VOCES
Una tormenta amenazaba con desatarse en el cielo gris mientras Max, un experimentado geocacher, revisaba su móvil. Había acudido a las coordenadas que le llevaban a una zona apartada en las afueras del pueblo, donde le esperaba el inicio de un multicaché, pero este desafío parecía más siniestro de lo que imaginaba. Con una perfección máxima del GZ, tres palabras le esperaban detrás del viejo cartel que indicaba en su día el camino del viejo cementerio.
Tras resolver la incógnita, el primer waypoint lo llevó hacia un viejo tendido eléctrico, donde los cables, ennegrecidos y cubiertos de musgo, colgaban como telarañas olvidadas. El viento silbaba, moviendo los postes oxidados, y cada crujido en el aire le hacía sentir una presencia que no podía ver. Max avanzó rápido, intentando ignorar el sonido de los cables que parecían gemir sobre su cabeza, como si escondieran secretos que no querían revelar. Un imán en la trasera de la protección destartalada le guió para continuar.
El siguiente waypoint lo llevó hacia un campo de cipreses altos y sombríos. Las copas de los árboles se movían al compás del viento, y las sombras que proyectaban sobre el suelo creaban formas que parecían danzar bajo sus pies. Max se adentró entre los cipreses, pero pronto sintió que algo lo observaba desde las profundidades del bosque. Un QR atornillado a un tronco, escondía la sigiente parada. Aceleró el paso, pero los susurros que el viento arrastraba entre las ramas lo hacían sentir que no estaba solo. Miraba de reojo, y aunque no veía a nadie, la sensación de que algo le seguía era inconfundible.
Finalmente, llegó al último waypoint: una vía de tren recién construida. Los muros de contención de un paso elevado denotaban un ambiente sobrio, frío, y la oscuridad de la noche empezaba a envolver el lugar. El GPS le indicaba que el caché estaba cerca, justo al otro lado del muro indicaban aquellos números esculpidos con una punta en el hormigón reciente, pero algo le detenía. Las sombras parecían más densas allí, como si la oscuridad tuviera vida propia.
Con manos temblorosas, se acercó al muro de piedras, y notó que el ambiente era aún más pesado. Una tumba artesanal reciente brillaba bajo la pálida luz de la luna. El caché debía estar cerca, pero mientras se acercaba, las voces que antes eran solo susurros se hicieron claras. "No deberías estar aquí", decían.
Max, paralizado por el terror, sintió que el suelo bajo sus pies comenzaba a vibrar. Intentó retroceder, pero sus piernas no respondían. De las piedras, lentamente, surgió una mano cadavérica, blanquecina y delgada, que se estiraba hacia él. En su cabeza, las voces se repetían: "No debiste venir". Cuando la mano lo rozó, todo se volvió negro.
A la mañana siguiente, solo encontraron su mochila junto al muro de piedras, con el GPS todavía encendido. Las coordenadas, extrañamente, apuntaban donde hubo una tumba sin nombre que había en el antiguo cementerio que allí se encontraba...
Uuuuuuuhhhhhhhhh.
