Situación
El parque está situado en Rivas Vaciamadrid al pie del
cerro del Telégrafo (donde podéis encontrar otro caché). Se llega hasta él muy fácilmente desde
diferentes zonas de Rivas urbanizaciones en las que además es fácil
aparcar si se acude en coche. En el mapa adjunto (para ver una
versión mayor pulsa aquí) he señalado las dos zonas de aparcamiento
e inicio más próximas y cómodas, de las que os recomiendo la
situada en la esquina superior izquierda del mapa (en N40º 21.696'
W003º 31.667') junto a un pequeño jardín recuadrado en amarillo.
Desde allí se toma el sendero que parte hacia el oeste y luego se
gira hacia el norte en la primera bifurcación para llegar enseguida
a destino.
El Parque
Comprende seis parcelas separadas por caminos (en los que hay
algunos bancos) en torno a una glorieta central en la que veremos
un gran olivo. Esas seis parcelas reproducen la vegetación más
característica de otras tantas formaciones comunes en el territorio
peninsular. No obstante, es demasiado evidente la mano del
jardinero, tanto en la elección y distribución de algunas especies,
fuera del área que les correspondería, o tal vez plantadas por
criterios estéticos, como por la poda inmisericorde a que se ha
sometido a otras. Además, hay que tener en cuenta que no se pueden
reproducir ni las condiciones de suelo (que aquí es bastante
peculiar) ni las climáticas propias de cada uno de esos
ecosistemas. A pesar de todo, el parque merece un recorrido atento
en el que podremos disfrutar de la belleza de muchas especies
propias de nuestros campos a la vez que, si nos fijamos bien,
apreciaremos qué adaptaciones características han desarrollado como
respuesta a las condiciones del ecosistema que les es propio, lo
que confiere a este parque un importante carácter didáctico.
Los ecosistemas
La península posee una gran diversidad de ecosistemas y
una extraordinaria biodiversidad gracias a su situación geográfica,
su orografía accidentada, la disposición este-oeste de las cadenas
montañosas, la variedad de rocas y otros factores. A ello se
superponen las condiciones climáticas que condicionan de forma muy
importante el tipo de vegetación que se puede desarrollar y la
distribución de especies. La Península se reparte entre dos grandes
regiones corológicas o biogeográficas:
la eurosiberiana, que tan sólo ocupa la cornisa cantábrica y
los Pirineos, y la mediterránea, abarcando el resto del
territorio peninsular. En la primera encontraremos el llamado
bosque atlántico, mientras que en la segunda se desarrolla
el característico monte mediterráneo.
En el parque forestal se han reproducido seis
formaciones vegetales, algunas de las cuales se desarrollan en
relación con condiciones más locales y pueden aparecer en ambas
zonas biogeográficas.
Como se indicó arriba, las limitaciones que impone el clima
local, las características del suelo y la elección de especies
hacen que no debamos esperar una reproducción totalmente fiel y
completa de los ecosistemas que se han querido representar.
Su distribución se muestra en el plano
siguiente:
1. Bosque Atlántico
Con clima húmedo sin período seco estival e inviernos
fríos.
La vegetación predominante está formada por hayedos y
robledales. Son árboles de hojas anchas y planas
(planifolios, frondosas,...) ya que no tienen que limitar la
pérdida de agua. Las hojas se disponen en planos horizontales para
captar mejor la luz. También hay abedules, castaños, arces, tilos y
otros. Son árboles de hoja caduca o caducifolios, que las pierden
en otoño.
El interior del bosque es fresco y hay poca luz por la
disposición de las hojas, por lo que hay plantas que florecen antes
que los árboles formen las hojas nuevas. El sotobosque es así muy
pobre y sólo hay arbustos en los claros (serbales, acebos,
endrinos, rosales...).
2. Bosque Mediterráneo
Ocupa la mayor parte de la península, donde las lluvias se
reparten sobre todo entre primavera y otoño, siendo el verano muy
seco y caluroso.
A diferencia del anterior, aquí el agua es escasa y las
plantas muestran hojas pequeñas y duras, llamadas esclerófilas, que
poseen además ceras y pelos en el envés, donde están los estomas,
para limitar la transpiración. Además, no pierden las hojas en
otoño, ya que viven bajo condiciones muy duras, donde es difícil
producir toda una masa de hojas cada año: son
perennifolios.
