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Qabra Traditional Cache

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Hidden : 5/5/2015
Difficulty:
3 out of 5
Terrain:
1.5 out of 5

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Geocache Description:


LOS PRIMEROS VESTIGIOS HUMANOS
Algunos indicios apuntan a que restos líticos de cuarcita, recogidos en el cerro que corona la Fuente del Río, podrían estar relacionados con el llamado Paleolítico Inferior. Asimismo, algunos testimonios señalan indicios de presencia humana durante este periodo en las terrazas fluviales excavadas por el río Cabra aguas abajo de su curso.
Hacia el año 100.000 fechan los prehistoriadores el paso del Paleolítico Inferior al Paleolítico Medio.
En el término municipal de Cabra han aparecido testimonios de este periodo en la Cueva de la Mina de Jarcas,lo que constituye el primer indicio de población en las cavidades de las Sierras Subbéticas cordobesas por el hombre de Neanderthal.
En Cabra han aparecido materiales que se pueden fechar en el periodo Epipaleolítico, en los Llanos de Jarcas, un lugar que sirvió de taller al aire libre para la fabricación de útiles en diversas etapas prehistóricas. Igualmente se ha recuperado alguna pieza de esta época procedente de la Cueva de La Mina. En el Museo Arqueológico Municipal de Cabra existen importantes muestras de este periodo del pasado egabrense, entre los que destacan los buriles, los raspadores y las hojitas de dorso apuntadas.

LA LICABRUM IBERA
Cabra vivió en la época romana uno de los momentos más esplendorosos de su historia, según atestiguan los numerosos restos epigráficos de la antigua Igabrum.
El origen de la ciudad romana se encuentra en el emplazamiento que entre los siglos VII y VI antes de Cristo se produjo en la Villa Vieja, donde se asentó el enclave turdetano con que se encontraron los romanos. Allí, la población indígena debió de alcanzar un cierto grado de importancia a tenor del elevado número de construcciones defensivas cuyos vestigios han aparecido en promontorios que rodean al que fuera núcleo principal de la población.
Tito Livio afirma que en el año 192 antes de Cristo, Licabrum, identificada hasta ahora como Igabrum, era un oppidum opulento y bien fortificado. El historiador romano, al definir la ciudad como un oppidum, nos indica que se trataba de un núcleo urbano de cierta importancia en el que destacaba su carácter de plaza fuerte, con viejas formas de organización política, como era la monarquía. Señalaba la existencia de un rey de nombre Corribilo.
Vespasiano, modificó el régimen jurídico de las ciudades de Hispania concediéndoles el estatuto de latinidad. Este decreto debió de producirse entre el año 73 y 74 después de Cristo, de tal forma que en el 75 los egabrenses disfrutaban ya de las ventajas que conllevaba su puesta en práctica. Muchos vecinos, en virtud de méritos personales, podían alcanzar la ciudadanía romana. Para estas fechas las formas de vida romanas estarían ya extendidas entre la mayor parte de la población egabrense, por lo menos entre los sectores de mayor nivel económico. Así parecen confirmarlo las inscripciones romanas de esta época encontradas en Cabra.
En nuestro municipio debió de existir un foro donde se conservaba su propia ley grabada en tablas de bronce, ya que todos los documentos de interés público se solían exponer en algún lugar visible de la ciudad para general conocimiento. La autoridad estaba ejercida por un dunviro, a cuyas órdenes se encontraban otros magistrados. El municipio egabrense vivió una etapa de notable prosperidad y actividad, con un punto álgido situado, según los testimonios epigráficos, entre finales del siglo I y mediados del II después de Cristo.
Aquellas gentes vivieron en la etapa final de la última de las glaciaciones, lo que produjo, entre otras cosas, un cambio sustancial en las especies animales y vegetales existentes en la zona.

