Cultura y paisajes del agua
Con este cache comienzo una serie que pretende dar a conocer la ingenieria utilizada desde la prehistoria para el aprovechamiento del agua en el sureste peninsular y hacer del Bajo Andarax un vergel a lo largo del tiempo. El Bajo Andarax conforma una comarca perfectamente definida que, tal como su nombre indica, tiene en el río el eje que la vertebra y le confiere identidad. Este corredor, por donde discurren las aguas procedentes de las altas cumbres de Sierra Nevada, Gádor y Filabres hasta su llegada al mar Mediterráneo, proporciona un estrecho pero denso espacio de vida junto al que el hombre ha construido sus espacios agrarios, los sistemas hidráulicos que los nutren y las poblaciones en las que vive. Este cauce y sus tierras ribereñas constituyen el territorio aglutinante en torno al que se ha articulado la población de la zona desde la más lejana prehistoria. Así, los principales núcleos históricos del sureste se han sucedido en un corto espacio del Bajo Andarax que va desde Santa Fe hasta el mar. Nos referimos al poblado fortificado de Los Millares en Santa Fe, a la iberorromana ciudad de Urci en Benahadux, a la medieval Bayyana en Pechina y, finalmente, la musulmana y luego cristiana Almería.
En nuestra época la población se organiza en siete localidades hermanadas por el río y por una historia compartida. Son los pueblos de Santa Fe, Gádor, Rioja, Benahadux, Pechina, Viator y Huércal, a los que hay que sumar también la capital de Almería. Este corredor verde, bendecido por la abundancia, contrasta fuertemente con el espacio inmediato del árido desierto. Abajo, en la vega, el sol favorece el crecimiento de las plantas mientras que arriba, fuera del alcance de la red de acequias, la tierra castigada por la fuerte insolación apenas puede soportar pequeñas comunidades vegetales protegidas en las umbrías o en los cauces. Pero en estas tierras exteriores también se encuentran oasis perdidos donde el hombre ha sabido domesticar el paisaje aprovechando el agua extraída del subsuelo, de las lluvias y de las fuentes.
La vega del río, los amplios espacios del desierto y las laderas de Sierra de Gádor y Sierra Alhamilla conforman un espacio singular que esta serie de cahces pretende dar a conocer, y todo ello tomando como eje argumental la cultura del agua.
El cache
El Canal de San Indalecio propicio la construcción de grandes infraestructuras como esta balsa, en la cuesta de los Callejones, junto a la nacional 340. Lo primero que nos llama la atención es su imponente vaso con una capacidad que ronda los 9.000 metros cubicos. El acceso al interior se realiza por una escalera de diecinueve escalones, a los que se accede desde el exterior por otra escalinata. Gran parte de la balsa queda embutida en el terreno, especialmente el lado de la carretera, siendo el muro mayor el del lado norte y este. Son llamativos los sólidos muros, que parecen una fortificación militar y los grandes cortafuertes esquineros que coronan a la manera de torreones adosados. La entrada de agua se efectúa junto a la carretera en la parte más cercana al cauce de San Indalecio, que discurre unos cincuenta metros más arriba subiendo la ladera.
El cache es un pequeño contenedor situado junto a la balsa. Contiene el log book y lapiz.