Para los servicio de los molinos de Don Gonzalo Chacón había un
puente con tablones y vigas, que llamaban el puente chico de
Tajo.
En donde estuvo este, con corta diferencia, frente de la calle
de los Tilos y entre el jardín del Parterre y la entra de la calle
de la Reina, se mandó el año de 1656 hacer un puente de veinte y
cinco pies de ancho con cuatro barcas y antepechos de madera
torneada, y que se deshiciese el que había también de barcas, donde
hoy dicen el Verde, quedando este para el tráfico público,
dirigiéndose por el camino de Madrid.
Se le hicieron a los extremos fuertes estribos de muralla de
cantería; y el Arquitecto y Maestro mayor Don Juan de Villanueva ha
reducido á tres las barcas, con barandillas de hierro, y ha dado
modo de elevarlas en ocasión de creciente por medio de unos
husillos ó palancas en los extremos, con lo cual no es necesario
desunirlas, ni impedir el paso de los carruajes, sino cuando es
mucha la elevación. El mantener este puente es de gran coste por la
continua renovación de las barcas, y así seria muy conveniente un
puente sólido de fábrica de cantería; pero aunque tengo entendido
se ha pensado en ello, hay el reparo de la elevación, que
indispensablemente han de tener los arcos y arquitraves, no siendo
muy rebaxados, y estorbarian a la buena vista desde los balcones de
palacio de la fachada de oriente, y la extensión de los puertos y
vanguardias impedirían la entrada al jardín y al paseo de la calle
de la Reina; mas la gran inteligencia é idea del Maestro mayor Don
Juan de Villanueva, daria medio de salvar estos inconvenientes, y
hacer una obra digna de tal parage.
El antiguo Puente de Barcas, , se coloco en 1656 donde hubo uno
rustico que no tenia otro destino que facilitar el paso desde la
orilla opuesta a los molinos de don Gonzalo, con motivo de haber
mudado la entrada de Madrid, que hasta la fecha fue como hemos
visto por el puente de la Isleta.
Este puente, de veinticinco pies de ancho, con fuertes estribos de
cantería, se componía de cuatro barcas con antepechos de madera
torneada. En esta forma continuo muchos años, deparándole
oportunamente, hasta que en el reinado de Carlos III se hizo la
notable mejora de reducir a tres las barcas, poniendo barandillas
de hierro y con la particularidad de poder elevarlas en caso de
pequeñas crecientes; esta ultima obra se llevo a cabo bajo la
dirección del célebre Villanueva, arquitecto que ayudó a su hermano
don Diego a delinear el Palacio Real de Madrid. Muchos proyectos se
pusieron en planta para la construcción de un puente de fábrica;
pero era difícil conciliar la solidez con lo rebajados que habían
de ser los arcos arquitrabes para que no perjudicasen al ornato y a
la buena vista desde los balcones de palacio .
Se conservo este puente hasta 1810 en que le redujeron a cenizas en
una de sus retiradas los ingleses, nuestros amigos, aquellos
aliados que incendiaban nuestros pueblos y destruían nuestras
mejores obras. Un camino de tanta circulación no podía estar mucho
tiempo interceptado: provisionalmente se hizo un buen puente
flotante para abrir el servicio mientras se construía otro con
hitos de madera donde estuvo el de barcas.
Fue concluido con la prontitud que el caso requería; no era una
obra que mereciese especial mención; estaba sin embargo
regularmente adornado y en cuanto solidez, parecía tener la
suficiente por su corta extensión y la docilidad con que por aquí
marchan las aguas.
A pesar de esto, las arriadas de 1829 le hicieron resentirse y se
volvió a agitar la idea del tiempo de Villanueva, con felices
resultados, pues hubo un inteligente ingeniero que se propuso, al
construir otro nuevo puente, hermanar lo sólido con lo bello, y lo
consiguió por fin, añadiendo un florón más a nuestro querido
Sitio.
Se comenzó sin dilación a construir el Puente Colgado y quedo
concluido en 1834. Se compone de un solo tramo de ciento diez pies
de longitud, que descansa sobre bien labrados estribos de piedra de
Colmenar, suspendido además por triples cadenas que cruzando cuatro
sólidos machones, vienen a enlazar los extremos en otros pedestales
también de piedra. Cuatro estatuas colosales y cuatro primorosos
jarrones, hermanos de los del Parterre, con otras tantas farolas y
una baranda de hierro muy laboreada, todo perfectamente combinado,
forman el adorno de tan pintoresco puente. En el centro de las
barandas, en dos tarjetones, se puso en uno de ellos:
EL REY FERNANDO VII DEDICÓ ESTE PUENTE
A SU ESPOSA DOÑA MARIA CRISTINA DE BORBÓN.
AÑO DE MDCCCXXXIV
Nunca elogiaremos lo bastante a su digno ingeniero y director
Pedro Miranda por esta obra especial, única de su clases en aquel
tiempo, por que si bien existía, otro en Bilbao, parece que solo
destinaba al paso de las personas, cuando el nuestro admite toda
clase de cargamento. En treinta y cuatro años que cuenta, no hemos
conocido hacer en el mas que leves composturas, y poner nuevas las
maderas cada doce o catorce años.
Puente actual
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