El origen de esta construcción data del siglo
XVII,
cuando FelipeIV proyectó
enlazar la Villa de Madrid con el camino de
Toledo por
medio de un puente sobre el río Manzanares. El primer proyecto fue
concebido por Juan Gómez de Mora y
construido por José de Villareal entre
1649 y
1660,
y era conocido con el nombre de Puente Toledana. Sin embargo, una
crecida del río lo destruyó poco después, obligando a proyectar uno
nuevo en 1671.
En 1680,
recién terminado el nuevo puente, otra riada lo volvió a destruir.
En esta ocasión los encargados de su reconstrucción fueron José del
Olmo, que realizó el diseño en 1682 y
José Arroyo.
Las líneas básicas de este proyecto fueron mantenidas por Teodoro
Ardemans cuando
se hizo cargo de las obras en 1684.
Pedro Ribera fue
encargado de realizar el puente actual en el año 1715. Sin embargo,
no se retomó el proyecto hasta 1718, cuando el corregidor Francisco
Antonio de Salcedo y Aguirre, Marques de Vadillo,
se propuso terminar la obra. Estas comenzaron en
1719 y
concluyeron en 1732.
Problemas posteriores
En el siglo XX comenzó
a pensarse en la protección del monumento, que por el paso de los
años y el tráfico soportado, comenzaba a dar muestras de deterioro.
En 1952 Carlos Fernández Casado, ingeniero de Caminos y una de las
mayores autoridades españolas en puentes, elaboró un anteproyecto
de construcción de dos puentes a ambos lados del de Toledo para
desviar por ellos el tráfico rodado y mejorar su
conservación:
"No cabe tocar el puente de Toledo. Es preciso dejarlo en su
acabada perfección. Precisamente ahora que la nueva canalización va
a remediar el desafuero de la antigua, desenterrando sus pilares,
construir un puente paralelo para servir el puente actual,
proporcionaría la distancia precisa para contemplarlo en su total
desarrollo. Pero la solución más adecuada sería construir dos, uno
para cada dirección, aguas arriba y aguas abajo del actual. De este
modo se conservaría el eje tradicional y se daría cumplido remate a
la fisonomía urbana radical de esta zona"
En
1956 el puente es declarado Monumento Histórico
artístico.
En 1972, dentro del proyecto de construcción de la autovía de
cirunvalación M-30, se iniciaron las obras de los dos puentes
laterales que permitieron liberar al puente de Toledo de la carga
de tráfico que soportaba. Con la canalización del río se mejoró
también la fisonomía de los arcos. No obstante, la autopista
discurría paralela a ambos lados del río pasando bajo los arcos del
puente y dejó marcado tanto su entorno como el de todo el río
Manzanares.
En
un informe realizado en los años 80 por Patrimonio Histórico del
Ayuntamiento (con la colaboración de Carlos Fernández Casado) con
motivo del Plan de Saneamiento Integral, se detectó que las pilas
habían sufrido modificaciones precisamente a raíz de las obras
anteriores y se hizo un Estudio de Recalce y
Consolidación:
"se
apreciaba una falta de sensibilidad del perfil genuino del valle
natural, al haber enterrado y escalonado las pilas para la
formación de laderas de rellenos, con el trazado de la M-30 y los
muros de contención del río para las obras de
canalización"
En
1992 es declarado Bien de Interés Cultural. En los años
siguientes, siendo alcalde José Mária Álvarez del Manzano, es
sometido a obras de restauración patrocinadas por la Fundación Caja
de Madrid que son concluidas, según figura en una placa, el 17
de noviembre de 1997.
En
2007, no sin fuerte polémica, concluyó el proceso de soterramiento
de la M-30 con, entre otros, el objetivo de recuperar toda la
ribera del río para el uso y disfrute de los peatones. En el
transcurso de estas obras se descubrieron restos arqueológicos de
lo que parecen ser seis pilas con el arranque de los arcos, de los
que solo quedan dos, del antiguo puente de Toledo. Están situadas
aguas abajo del actual, a una cota de ocho metros por debajo de la
actual carretera, y se estudia mantenerlas en el mismo lugar una
vez restauradas, así como el ajardinamiento de toda la zona bajo el
puente.
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