Abandonada la explotación del oro en el siglo III, la vegetación autóctona fue adueñándose del lugar: robles, escobas, carqueixas, encinas y carrascas. A la vez se consolidó el cultivo del castaño, del que hoy pueden verse numerosos ejemplares, algunos de ellos catalogados como árboles centenarios, con algunos ejemplares que tienen más de 600 años de antigüedad. Así se ha formado un entorno de indudable belleza paisajística formado por las caprichosas formas rojizas del terreno perfectamente integradas en una vegetación característica en la que el castaño destaca como uno de los elementos más importantes.
Durante la explotación de esta minas, no solo modificaron sustancialmente el medio natural, dando paso a los actuales parajes de las Médulas, sino que también generaron nuevos ecosistemas, sobre todo con la plantación de los señoriales castaños.
Estos árboles fueron sustituyendo las presencia por entonces mayoritaria de encinas con el objetivo de servir de alimentación para los miles de trabajadores astures y los propios romanos.
Los arboles crecen siempre a lo alto y a lo ancho. Cuando un arbol creció de mas, la parte central del tronco (duramen) que hace de viga de sustentaciónn es muy cara de mantener, y los laterales ya tienen fuerza, por lo que esa parte central "lignifica" sus vasos vasculares, los convierte en madera, y deja morir el duramen, que con el tiempo se pudre y va dejando el hueco en el medio. Las siluetas de los corpulentos castaños parecen fantasmas que se mueven dentro de un paisaje sublime que lo envuelve todo.