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Leyenda del Puente Villarente Traditional Cache

Hidden : 10/6/2013
Difficulty:
1.5 out of 5
Terrain:
1.5 out of 5

Size: Size:   small (small)

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Geocache Description:


La leyenda del Puente de Villarente

 

Cuando llegó a Puente Villarente, el peregrino estaba demasiado enfermo para poder seguir, así que algunas gentes piadosas del lugar lo acomodaron en el hospital (sobre cuyas ruinas se ha levantado después el que, próximo al puente, puede verse en nuestros días) y se afanaron en salvarle la vida. No fue fácil tarea, pues además del grave tabardillo que padecía, sus cuidadores hubieron de luchar contra todas las fatigas y miserias que se le habían ido pegando al peregrino desde que saliera de su casa solariega allá en Navarra. Pero al final lo consiguieron. Todos comentaron que aquella curación había sido un milagro acaso del mismo Santiago, pero todos pensaron también que una gran parte de la misma había que atribuirsela a Isabel, que cuidó al peregrino con el máximo cariño.

Isabel era de un pueblo próximo a Sahagún. Hija de labradores ricos, casi hidalgos, había llegado con sus padres a Villarente para vender algunas tierras, propiedad de su madre, oriunda del lugar. Querian deshacerse de ellas antes de partir con Don Fernando, hijo del Conde Ansúrez ,su señor natural y benefactor, a poblar tierras andaluzas, un condado que el Rey Don Enrique le había donado como premio a su fidelidad en las recientes luchas civiles que habían puesto en peligro su trono.

Pese a estar alojados en casa de unos tíos, la muchacha, falta de amigas, sentíase un poco desplazada, razón con la que se justificaba a sí misma de su excesiva dedicación al Hospital. Sin embargo, durante la larga convalecencia del peregrino pudo vérseles juntos durante largas horas, desatendiendo a otros peregrinos enfermos. Primero, sentados en el banco frente a la fachada del Hospital, hablando de sus cosas o admirando en silencio la maravillosa vega por la que corre el Porma. Y después, paseando por ella, o sentados bajo la sombra de los álamos que allí abundan, mirándose tiérnamente a los ojos.

Y llegó lo inevitable. Restablecido, el peregrino debería proseguir su viaje hacia Santiago. El día antes de la partida, sentados baja uno de los arcos del puente,Pedro tenía su mano abierta, apoyada en el estribo e Isabel; con una daga, grabó en la piedra su contorno. Después, temblorosa, puso la suya encima de la huella y le pidió que hiciera lo mismo. Al término, la mano femenina pequeña, como un pájaro en vuelo que buscara protección aparecía completamente dentro de la del hombre. Luego, Isabel grabó en el centro una cruz y dijo: Pedro, si me juras por Dios, Nuestro Señor, que a tu vuelta de Santiago, dentro de treinta y cinco días por tanto, el catorce de marzo estarás aquí mismo, yo, a mi vez, te juro que no me iré a Andalucía. Nos casaremos y marcharemos juntos a tu Navarra.

Enamorado de la muchacha, así lo juró el peregrino. Entonces ella añadió:Ese día cuando pongas tu mano sobre esta cruz y digas: «Isabel, ven», por el Dios al que acabas de poner por testigoIsabel volverá. Y pondrá también su mano sobre la cruz, jurando no separarse nunca más de tu lado. Pero, ya sabes, debe ser precisamente ese día y no otro, pues el catorce vendremos a Villarente para despedirnos de nuestros tíos y si para entonces no estás aqui pensaré que me has olvidado y me volveré con mis padres a Sahagún. Al día siguiente partiremos hacia la Andalucía con la caravana de miseñor Don Fernando, que ya ha empezado a formarse en Sahagún.

Ganó Pedro el jubileo en Santiago de Compostela y enseguida emprendió el camino de vuelta para estar en Villarente en la fecha jurada. Fueron unos días muy duros, pues llovió torrencialmente en todos ellos, conviniendo el viaje en un martirio. A pesar de ello, Pedro durmió en un León medio inundado el día doce de marzo y arribé a Puente Villarente un día antes de la cita.

También llovió ese día y el Porma, que ya iba crecido, se desbordó, presentando por la tarde un aspecto aterrador. El nivel de las aguas había subido tanto que la vega aparecía completamente inundada y el tablero del puente casi había desaparecido. Troncos de árboles atravesados entre las pilas del larguisimo puente habían retenido maleza y se habían ido cegando sus veinte ojos, deteniendo casi la corriente. El peregrino intentó llegar al arco bajo al que habían grabado la cruz, pero no pudo. Era imposible hacerlo desde aguas arriba, ya que lo impedía la barrera vegetal y mucho más viniendo desde aguas abajo, por la violencia de la corriente. Cuando anochecía, Pedro, exhausto y magullado, se sintió impotente y descorazonado y desistió de llegar: Mañana, si no logro poner la mano sobre nuestra cruz y decir «Isabel, ven», sé que Isabel no vendrá y la perderé para siempre.Se derrumbó desolado sobre un pedregal para pasar la noche, tan cerca del puente como pudo, rezando y pidiéndole a Santiago un milagro que le permitiera al día siguiente posar su mano sobre la cruz y decir las palabras mágicas que harían llegar hasta él a su amada. Parecía imposible que pudiera producirse, ya que nada podría lograr que en una noche las aguas bajaran tanto como para dejar el paso expédito hasta el arco y al descubierto su grabado. Pasó la noche llorando, abrumado y lleno de tristes presentimientos.

En la oscuridad el ruido del río fue en aumento, lo que le indicaba sin necesidad de verlo que la avenida no sólo no había remitido, sino que había ido a más. El peregrino pensó que el alba le mostraría aquella cruel imposibilidad, de la que ahora ya estaba casi seguro. Sin embargo, rezó con fuerza a Santiago, pidiéndole que realizara el milagro.Y el milagro se produjo. Cuando se hizo la luz, Pedro, asombrado, vio que el puente había sido dañado en algunos tramos e incluso se había movido en otros. Algunos estribos habían cedido, moviéndose aguas abajo, arrastrando con ellos una gran cantidad de grava y cantos rodados, que habían formado una especie de espolón una represa con pasillo que les permitiría llegar hasta la cruz, ahora libre de las aguas, sin siquiera mojarse los pies.El peregrino corrió, pues, hasta la cruz, posó su mano sobre el grabado y gritó:Isabel, ven!Y cuando alzó los ojos, vio llegar a Isabel a lo lejos, corriendo por el camino, milagrosamente libre de las aguas, entre los álamos, agitando aleve sus brazos.

Aunque el puente ha sido reparado posteriormente, nunca más volvió a recuperar su perfecto alineamiento y horizontalidad, persistiendo sus jorobas. Como me lo contaron, os lo cuento. Si no creéis esta historia, acercaos hasta Villarente y buscad con cuidado en la base del estribo de uno de los primeros ojos del puente, podréis ver un tosco grabado que representa dos manos una, pequeña y delicada, dentro de otra, fuerte y grande y en el centro una cruz, que grabaron Pedro e Isabel, una pareja de jóvenes enamorados, mes y medio antes de la gran avenida del P

Additional Hints (Decrypt)

onwb ghf cvrf

Decryption Key

A|B|C|D|E|F|G|H|I|J|K|L|M
-------------------------
N|O|P|Q|R|S|T|U|V|W|X|Y|Z

(letter above equals below, and vice versa)