Los Caños de Carmona
Hasta Híspalis
(Sevilla) llegaba el agua desde Alcalá de Guadaíra por un conducto
en gran parte subterráneo y sobre 401 arcos de ladrillo, en dos
órdenes superpuestos, muy modificados por diversas restauraciones
desde la época hispano-musulmana. Son los llamados Caños de
Carmona.
Los caños de Carmona en dibujo de Joaquín Guichot y Parody
(hacia 1860)
Una, hasta el presente
irresuelta polémica, se ciñe sobre esta construcción, para unos
autores de fábrica romana y para otros
musulmana.
El viajero
alemán Jerónimo Münzer en el relato de su viaje a España (1495)
hace la siguiente referencia: "Hay en Sevilla mucha agua potable
y un acueducto de trescientos noventa arcos, algunos duplicados por
un cuerpo superior, para vencer el desnivel del terreno, va por
este artificio gran cantidad de agua y presta muy buen servicio
para el riego de jardines, limpieza de calles y viviendas,
etc."
El sevillano
Luis de Peraza, primero en acometer la elaboración de una Historia
de Sevilla, que escribe según él mismo dice en la década de 1530,
le dedica el capítulo X de su Década III.
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Con
posterioridad fueron otros varios los que en el contexto de sus
obras hicieron referencia al acueducto, aunque no todos las
hicieran con igual detalle o extensión.
Así, citados
cronológicamente está el presbítero extremeño don Alonso de
Morgado, (1587), durante muchos años párroco de Santa Ana, la
llamada catedral de Triana; el escritor y poeta utrerano Rodrigo
Caro (1573-1647), quien dice: "en toda la ciudad en común, se derivan de los
caños de Carmona, y acueductos del Arzobispado tantas fuentes que
casi no hay casa principal que las tenga, con muchos huertos y
jardines: lo cual, con otros reparos, en el más ardiente verano,
junto con las suaues mareas que correden de ordinario, hazen la
ciudad notablemente apacible, fresca y
regalada"; el Secretario de la Real Academia de San
Fernando, don Antonio Ponz, (1786) en su Carta Sexta,
expresa: "La antigualla verdaderamente provechosa, y dignísima
de conservarse entre quantas tiene Sevilla, es la de los Caños de
Carmona, cuya primera fundación no dudo que fué de Romanos, y así
lo indican varios trozos de su construcción; bien que otros
infieren ser obra de Moros por algunas partes que inclinan a su
modo de construir. Naturalmente harían ellos sus restauraciones
como se habrán hecho después y se harán quando se ofrezca, por la
utilidad e importancia del edificio";
el franciscano fray Fernando de Valderrama, que firma su obra sobre
la historia de la ciudad con el pseudónimo de Fermín Arana de
Valflora, (1789): el noble sevillano caballero de la Orden de
Santiago don Diego Ortiz de Zúñiga, (1795); el también analista
sevillano don Justino Matute y Gaviria, (1887); el erudito y
también hijo de esta ciudad don José Gestoso y Pérez o el gran
medievalista palentino don Julio González, (1951). Mucho más
extensa podría resultar la lista, pues otros muchos lo citan o
mencionan, pero basta con los nombrados para no resultar
prolijo.
En su origen
romano parece haber bastante concordancia entre los autores, pero
su datación no se ha hecho por falta de medios documentales que la
confirmen. En obras recientes,
ni siquiera se los menciona. La causa posible de que
don Antonio Blanco Freijeiro no lo haga es que los considere de
época hispano-musulmana, aunque rehecho sobre las estructuras
romanas; pero la fábrica no lo parece. Y, de hecho, tenemos
referencias precisas al respecto. La crónica de
Aben-Sahib-Asalá
dice expresamente que «los caños de Carmona fueron fabricados
por los moros». Ortiz de Zúñiga en sus Anales de Sevilla, va en
el mismo sentido.
Rodrigo Caro (1634), como todos los historiadores anteriores y
posteriores a él, no dejó de referirse a los famosos «caños de
Carmona», pronunciándose al respecto: "Quien aya sido Autor
deste gran Aqueducto, y en que tiempo se aya hecho aquella
espantosa mina, no se sabe. Algunos piensan que es obra de los
Reyes Moros de Sevilla, sin mas fundamento, que pensarlo assi. A mi
me parece obra de mayor orgullo, y atrevimiento, que de
Bárbaros".
