El Palacio de Linares
La historia y la leyenda de este palacio
madrileño se mezclan hasta confundirse la una con la otra,
en un ejercicio de casi imposible separación.
Tanto
al
edificio
como
a sus moradores les rodean desde la edificación del primero hasta
nuestros días,
u
na
seri
e de peculiares historias, como para hacer de él y de ellos
protagonistas de más de una leyenda propia de una verdadera
casa encantada. Y tampoco podemos olvidar la
especulación inmobiliaria, que también ha rodeado al
Palacio de Linares en las últimas
décadas.
La historia de lo que aconteció es como sigue...
Don José de Murga y
Reolid
, fundó junto a su esposa doña Raimunda de
Osorio varios centros benéficos y casas de caridad en
Linares
(
Jaén). Don José mantuvo su fidelidad al rey italiano
Amadeo de Saboya, cuando casi todos le dieron
la espalda. Ésta sería la causa de que el efímero monarca le
otorgase el
Marquesado
de Linares.
Su visión interesada de la
polític
a le impulsó a contribuir con una suma importante de dinero a la
restauración del futuro Alfonso XII, quien
una vez en el trono, premió su aportación con otro título
nobiliario: Vizconde de Llantero.
Decidido Murga a ocupar un sitio entre los
nobles y ricos hombres de la Corte del Madrid del momento, tomó la
decisión de construir un palacio, en consonancia con su poder
económico y político.
Escogió para ello el esquinazo del antiguo prado de
Recoletos con la calle de Alcalá. Las
obras comenzaron en 1873 y concluyeron en 1878. Su coste ascendió a
tres millones de pesetas, suma muy elevada para la época. El
palacio de estilo francés, fue pintado por los mejores artistas de
la época alfombrado por la Real Fábrica
d
e Tapices, y tapizado por las mejores
fábricas de Lyon. Impregnado del romanticismo de la época, el
edificio poseía esa serie de detalles que le daban un cierto aire
de misterio y de
rica
decadencia, como eran la escalera de caracol disimulada, la puerta
escondida tras el armario... Sin duda se trataba de uno de los
últimos y más hermosos palacios construidos en
Ma
drid.
Hasta aquí la pequeña reseña sobre su edificación, a partir de la
cual la leyenda de sus moradores se apodera de la
historia...
El matrimonio de los marqueses tuvo un único
hijo, el cual, desde muy joven, dispuso de una gran fortuna
que disfrutó sin ninguna medida. Llegado a la edad de establecer
una familia, el padre aconsejó a su hijo de manera que en su
elección primase el amor frente a otros intereses. Nunca un consejo
paterno fue tan bien recibido por un hijo, pues éste estaba
profundamente enamorado de una joven hermosísima pero sumamente
humilde. Se trataba de la hija de la estanquera de la calle de
Hortaleza, que había fallecido recientemente.
El
marqués, al conocer la identidad de la futura esposa de su hijo,
cambió el semblante y dio por concluida la reunión, asaltando a su
hijo un mar de dudas ante la actitud de su padre.
Pero poco tiempo tuvo para hacerse más preguntas, pues al día
siguiente salió con destino a Londres, con el pretexto de
solucionar un negocio de gran importancia que requería su presencia
en la capital inglesa. Durante su estancia esperó en vano las
instrucciones de su padre, pero en cambio recibió un correo
comunicándole el fallecimiento del mismo. De regreso a Madrid, el
dolor durante días se apoderó del joven, del que poco a poco fue
saliendo, aliviado por la presencia y el cariño de su novia, cuyo
amor se había mantenido en la forzada
e
inexplicable separación. Ambos jóvenes se casaron con celeridad en
una sencilla ceremonia, como correspondía al luto recientemente
sufrido.
Los años fueron consolidando su amor y la felicidad reinaba en el
palacio, cuando un día el joven marqués hojeando unos papeles de su
padre, encontró una carta dirigida a él, con su dirección de
Londres y la caligrafía inconfundible de su padre. En la misiva, el
padre confesaba al hijo que siendo joven y poseído por un amor
correspondido,
tu
vo una hija con otra mujer. La niña creció sin conocer la identidad
de su padre ni recibir, por expreso deseo de su madre, ayuda
alguna. Las casualidades de la vida hicieron que se tratase de la
mujer que hoy era la esposa de su hijo. El joven marqués no pudo
seguir leyendo. Su cabeza cayó repentinamente sobre la mesa del
escritorio, encontrándole así su esposa, quien, preocupada,
preguntó a su marido por la causa de ese desmayo. Sin medir
palabras, él le entrego la carta.
A partir de ese momento la vida de los jóvenes esposos cambió por
completo. Separados, vivieron bajo el mismo techo hasta su muerte.
Una niña
a
dop
tada por los marqueses seria la única heredera de la fortuna.
Bautizada con los apellidos de Avecilla Agudo, su imagen se
encuentra en un gran óvalo del salón de baile. A la niña la
acompaña otra pequeña y se conoce a la pintura como
Las señoritas de Avecilla.
Deshabitado el palacio durante muchos años, la imaginación popular
ha inventado historias de fantasmas que recorrían sus solitarios
salones. Bien es
cier
to que las circunstancias familiares eran las más propicias para
dar rienda suelta a las elucubraciones: amoríos
entre
posibles hermanos, una hija adoptada, muertes precipitadas de sus
moradores, etc. Así, durante los años de su restauración hasta
albergar actualmente la Casa de América, se
hicieron famosas las psicofonías grabadas en sus
salo
nes por equipos más o menos científicos. Los medios de comunicación
expandieron el eco de estos fenómenos supuestamente paranormales.
Lo
que
sí está fuera de duda es que el Palacio de
Linares es quizás hoy día la leyenda viviente más popular
del Madrid del siglo XXI.