LOS ASENTAMIENTOS PREHISTÓRICOS
Esta nueva etapa nos ha dejado en tierras egabrenses un mayor número de datos sobre los asentamientos, que todos los periodos anteriores. Conocemos una cueva que fue lugar de asentamiento estable, un pequeño taller de elaboración de instrumental de piedra, y una cueva de enterramiento.
El primero de esos tres lugares es la Cueva de la Mina. Se trata del, hasta ahora, único yacimiento prehistórico excavado científicamente en Cabra. El resultado de esa excavación nos ha revelado la existencia de una comunidad dedicada principalmente a la ganadería, aprovechando los pastizales de las zonas altas de la sierra. Su actividad económica se completaba con la caza de algunos animales, como conejos o jabalíes, y con la recolección de plantas comestibles.
Es posible que cultivasen cereales en los fértiles terrenos de los llanos de Jarcas. El segundo de los lugares aludidos son los llanos que anteceden a la cueva. Allí realizaron estas gentes sus labores cotidianas, entre ellas, la talla de sílex, habiendo quedado como testigos de su actividad tanto núcleos de piedra como restos de talla. Por último, de su mundo funerario nos hablan los testimonios localizados en la cueva del Puchero, cerca del Picacho, donde se asienta la ermita de la Virgen de la Sierra y que fue utilizada como lugar de enterramiento, según ponen de manifiesto los restos óseos humanos, junto a los que se depositó, como ajuar funerario, una vasija de cerámica sin decoración. Este dato nos revela que creían en otra vida después de la muerte. Se conoce como Calcolítico al periodo en que se consolidaron los grandes avances económicos y tecnológicos del Neolítico y al comienzo de la actividad en torno a los metales.
El hábitat de la época se transformó respecto al Neolítico, abandonando las cuevas y apareciendo poblados al aire libre. El lugar de su emplazamiento fue el cerro que corona la Fuente del Río, donde a la proximidad del agua se añadía una posición estratégica desde la cual se podía controlar una extensa zona. La cerámica encontrada nos permite señalar que fue un lugar de ocupación muy temprana y que sus habitantes desarrollaron una intensa actividad agrícola, como atestiguan los numerosos dientes líticos de hoz allí encontrados. También nos han quedado muestras de la existencia de una actividad metalúrgica a través de algunas puntas de flecha en cobre. De esta época es un importante hallazgo arqueológico que nos permite conocer los rituales funerarios de estas gentes: el de la Veleña. Se trata de restos óseos pertenecientes a una veintena de individuos y junto a ellos, un importante ajuar funerario.
El I milenio antes de Cristo es la etapa conocida como el Bronce final y a lo largo de ella comienzan a llegar por estas tierras las influencias de pueblos procedentes del Mediterráneo oriental. En este momento se produjo el asentamiento en el lugar donde se ubicará Cabra. En una fecha imprecisa, podemos situar entre los siglos VII y VI antes de Cristo, fue abandonado el viejo poblado calcolítico de la Fuente y surge un nuevo asentamiento en la zona de la Villa Vieja de Cabra, sobre un promontorio desde el que se controla un vado del río Cabra y en la proximidad de varios manantiales.

MURALLAS DEFENSIVAS
En el 886, muerto el emir Mohamed de Córdoba, Cabra se subleva a favor de Omar, hijo de Hafsum, pero Almóndir, su sucesor, envió la caballería que tomó castillo y fortaleza. En 1226, Alfonso el Batallador la conquistó  pero derrotado el Castillo Anzur, la abandonó. En 1240 es conquistada por Fernando III, el cual la donó a Alonso Rodríguez de León. El 5 de febrero de 1258, Alfonso X firmó un privilegio concediendo Cabra al Concejo de Córdoba. En 1288, Sancho el Bravo  revocó dicha concesión dándosela a su hijo Pedro de Ledesma, el cual permutó por la villa de Santa Olaya a la Orden de Calatrava la encomienda de Cabra, cuyo primer poseedor fue Juan Núñez del Prado. En 1328, Alfonso XI manda labrar de nuevo el castillo y fortificaciones. Según Ramírez de Arellano, de esta época pueden ser las torres exteriores. En 1331, el freire  Pedro Díaz de Aguayo, la entregó a los granadinos que derribaron la mayoría de sus torres y murallas. En 1445 Enrique IV dona la fortaleza y castillo, con título de conde, al Mariscal Diego Fernández de Córdoba.

LOS VISIGODOS. CABRA, SEDE EPISCOPAL
Durante la dominación romana, el primitivo núcleo construido sobre el asentamiento ibérico de la Villa Vieja se extendió al promontorio cercano conocido con el nombre de El Cerro. Este crecimiento urbano se mantuvo durante el periodo visigodo, de tal forma que la población estuvo asentada sobre los dos promontorios. Alrededor de ese núcleo principal de población se extendieron algunos pagos y villas donde se desarrollaba una importante actividad agrícola.

