y MÁS… De Ana María Ferrín
Parroquia de Nuestra Señora de Europa, de Madrid, calle Arganda nº 7.
Homenaje a Antonio Gaudí y Josep Mª Subirachs según idea del párroco, P. Lucas Berrocal y realización del arquitecto de la remodelación de la zona, Manuel Ayllón.