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El jardín de los Alixares Traditional Geocache

Hidden : 11/20/2010
Difficulty:
1 out of 5
Terrain:
1 out of 5

Size: Size:   small (small)

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Geocache Description:

El cache se encuentra en el cementerio de Granada, tiene horario de visita:

Lunes a Viernes
Ininterrumpídamente de 8 h. a 19 h.

Sábados, domingos y festivos
De 9 h. a 14 h. y de 16 h. a 18 h.

El cierre es a la puesta de sol en invierno sobre las 18.30h.

En el punto más elevado del cementerio de Granada, escondido de las miradas de los numerosos turistas que muy cerca de allí visitan la Alhambra, se halla, ajeno a casi todo, un pequeño e interesante recinto: el nuevo jardín de los Alixares. El visitante curioso que deambula por el cementerio (el único de España junto al de Barcelona perteneciente a la red de cementerios históricos europeos) desconoce por lo general la existencia de esta afortunada intervención contemporánea, efectuada sobre los escasísimos restos de lo que en su día fuera la Almunia Real del palacio de los Alixares. El edificio original, concebido por el soberano Muhammad V como lugar de retiro y oración, fue construido según las propias indicaciones del monarca entre 1375 y 1394. El palacio, ubicado en lo más alto de la colina que hoy domina el cementerio, estaba comunicado con la Alhambra mediante un camino de acceso presumiblemente pavimentado y bordeado por setos de arrayán. Sin embargo, la grandeza del palacio se vería truncada con los importantes seísmos que sacudieron Granada en el siglo XV coincidiendo con la ofensiva militar cristiana del Rey Juan II. Los fuertes terremotos reducirían a ruinas el palacio de los Alixares al tiempo que obligaban a abandonar la campaña de toma de la ciudad. Tras el cese de los ataques, una época de inestabilidad política imposibilitaría la reconstrucción de los restos palatinos. Las ruinas, tras un intenso expolio, desaparecieron casi por completo y, sólo mucho tiempo después, tendríamos nuevas noticias de ellas; sería durante la guerra de la independencia cuando otra actuación en los Alixares situaba una batería francesa en las proximidades de la alberca del palacio. Aparte de esto, los escasos restos de toda esta agitada historia permanecieron olvidados, sin uso o disfrute alguno reseñable, a lo largo del siglo XX.

De la existencia de este palacio sólo han pervivido escasas referencias literarias y populares. En torno a ellas se tejieron evocadoras descripciones que durante mucho tiempo formaron parte del imaginario de lugares míticos de Granada. Junto a las referencias del poeta musulmán Ibn Asim, la única imagen de los Alixares se conserva en el tapiz de la Batalla de la Higueruela, situado en la sala de batallas del Escorial. Sin embargo poco más que esta vaga memoria ha llegado hasta nosotros. De lo que probablemente fuera un recinto de cuatro torres (qubbas) dispuestas alrededor de un patio porticado y abovedado, sostenido por esbeltas columnas y ricamente decorado con vidrios de colores, apenas se conservaba en la actualidad los restos de la alberca central de dicho patio.

Por el momento, el último capítulo de esta historia de transformaciones es la actuación que Eduardo Jiménez Artacho y Yolanda Brasa han realizado recientemente con extremada delicadeza, transformando el desdibujado conjunto en un hermoso jardín que descansa en lo más alto el cementerio.

Un jardín para la evocación

El nueve de septiembre se inauguraba el nuevo jardín de los Alixares sobre los casi borrados restos arqueológicos de la Real Almunia del siglo XIV, aunque para muchos, el descubrimiento de este pequeño y escondido espacio tuvo lugar en la ritual visita al cementerio del mes de noviembre. Lo primero que sorprende al visitante primerizo es la ubicación, el propio recinto actual del jardín. Encerrado entre el espacio en negativo que dejan en su interior cuatro hileras de nichos, el jardín trasciende su primitivo significado arqueológico para convertirse en un lugar de referencia dentro de la liturgia del cementerio. El primer reto del proyecto, por tanto, consistía en delimitar con precisión y tratar de forma adecuada los límites del recinto. Lo que en su origen fue la trasera de una serie de enterramientos densamente ocupados se ha convertido en un conjunto de cuatro tapias de ladrillo blanco que envuelven el jardín, haciéndolo funcionar de manera autónoma dentro del camposanto. Una vez perdidas las referencias exteriores, el jardín de los Alixares se convierte en lo que parece que desde hace mucho tiempo anhelaba ser: un lugar para la evocación. Partiendo de un respeto absoluto a los restos de la alberca y de algunas grandes piedras del palacio original, el proyecto conserva parte de la hermosa vegetación salvaje que allí crecía, con el necesario mantenimiento, y propone una solución ligera donde las especies introducidas dotan la obra de gran naturalidad y sencillez. Todo parece liviano: el acceso levemente ascendente, el tratamiento del terreno apenas señalado con fragmentos de maderas y piedra colocados entre la tierra y la hierba silvestre, y por supuesto, el agua, una recuperada lámina de agua de diez centímetros que brota en el profundo silencio de la antigua alberca. Los restos de la batería francesa, sin la relevancia ni la presencia física de las antiguas piedras de la almunia, se han protegido colocando una leve cubierta de madera que consigue crear un agradable espacio de estancia en el jardín. Los accesos y la llegada a la alberca han sido tratados con láminas de acero corten capaces de adquirir la pátina de la intemperie, entonando con los matices de su entorno. Los puntos singulares de la intervención son sin duda la puerta de acceso y las ventanas, donde también el acero sirve para marcar una determinada visión y para acoger algunos de los textos que, acerca de la peculiar historia de los Alixares, nos ha legado la tradición. Así, por ejemplo, en la ventana de poniente Ibn Asim nos cuenta cómo «enlazan sus columnas pórticos abovedados recubiertos de oro puro, con vetas de pintura de azul lapislázuli y rojo púrpura» o en la ventana norte Marineo Sículo nos habla de cómo los Alixares «fue en otro tiempo en obra y edificio maravillosa y alrededor había grandes estanques de agua y muy hermosos vergeles, jardines y huertas».

Además de la recuperación de este espacio para la ciudad hay que notar aquí también la intervención paisajística efectuada por los arquitectos en uno de los grandes muros de nichos que cierra el recinto del cementerio. Reducida drásticamente su altura, y abriendo unas sorprendentes ventanas de grandiosa belleza a la ciudad y al paisaje de Sierra Nevada, se recuperan unas relaciones visuales incomprensiblemente perdidas. Todo el proyecto es de una brillante sencillez y logra poner en valor un espacio degradado, casi olvidado por completo y que, una vez devuelto a la ciudad en clave contemporánea, adquiere la capacidad de evocar el pasado esplendor lejos de cualquier mirada nostálgica. El nuevo jardín de los Alixares proporciona la posibilidad de reactivar y dignificar un recinto privilegiado que sigue sumando interés a uno de los cementerios más sobrecogedores de nuestro entorno. Sobre la colina de la Alhambra, velando sobre la ciudad, el agua de la alberca recuperada sigue brotando, murmurando continuamente, a la espera del visitante que quiera penetrar en su secreto.

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