John
Breval debió de tomar de Caro sólo las distancias o algún detalle
menor, porque mantiene sobre este acueducto su propia impresión y
criterio: “Entre las antigüedades Moras de esta magnífica
ciudad, el acueducto de Carmona tiene con justicia la
precedencia, tanto por su altura, longitud y solidez, como a
causa de la gran utilidad que reporta a los Sevillanos, cuyas
fuentes públicas y particulares son abastecidas en cantidad de una
excelente agua por este medio. El agua se transporta desde una
sierra a dos leguas de distancia llamada Alcalá de Guadaíra, a
través de un canal subterráneo, hasta una milla de Sevilla
desde donde se continúa por estas imponentes arcadas hasta el
corazón de la ciudad, que recibe de la misma forma grandes aportes
del mismo tipo a partir del Guadalquivir, así como de otro
manantial cercano a la ciudad, llamado Fuente del
Arzobispo”.
Y
tenía razón, pues en la época moderna la mayor parte de la obra
visible era, en efecto, almohade, obra del ingeniero andalusí
al-Hach Yaix o al-Hayy Ya'is, quien tendió el primitivo puente de
Triana en Sevilla, que encontró y reconstruyó la línea de los
vestigios de la precedente aqua romana hasta inaugurarse, en
1172, el nuevo acueducto.
En la actualidad, la Asociación Espeleológica Geos ha reencontrado
en Alcalá de Guadaira, y está explorando para su estudio, el
interesante sistema romano de captación múltiple mediante galerías
subterráneas a distintas alturas.
El
acta de la Real Academia de la Historia publicada en el Boletín de
la Real Academia de la Historia 58, 518, se pronuncia, con más
acierto, en el sentido de que debe tratarse de una restauración
árabe sobre el acueducto romano anterior
Los
autores que opinan que son de fábrica romana los datan en la época
en que fueron levantadas las murallas de Sevilla, aproximadamente
entre los años 68 y 65 adC.
Sea
como fuere, los Caños fueron grandemente reconstruidos, debido a su
estado ruinoso, en tiempos del califa almohade Abu Yacub
Yusuf, entre los años 1171-1172, realizándose importantes obras de
reparación en el acueducto y en el desvío o sangría que, desde
donde actualmente está la Cruz del Campo, llevaba “un gran
golpe del agua que traía” (Peraza), para regar la zona de
huertas y jardines existentes en la Huerta del Rey, el convento
dominico de Portacoeli y las nueve huertas llamadas las
“Nueve Suertes” (Peraza).
Otros autores
piensan que esta reconstrucción se hizo con anterioridad pues sí se
sabe que Al-Mutamid, el último de los abadíes que gobernó Isbiliya
(1068-1091), tuvo en la mencionada zona fincas experimentales donde
sabios agrónomos estudiaban sistemas, probaban cultivos y hacían
todo lo necesario a fin de mejorar las técnicas agrícolas que
posteriormente se aplicaban en los feraces y extensos campos de su
taifa.
A
finales del siglo XII fueron reformados en sus arcadas y
conducciones. Nuevamente, a finales del siglo XIV se realizaron
reformas, añadiéndoseles nuevos arcos. La arquería contaba con
un número de arcos que oscilaban desde los 390 que cita Münzer
hasta los 410 que refiere Ponz. Esta diferencia numérica, más que
un error, se debe a distintas reformas o adiciones como la que,
citada por Julio González, se llevó a cabo en el último cuarto del
siglo XIV y en la que se levantaron 103 arcos nuevos. Sus arcos,
cuyos vanos son desiguales, ofrecen variedad en los medios puntos
que los forman, viéndose unos con más peralte que otros, muchos
notablemente rebajados, pero todos sencillos, sin la menor labor ni
adorno.