En medio de aquel panorama de crisis Cabra vivió una época de esplendor hasta el punto de que la vieja Egabro de los romanos se convirtió en un centro administrativo de primera importancia, ubicándose en ella la sede de una de las diócesis episcopales de la Hispania visigoda. La importancia del dato radica en que la existencia de una cabecera de obispado en Cabra, no sólo suponía un elemento de valor religioso, sino que dada la estructura existente, las sedes episcopales eran a la vez los centros administrativos y gubernativos de la comarca. Lo que sabemos acerca de la diócesis egabrense y de sus obispos está basado fundamentalmente en los datos que proporcionan las actas de los concilios de Toledo. Al II concilio de Toledo, celebrado en el año 589, acudió el obispo egabrense Juan, quien firmó en decimonoveno lugar entre los 72 asistentes. Otros obispos egabrenses fueron Deodato, contemporáneo de san Isidoro de Sevilla, a cuya jurisdicción pertenecía la diócesis sufragánea de Cabra, y Bacauda, quien rigió los destinos de la silla episcopal egabrense entre los años 648 y 671, asistiendo al VIII concilio de Toledo. De su episcopado se conserva un valioso testimonio epigráfico: la piedra de consagración de un altar en honor de la Virgen María. Dicha consagración tuvo lugar el 30 de mayo del año 650. Este altar se encontraba emplazado en la actual iglesia de San Juan del Cerro, donde presumiblemente se asentó la iglesia episcopal egabrense, construida sobre las ruinas de un viejo templo romano que estuvo emplazado en aquel mismo sitio.

La jurisdicción de la diócesis egabrense se extendió por las tierras que hoy ocupan parte de la campiña de Córdoba, la comarca de la Subbética cordobesa y las tierras del Norte de la actual provincia de Málaga colindantes con Córdoba. Entre otras poblaciones, se encontraban : Lucena, Benamejí, Rute, Priego de Córdoba, Carcabuey, Zambra, Monturque, Aguilar, Montilla, Montemayor, Espejo, Castro del Río, Baena, Zuheros o Antequera.
Podemos afirmar que Cabra fue en la época de los visigodos la población más importante del sur de Córdoba desde el punto de vista religioso, político, administrativo y tal vez económico.

LA LLEGADA DE LOS MUSULMANES. LA CORA DE CABRA
Así pues, por razones de continuidad histótica Cabra se convirtió en capital de una provincia musulmana, cuyos límites eran algo menores que los del viejo obispado visigodo. Por el Sur, su territorio estuvo marcado por el río Genil, lo que significaba que las parroquias de la diócesis egabrense reclamadas en el II concilio de Sevilla por el obispo de Málaga, debieron pasar a esta jurisdicción. También le fueron amputadas algunas poblacione enclavadas en las Subbéticas, como fue el caso de Priego de Córdoba, Zuheros y Luque, que quedaron adcritos a la cora de Elvira(Granada). Por el Norte, la cora de Cabra 1legaba hasta Baena, Castro del Río, Espejo y Aguilar.

LA SOCIEDAD Y LA ECONOMÍA
La llegada de los musulmanes a Cabra supuso la aportación de un nuevo elemento étnico. El origen del colectivo invasor que se instaló en estas tierras era de origen sirio, siendo su relevancia numérica muy pequeña respecto al volumen de población indígena. A pesar de inferioridad, se convirtieron en la casta dominante y en poco más de un siglo habían impuesto a la mayoría de la población sus costumbres, formas de vida y creencias religiosas.

