Mi nombre es Eleanor, mi corazón late con fuerza, mi alma susurra en la noche, y las lágrimas se deslizan por mis mejillas. Hay un peso en el pecho, una carga que no puedo llevar más. Siento la tristeza invadiendo cada rincón de mi ser, y no se cómo escapar de su fuerte abrazo.
Mis pensamientos se pierden en un mar de angustia y desesperación. La vida se vuelve gris, como un cielo nublado que se niega a dejar pasar los rayos de sol. Me encuentro atrapada en la oscuridad, buscando una luz que me guíe, que me devuelva la esperanza perdida.
Las palabras se quedan atascadas en mi garganta, sin encontrar la forma de expresar lo que llevo dentro. El silencio se vuelve mi compañero más fiel, pero también el más doloroso. Me hundo en el abismo de la soledad, deseando que alguien escuche mis gritos mudos, que entienda el dolor que me consume. Necesito ayuda, el verano está llegando a su fin y se que necesito hacer algo.
Preparo una pequeña mochila y viajo a un pueblo perdido entre las montañas, se que pronto la tierra se cubrirá por un manto de hielo y nieve. Sus habitantes vivirán atrapados en el frío abrazo de invierno que parecerá interminable. El sol apenas se asomará entre las nubes grises, y la esperanza, junto con los rayos de luz, se desvanecerá.
Tengo que hacer algo para que las estaciones vuelvan a fluir. Pregunto a los ancianos del lugar por leyendas, tradiciones y me hablan sobre dragones guardianes, seres mágicos que duermen bajo las aguas heladas de lagunas ancestrales y como su despertar marcará el fin del invierno.
Emprendo un largo viaje en busca de aquellos seres legendarios.
Se dice que se encuentran bajo las aguas de lagunas milenarias, restos de una glaciación que terminó hace 10.000 años. Me adentro entre las montañas, atravieso bosques y ríos. El viento sopla con furia, pero mi determinación es inquebrantable.
Tras una larga travesía, encuentro una antigua y tenebrosa laguna. Bajo sus negras y heladas aguas, se intuye una especie de dragón dormido. Su respiración es casi inexistente y de su cuerpo emana un débil pero esperanzador resplandor. Mi misión es despertarle y liberar su poder.
Con manos temblorosas, busco en mi
grimorio las claves para encontrar los 4 hechizos: otoño, invierno, primavera y verano, que
espero que hagan despertar al dragón.
Las leyendas cuentan que una vez pronunciados, la magia comenzará a fluir lentamente. El hielo llegará, pero con el paso del tiempo se derretirá, revelando la majestuosidad de la criatura. Sus ojos brillarán con una luz deslumbrante y su aliento se convertirá en un cálido fuego que emanará de las heladas aguas.
El despertar será lento, apenas se percibirá ya que el verano toca a su fin, el otoño está al caer y el invierno irrumpirá implacable. Hemos plantado la semilla que hará que en 6 meses el dragón despierte con todo su esplendor y se inicie un espectáculo mágico.
Desde lo más profundo de la tierra, se desatará una fuerza ancestral que devolverá la vida al valle. Los copos de nieve se transformarán en gotas de agua, los ríos
volverán a fluir libres y cristalinos. La tierra se cubrirá de vivos colores, y el canto de los pájaros resonará entre las montañas.
Me dirijo a vosotros, almas
amigas, implorando vuestra ayuda en la búsqueda de los
cuatro hechizos sagrados, que me devolverán la
alegría perdida.