Se
sabe que las
fuentes de agua que alimentaban el acueducto estaban en un lugar
que actualmente se conoce como los Cercadillos de la Huerta de
Santa Lucía, en los pagos de Gandul, como “a tres tiros de
ballesta más adelante de la villa de Alcalá de Guadaira”,
como escribe Peraza. Desde este lugar, los Caños,
viniendo por conducción subterránea hasta hasta la Hacienda de la
Red, estaban formados por largos túneles y bóvedas excavados en la
propia roca o construidos de fábrica, y en el lugar llamado
Molino de Guevara afloraba a la superficie salvando los desniveles
mediante arcos hasta llegar
la canalización a la altura de Torreblanca, motivo por el cual el lugar pronto fue
conocido como Torreblanca de los Caños, topónimo que
conserva, desde donde,
pasado el arroyo de Ranilla, se elevaba ininterrumpidamente
sobre los arcos del acueducto
hasta la Puerta de Carmona.
Así
los describe Rodrigo Caro: "Nacen, pues, en la villa de Alcalá
las fuentes deste aqueducto en la montaña sobre que aquella villa
está fundada, minada por varias partes. No se contentaron los que
emprendieron esta gran hazaña, con el agua que expontáneamente las
fuentes brotan, sino que con trabajo hercúleo taladraron aquel gran
cerro lleno de peñascos y hizieron de sus escondidas venas, y
mineros, un rio artificial debaxo de la tierra, tan abundante, y
impetuoso, que muelen con el seys molinos de pan, y caminando por
varios rodeos, unas veces por debaxo de tierra, y otras por cima,
llega a una milla poco más, o menos de Sevilla, a la parte
oriental, donde lo comiençan a recebir arcos de ladrillo, y
canteria, hasta entrar en la ciudad por cima de las murallas como
que triunfa de tantas dificultades..."
De los casi
17,5 km. de longitud que tenía la canalización desde los veneros
alcalareños hasta el depósito distribuidor que había al otro lado
de la muralla junto a la Puerta de Carmona, la mayor parte
discurría soterrado o a cielo abierto sirviendo su corriente, de
sinuoso curso, para mover varios molinos harineros, cuyo número
varía según los autores.
Sus
aguas eran las de más caudal y calidad de la ciudad, con gran
diferencia de las aportada por el río o por la Fuente del
Arzobispo. Suministraba un caudal de unos 5000 m³ de agua potable
al día. De ella se abastecía el Alcázar, la Casa Grande de San
Francisco, diversas fuentes de las plazas públicas y algunas
casas-palacios.
Tres son los
restos que aún pueden verse de esta obra milenaria, quizá la de
mayor antigüedad por su origen que ha llegado hasta nosotros y que
en opinión de don Antonio Ponz, era "La antigualla
verdaderamente provechosa, y dignísima de conservarse de quantas
tiene Sevilla".
El más
distante al centro de la ciudad está delante de los bloques de
pisos de la calle Cigüeña en la Barriada de los Pajaritos, llamada
así porque todas sus calles están rotuladas con nombres de aves y
que fue construida en 1960 detrás de la Venta de Ranilla y de la
antigua Cárcel Provincial, hoy vacía y en expectativa de
destino.
El segundo
tramo se encuentra casi al comienzo de la calle de
Luis Montoto, antes llamada Oriente y en los años
posteriores a la conquista de la ciudad (1248),
nombrada Calzada de los Caños de Carmona, pues siguiendo el mismo
trazado, desde la Puerta de Carmona y por un trecho de casi media
legua, corría la antigua calzada romana que unía
esta ciudad
con Córdoba para seguir luego atravesando España y
la arcada del referido acueducto, por el que llegaba a Sevilla el
más importante suministro de agua potable de la mejor calidad. Este
trozo es el que estaba en peores condiciones por lo que tuvo que
ser zunchado y profusamente apuntalado para evitar su desplome en
su reciente restauración con motivo de las obras
urbanísticas realizadas en la ciudad para la Exposición del
92.