LA CULTURA. EL NACIMIENTO DE LA MOAXAJA.
Durante los primeros años de la conquista musulmana el nivel cultural de los antiguos habitantes de Egabro era muy superior al de los invasores -árabes, bereberes y sirios.
Hubo, durante ulgunos siglos una rica mezcla en las calles de Cabra, donde se combinaron las aportaciones de las dos culturas existentes: la de los mozárabes y la de los musulmanes. De ello tenemos uno de los testimonios culturules más importantes que se poseen acerca de esta situación en el conjunto de AL-Andalus, ya que las jarchas, es decir, la estrofa final de las moaxajas escritas en romance, fueron inventadas por un poeta de Cubra: Muqaddam ben Muafa. Poeta ciego, conocido por sus contemporáneos como al-Qabrí. La jarcha se difundió muy pronto por todo AL-Andalus y se convirtió en una de las manifestaciones -la más antigua de las que ha llegado a nuestros días de este mestizaje cultural.
Se produce el cambio de nombre para denominar a nuestra población, ya que las fuentes musulmanas utilizan la expresión Qabra. Este vocablo es una adaptación al árabe de la palabra Egabro, según la norma seguidu por los musulmunes de dar a los lugares la denominación que poseían con anterioridad, adaptada a su lengua.

LA CONQUISTA CRISTIANA. CABRA, LUGAR DE FRONTERA
Cabra había sido ocupada en el verano de 1240, probablemente el día 15 de agosto, festividad de la Asunción de María. Esta fecha quedaba confirmada por el hecho de que los cristianos solían poner bajo la advocación del santo del día la iglesia que erigían en el mismo lugar en que se levantaba la mezquita de la población que pasaba a su poder.
Frente a las tradiciones legendarias que hablan de cruentos combates para lograr la ocupación cristiana de las poblaciones musulmanas, la realidad fue que la resistencia ofrecida a los ejércitos castellanos fue escasa en la mayor parte de los lugares.

DEL RENACIMIENTO AL BARROCO
Una de las épocas más atractivas e interesantes de la historia de Cabra es la que se desarrolla a lo largo de los siglos XVI y XVII, es decir, los periodos conocidos con los nombres de Renacimiento y Barroco. Desde finales del siglo XV y primeros años del XVI la población experimentó un desarrollo hacia el Este.
Las formas renacentistas se impusieron en el modelo de expansión urbana egabrense, desarrollándose un plano reticular en el que varios ejes principales, determinados por las calles Priego, Álamos y San Martín, quedaban cruzados por un conjunto de vías transversales.
Numerosas familias de la nobleza local construyeron sus viviendas en la zona de crecimiento. La fiebre constructiva, que era el reflejo del aumento demográfico de Cabra a lo largo del siglo, también llegó en el plano religioso, erigiéndose ermitas y conventos. La más importante de las primeras fue la dedicada a santa Ana (hoy parroquia de los Remedios) y que quedaba en la zona de huertas situada en la parte Este de la población. A mediados de siglo se fundó el convento de los dominicos, que venía a sumarse al de las dominicas de San Martín, erigido a principios de aquel siglo.
A comienzos del siglo XVI el vecindario debía de situarse entre los 800 y los 1.000 vecinos. Es decir, entre los 3500 y los 4.000 habitantes. En un padrón elaborado en 1577, el número de vecinos recogidos en el mismo se elevaba a 2.156, lo que Suponía, aproximadamente, una cifra superior a los 8.500 habitantes. Junto al desarrollo agrícola y el crecimiento artesanal, cobró vida un fuerte sentimiento religioso vinculado a la fundación de cofradías y a la erección de ermitas. En este siglo tienen su origen cofradías tales como la de Ntra. Sra. de la Cabeza, la de la Vera Cruz, la del Santísimo Sacramento, la del Dulce Nombre de Jesús, la de Ntra. Sra. de la Soledad, la de Ntra. Sra. de la Esperanza, la de Jesús Nazareno y el Santo Entierro, la de Santa Lucía, la del Calvario o la de Ntra. Sra. del Rosario.
La expansión económica y al crecimiento demográfico de Cabra dio pie a la fundación de una serie de establecimientos religiosos. El hospital de San Rodrigo, en realidad se trataba de dos hospitales, el de San Rodrigo y el de la Caridad, que atendían tanto a naturales de la villa como a forasteros. Fue entregada su administración a los hermanos de San Juan de Dios, que de esta forma se establecieron como orden religiosa en Cabra a partir del año 1586. A los conventos de dominicos y dominicas se sumó el de los mínimos de San Francisco en l.589. El l0 de noviembre de l.550 el conde de Cabra, don Gonzalo Fernández de Córdoba, aprobaba los gastos realizados por el concejo municipal en la construcción, un nuevo Ayuntamiento.

