1. Pirámide tumular de los Refulgentes.
2. Túmulo del Rey.
3. Túmulo de los Nobles.
4,5 y 6. Resto población.
Este
parque tumular fue un conjunto de colinas artificiales con funciones rituales al servicio de una población diseminada que se ocupaba de explotar un amplio territorio, sirviendo de cabecera espiritual y ceremonial a todo el territorio de Tartessos.
En este lugar es donde se encontraron los restos arqueológicos más importantes de la primera civilización protohistórica, Tartessos y su
Carambolo. Su época temprana da claras muestras de influencias culturales atlantes. Allí se construyó la
Pirámide de los Refulgentes, dedicada a la diosa de la fertilidad, el
Túmulo del Rey, el
Túmulo de Los Nobles y el resto de Túmulos usados por el poblado, en los que se realizaban grandes ceremonias para implorar al Sol único su benevolencia hacia el pueblo, al mismo tiempo que garantizara la fertilidad del suelo y el bienestar de los integrantes de las comunidades. De ahí, que este hecho fuera motivo de grandes rituales y celebraciones.
El equinoccio para las culturas prototartéssicas, es la conjunción de conocimientos arquitectónicos, matemáticos y astronómicos, que marcaba el comienzo de la cita para el encuentro entre el Sol único y hombres. Sin duda alguna, la observación astronómica jugó un papel fundamental en el desarrollo de las civilizaciones prototartéssicas, quienes de seguro elaboraron un sistema calendárico que transfirió los diversos períodos de los cuerpos celestes a la sociedad, por lo que todas sus actividades, desde las labores del campo, ceremonias religiosas e incluso acciones bélicas, se regían por el orden temporal impuesto en el calendario. En particular la observación de la posición aparente del disco solar en el transcurso del año, permitió establecer una relación temporal y espacial, mediante la cual utilizaron los accidentes de horizonte para calibrar el calendario solar, tarea necesaria para la conservación de la sucesión correcta de los diversos rituales religiosos que exigían un momento justo, señalado por circunstancias climáticas naturales y astronómicas, para realizar fiestas dedicadas a los dioses. De ahí la práctica de erigir templos en determinados sitios, desde los cuales podían observarse eventos astronómicos con relación a distintos aspectos orográficos del paisaje.
EL RITUAL
Según algunas hipótesis el ritual de los puros recibía al nuevo Sol cada 104 años solares, en conjunción con la subida a los cielos de las Siete Hermanas (Las Pléyades) y Venus. El ritual comenzaba con la subida a la Pirámide-Túmulo en siete etapas o purificaciones, que hacían de la Reina y su séquito de sacerdotes médicos «Los Refulgentes» (proceso de purificación e irradiación de sus centros energéticos de poder).
El ciclo de 52 años empezaba cuando las Pléyades cruzaban el quinto punto cardinal o el cenit del cielo a medianoche. Algunas veces no sólo estaban las Pléyades en el cenit sobre el Túmulo sino que esa alineación también entraba en conjunción plena con el Sol. Además, dos ciclos de 52 años (104 años) se coordinan con una alineación adicional con Venus.
Las Pleyades, las siete hijas de Atlas y Pleione
Se subía en procesión espiral hasta la cúspide de la pirámide tumular a una altura de 93 metros. Se cantaban cánticos mágico-espirituales y se preparaban para el gran momento.
El día indicado a la hora justa el Sumo Sacerdote imponía a la Reina el símbolo Real Atlante, el "Collar del Humilde Pastor"
y se "abría" a la Energía que como un rayo penetraba en los cuerpos físico, mental y espiritual proveniente del gran Sol central del universo, vía Sirio y nuestra estrella cercana, nuestro Sol-Ra. En este caso las Pléyades hacían el papel de modulador armónico de la conexión. Esta energía inundaba a la Reina-Diosa, la acumulaba en sí, la refulgía en sus entrañas y quedaba prendada en el collar y su piedra mágica, y ahora ella repetía la oración con el gran secreto de la fertilidad de su pueblo.
La Reina-Diosa era valedora de los dones de la vida.