Los árboles más característicos son encinas,
alcornoques y, en lugares más húmedos, quejigos.
Están acompañados por un variado estrato arbustivo y de herbáceas.
Entre los arbustos destacan coscojas, lentiscos, enebros, madroños,
jaras, romero, tomillo,... abundando entre ellos las plantas
aromáticas. Las dehesas son bosques de encinas o alcornoques
aclarados por intervención humana y favoreciendo así el crecimiento
de herbáceas que sirven como pasto, además de las bellotas. Las
dehesas permiten la conservación de la fauna autóctona.
Cuando no llega a formarse el bosque de encinas porque el
suelo es muy pobre, las condiciones muy áridas o ha sido degradado
por acción humana aparecen formaciones arbustivas que, en
orden de condiciones de menos a más adversas, se
distinguen:
- Maquia: matorral denso y alto, con lentisco,
mirto y madroño, con acebuche.
- Garriga: en peores condiciones se forma un
matorral más bajo y pobre. Aparece la coscoja, jara,...
- Matorral de aromáticas: bajo condiciones muy
difíciles, en suelos muy alterados, pobres, áridos, con pendiente,
etc. sólo encontraremos un matorral disperso de pequeñas matas de
romero, tomillo y lavanda, entre otras.
3. Páramo
Es una formación desarrollada sobre los relieves que le
dan nombre: superficies elevadas y llanas con suelos pobres y
sometidas a una meteorología adversa caracterizada por intensa
insolación veraniega con déficit hídrico, además de intensas
heladas invernales y exposición a los vientos. Ello condiciona el
desarrollo de una vegetación arbustiva y herbácea de tipo
esclerófilo, con hojas pequeñas, duras y pilosas, con espinas,
cubiertas céreas. Encontraremos encinas, alcornoques, coscojas,
tomillo, romero, retamas,...
4. Bosque de ribera
Situado a lo largo de los cursos fluviales, es una
formación dependiente de la humedad aportada por el río. La
presencia de agua en abundancia permite el desarrollo de hojas
anchas que no limitan la evaporación. La distribución de especies
se ajusta a la proximidad al cauce. Así, primero encontraremos
sauces en la misma orilla, seguidos por los álamos o chopos y, más
allá, aparecerán los olmos.
Los bosques de ribera son ecosistemas especialmente
valiosos que, sin embargo, se han visto muy negativamente afectados
por las actividades humanas que se han desarrollado en las vegas
fluviales, como construcción de vías de comunicación, obras
hidráulicas, explotaciones agrícolas, trasvases, canalización de
los cauces, explotación de graveras, etc.
5. Bosque de montaña
A lo largo de las laderas montañosas se suceden una serie
de bandas de vegetación en función del incremento en la adversidad
de las condiciones ambientales que ocurre con la altura. Así, se
distinguen una serie de pisos bioclimáticos en que los
superiores (oromediterráneo y crioromediterráneo) muestran una
vegetación adaptada a las duras condiciones que impone la altitud:
hojas pequeñas, coriáceas, con cubiertas céreas impermeables y
perennes.
Los árboles que encontraremos serán pinos y
abetos como los más conocidos, acompañados del típico
piornal.
La formación arbórea es sustituída en el
crioromediterráneo por el pastizal alpino de
Festuca.
6. Pinar mesetario
Este sector representa las extensas áreas peninsulares
ocupadas por pinos, tanto de forma natural como por las
repoblaciones realizadas desde antiguo. Además, encontraremos
algunos cipreses e incluso cedros.
En la península encontramos varias especies de pinos
(aparte de las características de zonas montañosas, como el pino
albar y el pino negro de montaña), como el piñonero, el resinero o
el rústico pino carrasco, que podremos encontrar en casi cualquier
tipo de terreno y suelo, aunque muestren claras preferencias en ese
sentido.
NOTA:Todas las fotografías anteriores han sido tomadas el
día 6 de mayo de 2011 en el Parque Forestal Mazalmadrit.