LA CRISIS DEL SIGLO XVII
El crecimiento demográfico anterior se detiene primero y se convierte en retroceso después. Tres grandes epidemias de peste, una climatología particularmente caprichosa, sucediéndose numerosos años secos con otros de torrenciales lluvias. Sus consecuencias sobre la agricultura y la ganadería, los pilares de la economía, fueron funestos. A estos elementos se sumaron las frecuentes alteraciones monetarias, convirtiéndose en un factor demoledor de la economía. La presión fiscal no cesó de crecer.
En 1679 el presbítero egabrense Luis de Aguilar y Eslava instituyó un colegio bajo la advocación de la Purísima Concepción. Este centro de humanidades inició su andadura académica en l.692 y con el paso del tiempo obtuvo el título de real colegio, bajo el reinado de Carlos III. Ya en el siglo XIX cobijó a un instituto de segunda enseñanza, que se convirtió en un centro educativo de primera importancia en el mediodía cordobés.
Asimismo, se fundó a finales del siglo XVII un convento regentado por monjas agustinas recoletas, cuya llegada a Cabra acaeció en 1697.

LAS TRANSFORMACIONES DEMOGRÁFICAS Y URBANAS
Según Pascual Madoz, Cabra tenía en 1846 "1.346 casas, por lo general bien construidas, sólidas y elegantes, que se distribuyen en 57 calles anchas y rectas con muy pocas excepciones, y bastante limpias: una plaza espaciosa de figura irregular, llamada de la Constitución, y 4 plazuelas de poca consideración".
La población egabrense de comienzos de la centuria debía situarse entre los nueve y diez mil habitantes. En l.841, la población de Cabra alcanzaba unos 13.000 habitantes. Así, el censo de 1.860 arroja un total de 13.160 habitantes.
Durante esta centuria hubo importantes transformaciones en el casco urbano de la población. Por su importancia vamos a centrar nuestra atención en tres de ellas: la creación de un Paseo Público en 1848; el traslado de las Casas Consistoriales en 1865;y la construcción de la estación de ferrocarril y la carretera que uniese la población con dicha estación en 1895.
La creación de un paseo público fue una iniciativa del alcalde José Alcántara-Romero, quien planteó "llevar a efecto la permuta de una huerta propia del caudal común de esta misma villa situada en la Fuente de las Piedras... por otra que posee el establecimiento de Beneficencia al partido del camino de Priego..., con el objeto de construir un paseo público". Esta huerta tenía una cabida de treinta y tres celemines y medio y se valoró en 41.205 reales, mientras que la del Ayuntamiento, era de cincuenta celemines y se valoró en 37.500 reales, por lo que se le añadió una suerte de olivar de dos aranzadas y media, cuyo valor se tasó en 3.520 reales. De esta forma se iniciaba la andadura del que con el paso del tiempo sería "el Paseo" o parque Alcántara-Romero, ya que en 1897 el Ayuntamiento acordaba ponerle su nombre. Desde su creación fue convirtiéndose en el más importante lugar de recreo para los egabrenses. Con el paso de los años se sustituyeron los frutales por árboles ornamentales y de sombra. Antes de que finalizase el siglo estaba construido el salón y ya se solicitaba el establecimiento de variados servicios.
Otra obra fue el traslado en l.865 de las Casas Consistoriales desde su emplazamiento original del siglo XVI al lugar que había ocupado hasta la desamortización de Mendizábal, el convento de monjas dominicas de San Martín. El costo de las obras se evaluó en l5.000 reales
La tercera gran obra fue la de la estación de ferrocarril y de la carretera que uniría a la población con dicha estación. Desde 1.880 se realizaban las primeras gestiones, el Ayuntamiento tomó diferentes acuerdos para que se estableciese una estación en Cabra, así como para la construcción de una carretera que uniese a la población con la misma. Las dos obras acabaron por convertirse en realidad antes de concluir el siglo.

