El 9 de febrero de 1808 el general del ejército napoleónico francés Guillaume Philibert Duhesne, entró en España por el paso de La Junquera y a mediados de febrero ya había llegado a Barcelona. Los franceses pasaron a gobernar Cataluña y esta entró en una crisis económica principalmente por la interrupción del comercio con América (en Manresa, por ejemplo, se repartieron 3.400 y 3.500 raciones diarias de "sopa económica").
Esto, junto con la animadversión a las ideas anticlericales y revolucionarias que representaban la Francia de aquella época, explica la tenaz resistencia de los catalanes al nuevo régimen francés.
El 4 de junio de 1808 una columna francesa dirigida por el general Schwartz salió de Barcelona en dirección a Lérida y Zaragoza con órdenes de castigar Manresa e Igualada, la primera por la quema del papel sellado y la otra por su situación estratégica en el camino real. Los efectivos franceses eran de 3.800 hombres, básicamente italianos y suizos. El 6 de junio empezó la Batalla del Bruch.
El ejército español era en parte profesional con combatientes también suizos dirigidos por el teniente suizo Franz Krutter Grotz y en parte voluntarios de los somatenes catalanes de Manresa, Igualada, Tárrega y cercanías y en total eran unos 2.000 hombres. El ejército francés fue vencido en una emboscada y 300 de sus hombres murieron.
El 14 de junio de 1808 tuvo lugar la segunda batalla del Bruch, mucho más importante desde el punto de vista militar y ya sin el factor sorpresa, y donde las fuerzas francesas eran mucho más importantes y dirigidas por el general Joseph Chabran que era más experimentado. Los franceses llegaron al Bruch por dos columnas se enfrentaron a las fuerzas regulares (unos 1.500 soldados) y somatenes españoles, dirigidas por Joan Baget de los tercios de Lérida y de Tárrega además de los regimientos suizos. La artillería española decidió la batalla a su favor.