>
El tercero y
último estuvo durante años cubierto bajo el puente que, levantado a
comienzos del XX, permitía el paso de los trenes procedentes
de Madrid y con destino Cádiz, sin interrumpir el tráfico humano y
rodado por la citada calle de Luis Montoto, desde siempre la vía de
acceso a Sevilla de mayor afluencia. Las sucesivas ampliaciones de
la ciudad por este su costado oriental y los nuevos trazados
ferroviarios conllevaron la demolición del puente, permitiendo que
tales restos quedasen de nuevo al descubierto. Restos que formaban
parte de la llamada Alcantarilla de las Madejas, donde adosado al
mismo acueducto, desde no se sabe cuándo, había un puentecito que
permitía salvar el cauce del arroyo Tagarete que entonces discurría
por ahí. Este tramo de la arcada contenía una
escultura de una Virgen, conocida como “la de las
Madejas”, ubicada en una
hornacina y protegida por una espesa tela metálica, fue robada
sacrílegamente al poco tiempo de ser descubierta, de lo que da fe
don Julio Domínguez Arjona. Para perpetuar el recuerdo de esta
Imagen, la Hermandad de San Roque donó un azulejo
representándola.
Para concluir
diremos que estuvo en uso hasta el siglo XIX y que definitivamente
en 1912 fue demolido, salvo los restos a los que nos acabamos de
referir.
ÚLTIMAS
INTERVENCIONES:
(Información
tomada de www.artesacro.org
del día 12 de marzo de 2009)
ACTUACIÓN REALIZADA EN EL TRAMO DE ACUEDUCTO “CAÑOS DE
CARMONA”
EMASESA, como propietaria de los Caños de
Carmona y de sus servidumbres, ha actuado como entidad
promotora de la presente actuación arquitectónica y urbanística,
consistente en la puesta en valor de una construcción de indudable
interés, elemento primario en el proceso de formación y evolución
urbana de la ciudad de Sevilla.
El proceso de Restauración y Estabilización del
tramo de los Caños de Carmona se ha planteado tanto a nivel de la
recuperación constructiva y estructural del fragmento de acueducto,
como de su integración paisajística y urbana.
Con anterioridad a la intervención, el
acueducto, debido a su apreciable inestabilidad, se encontraba
apeado a dos niveles mediante una estructura triangulada de
perfiles de acero de características marcadamente provisionales,
que invadía parte del espacio público circundante. Además, el
conjunto del monumento carecía de un ámbito propio que le
permitiera una adecuada inserción en la ciudad.
El ámbito sobre el que se ha intervenido es la
totalidad del fragmento de acerado sur de la Avda. Luis Montoto,
comprendido entre las intersecciones de ésta con c/Jiménez Aranda y
Avda. José Mª Moreno Galván. Con anterioridad este ámbito estaba
algo desordenado en cuanto a la disposición del estacionamiento,
área de carga y descarga y ámbitos para la circulación peatonal,
esta situación quedaba algo agravada por la existencia de locales
comerciales en la planta baja de los edificios. Este hecho incidía
muy negativamente en el monumento, restándole el protagonismo que
merece, y privándolo del ámbito que necesitaba. La reordenación
realizada ha sido muy beneficiosa tanto para el movimiento peatonal
en sí, como para las actividades que se desarrollan en su
entorno.
La intervención ha contemplado la definición
precisa de los distintos ámbitos funcionales y espaciales
necesarios para la adecuada integración del monumento: acerado para
el tránsito peatonal de paso y acceso a la edificación, áreas de
carga y descarga para servicio del comercio existente en el sector,
área de estancia provistas de bancos y arbolado y, por último y
como más relevante, el área próxima al monumento, en donde se ha
dispuesto el gran pórtico de acero corten necesario para su
estabilización, y se han puesto en valor los restos arqueológicos
descubiertos. A fin de resolver estas cuestiones se proponen las
siguientes actuaciones:
a) A nivel de la
integración urbana del monumento:
Se ha ampliado el ámbito del entorno inmediato
del monumento, algo deprimido respecto al acerado, descubriéndose,
los restos de acueducto enterrados. Esto permite alargar y
manifestar el carácter lineal del mismo, en contraposición al
carácter acotado y aislado que poseía anteriormente el fragmento de
arcada.
A fin de descontaminar visualmente el monumento
restaurado se ha eliminado estacionamiento entorno al mismo.
También se ha eliminado el estacionamiento en cordón existente en
el borde de la Avda. Luis Montoto, junto al acueducto, permitiendo
ello ampliar la acera.