CABRA Y LA GUERRA DE LA INDEPENDENCIA
El siglo XIX en Cabra se abrió con la guerra de la Independencia. Conocido el levantamiento madrileño del 2 de mayo, en Cabra se recibieron instrucciones, antes de que acabase aquel mes, para combatir a los franceses. A Cabra fueron enviados un centenar de prisioneros franceses de los apresados en aquella batalla. Su presencia en la población creó no pocos problemas a las autoridades para contener al pueblo.
A comienzos de 1810, el nuevo curso de la guerra hizo que los franceses entrasen en Cabra como tropas de ocupación, lo que provocó el éxodo de numerosos habitantes. La presencia de las tropas napoleónicas estuvo presidida por las exacciones y la mala relación con el vecindario. La presencia francesa se mantuvo en Cabra hasta el verano de 1.812.

EL REINADO DE FERNANDO VII: LIBERALES Y ABSOLUTISTAS.
En Cabra, como en tantos lugares, el retomo del absolutismo supuso depuraciones de los llamados afrancesados. Durante el Trienio Constitucional (1.820-1.823), Cabra vivió con temor la sublevación de una brigada de carabineros, asentada en Castro del Río.
Fueron muchos los egabrenses sometidos a represión, entre ellos, los profesores del Real Colegio de la Purísima Concepción, que por esta causa permaneció cerrado durante cinco años. Parece ser que en Cabra los liberales o constitucionales fueron una minoría, frente a la masa del pueblo, que se inclinaba por posiciones más absolutistas.

LA ÉPOCA ISABELINA. MARTÍN BELDA
Bajo el reinado de Isabel II, que había sucedido a su padre en el trono, Cabra vivió la aventura del general carlista Gómez, quien se enseñoreó de la población en dos ocasiones durante 1.836.
Durante estos años descolla la figura de Martín Belda, quien en numerosas ocasiones fue diputado a Cortes por el distrito de su Cabra natal y desde los importantes cargos de representación política que alcanzó, tomo iniciativas en beneficio de esta población, que alcanzaba el título de ciudad por una Real Orden de Isabel II de 16 de marzo de 1.849, a la que no fue ajeno.
Bajo el reinado de Isabel II se acometieron importantes obras urbanas, algunas calles fueron pavimentadas en sustitución de los viejos empiedros. Se mejoraron las conducciones de agua desde los manantiales de la Fuente del Río, cuyo camino desde la población contó con una serie de bancos, colocados a ambos lados del mismo, desde la puerta de Priego hasta la Cruz del Atajadero. También se construyó la Plaza de Toros, en 1.856, mediante la constitución de una sociedad por acciones cuyo valor era entonces de quinientas pesetas cada una.
En Cabra tuvo importantes consecuencias la desamortización de los bienes eclesiásticos decretada por Mendizábal en 1835. Se suprimieron los conventos de mínimos de San Francisco, de San Juan de Dios y de dominicos, cuyas llaves fueron entregadas al vicario de las iglesias de Cabra. Al año siguiente, en l.836, tuvo lugar la exclaustración de las dominicas del convento de San Martín, cuyo volúmen de bienes había hecho de este convento uno de los mayores propietarios de la localidad.

CABRA DURANTE LA RESTAURACIÓN
Con la llegada de la Restauración, a partir de 1874 las denuncias entre los partidos fueron continuas, obligando a la intervención frecuente de las autoridades provinciales. Entre 1881 y 1898 se sucediesen trece alcaldes. Entre ellos destaca José Redondo Marqués, quien ejerció el cargo cerca de cuatro años, dejando huella de su buen hacer como gobernante y administrador.
Durante su mandato se construyó un nuevo mercado de abastos, se tendió una nueva conducción de agua desde la Fuente del Río, dotada en todas las calles con bocas de riego, se proyectó la construcción de la carretera hasta la estación de ferrocarril y se diseñó un nuevo cementerio alejado de la población.

LA ECONOMÍA Y LA SOCIEDAD
Las relaciones comerciales de Cabra se realizaban fundamentalmente con Córdoba y Málaga, hacia donde se dirigían sus aceites, vinos y aguardientes. La importante producción de hortalizas de su vega de huertas tenía como mercado principal, además del abastecimiento a la localidad, el de Lucena, adonde hortelanos y cargueros acudían a diario con sus productos. En 1876, se inauguró un asilo a cargo de las Hermanitas de los pobres desamparados. Sus primeras instalaciones estuvieron en la calle Terzuela y con posterioridad se trasladaron a la Plaza Vieja.
Existía una importante masa de jornaleros, cuyo trabajo en las faenas agrícolas era su principal y casi exclusiva fuente de ingresos. La estacionalidad de esas tareas imponía largos periodos de paro con las consiguientes secuelas de hambre y miseria. Surgían las llamadas, crisis obreras a las que con dificutad las autoridades locales lograban hacer frente. El procedimiento habitual era el reparto forzoso de jornalera entre los hacendados, cuyo número iba en proporción a la extensión de sus propiedades.

