Pondal escribió: “Os cabelos peitando, c´un lindo peine d´ouro que deslumbraba o mirarlo” / “Los cabellos peinando con un lindo peine de oro que deslumbraba al mirarlo”
Como ya aclaramos en la entrada sobre los mouros, mouras y mouros no son lo mismo. No me voy a repetir mucho pero sí que es importante diferenciarlos: se entiende por mouros a una raza de seres ancestrales, mientras que las mouras pertenecen al llamado mundo de los elementales o espíritus de la naturaleza. Y sin más preámbulos, ¡hablemos de uno de los seres más maravillosos de nuestra cultura!
¿Quiénes son las mouras?
Para que sea mucho más fácil de entender, las mouras son como las hadas, xanas, fées, fairies tan conocidas de otros países. Estos seres fantásticos femeninos moran en pequeñas lagunas, ríos, castros, pozos, cuevas, minas…pero casi siempre bajo tierra. En las historias que se han podido recoger (sobre ellas hay muchos más registros que casi sobre cualquier otra criatura mitológica gallega) suelen ser denominadas “encantadas” cuando adoptan la forma de serpiente o “mouras” cuando se vinculan a un castro, túmulo o monumento prehistórico.
El color de su pelo varía de unas leyendas a otras: en el castro de Santiago de Tortoreos (Las Nieves, Pontevedra), la moura sale a peinar su blanco pelo. En cambio, en el castro de Illón (Saviñao, Pontevedra) son descritas como esposas de los mouros siendo sus cabellos largos y negros. Sin embargo, lo más normal es que cuando se hace referencia a su cabello éste sea de color dorado o rojo. Aunque en lo que están todas de acuerdo, es que tienen una obsesión por peinar sus largas cabelleras con un peine de oro.
Existen otro tipo de mouras que pueden desplazarse por el aire llevando enormes piedras megalíticas sobre la cabeza, al mismo tiempo que hilan con una rueca o llevan un niño en brazos, algo que indica reminiscencias de las características de una arcaica Diosa Madre. En todos los países europeos en los que se encuentran dólmenes y otros monumentos megalíticos, se conserva un variado tesoro de leyendas y creencias sobre el origen fantástico de estas antiguas construcciones sobre todo por el gran tamaño de las construcciones. Parecido a la leyenda de las mouras gallegas constructoras de megalitos están los gigantes del folklore de Cornualles. Existe tal cantidad de folclore detrás de la construcción de megalitos por parte de las mouras con todos los símbolos (rueca, niño en brazos, etc.) que me da para otra entrada entera en vez de alargar esta demasiado.
Las mouras solicitan el favor de niñas pequeñas para que las peinen a cambio de algún regalo. Incluso existen leyendas en la comarca lucense de Saviñao, donde una señora le pide a una jovencita humana que le mire la cabeza a ver si encontraba algún piojo y se los quitara. En agradecimiento, recibe carbones encantados de esos que al final acaban por convertirse en monedas de oro al llegar a casa.
En otras muchas leyendas las mouras se presentan como una tendera que vende ricos productos. Si te encuentras con una, cuida bien de decirle que lo que más te gusta de la tienda es la tendera, o sea, ella. ¡No elijas ninguna otra cosa!
“- ¿Qué es lo que te gusta más de la tienda?
Si el mozo responde “me gustan esas tijeritas…”, está aviado. La moura respondería:
-¡Pues que te quiten los ojos con ellas!
Pero si el mozo responde con más sentido común, a la vez que con galantería, diciendo:
-Me gusta mucho la tienda, pero mucho más la tenderita,
ésta sería la frase mágica, ya que todo lo que hubiera en la tienda se convertiría en oro y la moura le daría a escoger lo que quisiera.” (Callejo Cabo, 1995:166,167).
A veces se presenta también como una chica guapa y quedan con un chico para el día siguiente y, a la hora de la cita, en vez de la guapa chica, viene una enorme cobra, que le pide un beso. Para desencantarla y conseguir su amor o sus riquezas, tienes que dejar que te lo de.
La leyenda más conocida de una moura que se transforma en serpiente es la que se recogió en la zona de Chan da Moura (Rivadavia, Ourense), donde una moura peinaba sus cabellos con un peine de oro. Muchos la veían pero no se atrevían a acercarse a ella hasta que un chico se atrevió a hablar con ella. Ella le confesó que estaba encantada, al igual que sus tesoros, y que si él quería desencantarlos, tendría que venir una noche y ella aparecería con forma de serpiente con un clavel en la boca. Él no debía tener miedo y tenía que dejar que se le enroscase y sacarle el clavel de sus labios. Así lo hizo el mozo, hasta que en el último momento la aprehensión pudo con él, sin conseguir retirar el clavel. La serpiente murió, surgiendo a la vez un tremendo ruido en el monte.
En otros relatos hay que darle nueve besos a la serpiente (el nueve, ese número mágico!) “El que me desencantare, nueve besos en la boca me ha de dare” como sugiere esta estrofa popular.
La primera mención de este personaje, aunque aún no se le llamaba moura, es de Vasco de Aponte cuando habla de la Cova da Curuxa (siglo XV). Vázquez de Orxas ya les llamaba así a comienzos del siglo XVII.
Tipología de la moura
El personaje de las mouras tiene dos caras. Por un lado tenemos a la moura que carga grandes rocas, que sería algo así como “la supervivencia de una diosa antigua, una diosa de la naturaleza” (Reigosa Carreiras, entrevista personal, 8 de agosto de 2013), y por otro lado, está la moura atractiva que tiene un tesoro encantado, que pide que la desencanten y que ese proceso de desencantamiento siempre fracasa. Esta última representa la expectativa de futuro, es bonita, ofrece amor, y ofrece todo lo que un joven puede desear: trabajar poco, tener mucho y tener una chica hermosísima y diferente a todas las demás.
En una entrevista que le hice al gran Reigosa Carreiras, me comentó lamentablemente que “estamos asistiendo a las últimas fases de la creencia en las mouras [y no solo mouras], porque principalmente su hábitat natural, que es el mundo rural y la naturaleza salvaje, está desapareciendo, así como la gente del rural que son los principales portadores de la creencia”. Aunque esto sí que es cierto, cabe decir que las mouras cuentan con más suerte que otros seres. ¿Por qué digo esto? Pues porque como ya vimos, la mayoría de los monumentos megalíticos tienen en el nombre de “moura”, muchos lugares, lagunas, bosques… contienen este nombre; y además se cree que una de las mujeres mitológicas gallegas más famosas pudo ser una moura, pero eso sí que es otra historia!