Dado el mal estado que presentaba el pavimento
del acerado anterior y debido a las necesarias transformaciones a
realizar, se ha llevado a cabo una reurbanización consistente en
pavimentación, arbolado y mobiliario de dicho acerado.
El pavimento de la zona deprimida que acompaña a
las arcadas y restos arqueológicos se ha realizado con losas de
granito. La bajada a la zona deprimida consiste en una rampa y
escalinatas, ambas de granito.
El alumbrado monumental se dispone empotrado en
la solería a una distancia idéntica al módulo de la arcada por lo
que potencia la estructura arquitectónica del monumento y resta
presencia al pórtico de sustentación.
b) La
estabilización del monumento:
El elemento realizado para la estabilización,
independientemente de su función estructural de soporte, hay que
entenderlo desde la componente paisajística. Se ha creado un
elemento estabilizador materializado en un gran pórtico de acero
corten que mediante su trazado rectilíneo y materialidad metálica,
antitética a las viejas fábricas de ladrillo del monumento, ha sido
capaz de ponerla en valor y enfatizar sus características formales
y arquitectónicas.
Este pórtico dispone sus dos únicos apoyos a
cierta distancia del tramo de acueducto, y el dintel se inserta en
la canal superior del mismo. Con ello, la antigua estructura del
monumento, con las deformaciones que posee, queda sustentada, pero
visualmente independizada de su prótesis.
c) La
consolidación de la arcada.
Para la consolidación interna del monumento se
ha adoptado una estabilización estática mediante
“cosido”. Este sistema es aplicable a elementos de
variada naturaleza, que por diferentes patologías hayan sufrido
esfuerzos y desperfectos que hayan conducido a un agrietamiento o
fisuración. Ha consistido fundamentalmente en la creación, dentro
de la fábrica a tratar, de una malla espacial de perforaciones de
pequeño diámetro, armadas e inyectadas que transforman el elemento
dañado en una fábrica continua, haciéndolo capaz de soportar y
transmitir esfuerzos de diversa índole y restituyendo su papel
dentro de la estructura en que se encuentran ubicadas.
d) Restauración de las
arcadas.
Como fase final al proceso de restauración, se
ha realizado la limpieza de alzados y eliminación de material
degradado en juntas de fábricas de ladrillo, saneo y posterior
reposición con morteros de cal. Los restos arqueológicos
descubiertos bajo rasante se han tratado de forma similar.
Fuentes:
AMADOR
DE LOS RÍOS, R.: “El acueducto sevillano de los caños de
Carmona”, IEA Ilustración Española y Americana
(Madrid)., Madrid, 1911 343-346.
JIMÉNEZ MARTÍN, Alfonso, «Los Caños de Carmona. Documentos
olvidados», en Historia, Instituciones, Documentos, nº
2, pág. 9. Universidad de Sevilla. Sevilla,
1975.
MONTES, Isabel.: "El trabajo de los mudéjares en el
abastecimiento de agua a la Sevilla bajomedieval: los moros cañeros
y el acueducto de los Caños de Carmona". VI Simposio
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págs. 231-255.
PERAZA,
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PONZ,
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facsimilar de Ediciones Atlas. Madrid,
1972.
![](../_themes/network/anetrule.gif)
PERAZA, Luis de: Historia de
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Padrón. Asociación Amigos del Libro Antiguo, Sevilla, 1996, páginas
61-64)
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España. Madrid, 1786, tomo IX, página 207, párrafo 89. Edición
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1972
BLANCO FREIJEIRO, Antonio:
La ciudad antigua. Historia de Sevilla, Universidad de
Sevilla, 3ª ed. Sevilla, 1989
ORDÓÑEZ AGULLA,
Salvador: Las edades de Sevilla, -“La Sevilla
romana”-. Ayuntamiento de Sevilla,
2002
Recogida por M.
Antuna en: Sevilla y sus monumentos árabes, El Escorial,
1930; P. Espinosa de los Monteros, Antigüedades y grandezas de
Sevilla, msc. de 1627, fol. 128-129.
cf. el relato del
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PONZ, Antonio: Viaje de
España. Madrid, 1786, tomo IX, página 207, párrafo 89. Edición
facsimilar de Ediciones Atlas. Madrid,
1972.