EL FINAL DE SIGLO
El final se siglo XIX se cerraba en Cabra con un acontecimiento que sacudió la conciencia del vecindario, al igual que ocurriera en el conjunto de España: la derrota sufrida a manos de Estados Unidos de Norteamérica. En Cabra, por ejemplo, a los sones de la marcha de Cádiz, los niños habían postulado por las calles para socorrer a nuestros soldados.
Se vivieron jornadas de fervor patriótico. Cercano ya el fin de la guerra el Ayuntamiento de Cabra contribuyó con quinientas pesetas a la suscripción que, con carácter nacional, se abrió para obtener fondos con los que socorrer a las tropas que luchaban en Cuba. La llegada a Cabra de los supervivientes del conflicto, en unas condiciones lamentables, causaron hondo pesar entre el vecindario.

MURALLAS DEFENSIVAS:
En el 886, muerto el emir Mohamed de Córdoba, Cabra se subleva a favor de Omar, hijo de Hafsum, pero Almóndir, su sucesor, envió la caballería que tomó castillo y fortaleza. En 1226, Alfonso el Batallador la conquistó  pero derrotado el Castillo Anzur, la abandonó. En 1240 es conquistada por Fernando III, el cual la donó a Alonso Rodríguez de León. El 5 de febrero de 1258, Alfonso X firmó un privilegio concediendo Cabra al Concejo de Córdoba. En 1288, Sancho el Bravo  revocó dicha concesión dándosela a su hijo Pedro de Ledesma, el cual permutó por la villa de Santa Olaya a la Orden de Calatrava la encomienda de Cabra, cuyo primer poseedor fue Juan Núñez del Prado. En 1328, Alfonso XI manda labrar de nuevo el castillo y fortificaciones. Según Ramírez de Arellano, de esta época pueden ser las torres exteriores. En 1331, el freire  Pedro Díaz de Aguayo, la entregó a los granadinos que derribaron la mayoría de sus torres y murallas. En 1445 Enrique IV dona la fortaleza y castillo, con título de conde, al Mariscal Diego Fernández de Córdoba.

PARROQUIA DE LA ASUNCIÓN Y ÁNGELES
Un limpio y reconocible sonido nos invita a continuar nuestra visita por la Parroquia de Ntra. Sra. de la Asunción y Ángeles. Ocupa el centro de la plaza de la Villa vieja. Es de origen medieval y fue construida por los hermanos de Calatrava sobre una antigua mezquita musulmana que pasó a ser dedicada a Santa María de los Ángeles en 1241, fecha de la conquista de la ciudad por Fernando III. El interior cuenta con cinco naves  organizadas por hileras de arcos peraltados sobre 44 columnas de mármol rojo y cubiertas por bóvedas de cañón. El retablo mayor, obra de Melchor de Aguirre, está realizado en mármoles rojo y negro, según proyecto del reconocido arquitecto egabrense José Granados de la Barrera. La hornacina central acoge la talla de Ntra. Sra. de la Asunción, obra granadina de 1693. También es reseñable el coro tallado en madera y el órgano situado en él.

EL CACHE:
Este se encuentra en las inmediaciones de las murallas defensivas y la Parroquia de la Asunción, solo contiene libro de registro debido a su tamaño, es necesario llevar máquina de escribir para realizar el registro.
Se ruega maxima discrección y cuidado al volver a esconderlo. Se ruega no subir fotos en las que se vea el caché para evitar dar pistas, gracias



Additional Hints (Decrypt)

Rager yb nagvthb l yb zbqreab.

Decryption Key

A|B|C|D|E|F|G|H|I|J|K|L|M
-------------------------
N|O|P|Q|R|S|T|U|V|W|X|Y|Z

(letter above equals below, and vice versa)