El 21 y 22 de octubre de 1834 tuvo lugar el asedio a la torre de Cenicero por los carlistas. La Milicia Urbana de Cenicero, compuesta por 70 hombres, resistió bizarramente durante 26 horas seguidas a las tropas de Tomás de Zumalacárregui, de unos 5.000 soldados. El jefe carlista había atravesado muy de mañana el Ebro desde la orilla norte por el vado Tronconegro situado unos tres kilómetros al oeste de la localidad para apresar un convoy de armas procedente de Burgos y con destino a Logroño. Cuando llegó al camino real el convoy ya había pasado, por lo que inició la persecución. Para ello tenía que atravesar Cenicero, cruzando el puente que sobre un barranco divide en dos la localidad. A la entrada del puente y a mano izquierda, según venía Zumalacárregui, se encuentra la iglesia y ante su pórtico la Milicia Urbana había levantado una barricada con puertas, colchones y sacos de paja. Ante el fuego de los Urbanos, imposibilitándole el paso, Zumalacárregui tuvo que rodear el pueblo, lo que le ocasionó pérdida de tiempo aunque finalmente consiguió alcanzar y apoderase del convoy cuando éste ya estaba a la vista de Logroño. Al volver, dado el carácter vengativo que caracterizaba al jefe carlista, se empeñó en apoderarse de los individuos de la Milicia Urbana y fusilarlos, tal como era en él costumbre.Los Urbanos de Cenicero, con solamente 1.800 cartuchos, resistieron desde las once de la mañana hasta el anochecer tras su barricada ante la puerta de la iglesia.
El 27 de octubre de 1897 se colocó la Estatua de la Libertad en la plaza plaza del Doctor San Martín.