En un pequeño pueblo rodeado de bosques y campos de cultivo, había un oscuro túnel que atravesaba una carretera.
La leyenda del Ayuwoki comenzó a surgir cuando algunos lugareños aseguraron haber visto figuras aterradoras merodeando cerca del túnel y escuchado extraños susurros en las noches de luna llena.
Un grupo de jóvenes, intrigados y atraídos por el misterio que rodeaba al túnel, decidió aventurarse a investigar. Armados con linternas, se adentraron en la oscuridad, sin ser conscientes del terror que les esperaba.
A medida que avanzaban, el aire se volvía más denso, y una sensación de opresión los abrazaba. Los murmullos y susurros que antes eran solo rumores, ahora se volvían más audibles, llenando sus oídos con una cacofonía de voces incomprensibles. Pero los jóvenes, ansiosos por resolver el enigma, continuaron su camino, sin sospechar lo que encontrarían.
Atravesaron el túnel, las paredes estaban cubiertas de extrañas pinturas, y un hedor nauseabundo se apoderó del aire. Cerca estaba el escondite del Ayuwoki, una entidad oscura y malévola que se alimentaba del miedo y la desesperación.
Aunque el grupo de jóvenes sintió un escalofrío recorrer sus cuerpos, decidieron atravesar el túnel. La oscuridad se volvió aún más densa, y apenas podían ver más allá de sus linternas. Los murmullos se intensificaron, y los susurros tomaron formas grotescas en sus mentes, llenándolos de pavor.
De repente, las linternas comenzaron a parpadear y se apagaron una tras otra. Una oscuridad total los envolvió, y la sensación de estar atrapados se volvió abrumadora. Los jóvenes intentaron gritar, pero sus voces se ahogaron en el silencio de la noche.
De las sombras emergió una figura espeluznante. Era el Ayuwoki, una entidad deforme con ojos brillantes como ascuas y una sonrisa siniestra que se extendía hasta los límites de su rostro. Su presencia era abrumadora, y una malévola risa llenó aquel instante.
Uno a uno, el Ayuwoki comenzó a jugar con las mentes de los jóvenes, mostrándoles sus peores pesadillas y temores más profundos. Cada uno experimentó visiones aterradoras de sus seres queridos siendo devorados por la oscuridad, mientras el Ayuwoki reía con deleite.
La entidad maligna parecía alimentarse del miedo y la angustia de sus víctimas, y cuanto más aterrorizados estaban los jóvenes, más poderosa se volvía. Estaban atrapados en su juego macabro, sin esperanza de escapar de su espeluznante escondite.
Pero uno de los jóvenes, el más valiente del grupo, recordó una antigua leyenda sobre el Ayuwoki. Se dice que su poder reside en la oscuridad, el miedo y el MoonWalk y que solo puede ser derrotado si realizas ese baile legendario.
Reuniendo todo su coraje, el joven encendió el altavoz que había llevado consigo y de su lista de reproducción de Espotifai comenzó a sonar el inconfundible Smooth Criminal.
Un resplandor cálido y dorado envolvió a todo el grupo, disipando la oscuridad y haciendo retroceder al Ayuwoki.
La entidad aulló de rabia mientras la música y el baile lo debilitaba, y finalmente, desapareció en una nube de sombras. Los jóvenes quedaron liberados de su influencia y corrieron hacia la salida del túnel, dejando atrás aquel lugar macabro.
El túnel y la alcantarilla volvieron a quedar en silencio, como si nada hubiera ocurrido. Pero la leyenda del Ayuwoki perduró en el pueblo, y la advertencia sobre el peligro que acechaba en las sombras del túnel y el escondite en la alcantarilla se transmitió de generación en generación.
Desde entonces, nadie se atrevió a aventurarse cerca del túnel durante la noche, temiendo el regreso de la entidad oscura. La música se convirtió en un símbolo de protección, utilizado por aquellos que deseaban enfrentar sus miedos y desafiar la oscuridad, asegurándose de que el Ayuwoki nunca pudiera regresar para sembrar el terror nuevamente en aquel tranquilo pueblo.
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