Aunque pocos lo recuerden, hace unas cuentas décadas, en este parque (el Bruil) vivieron una pareja de osos.
Nicolasa y Juan, que así se llamaban, se querían mucho, y a pesar de las adversidades (vivían en pésimas condiciones) tuvieron un pequeño osezno.
La prensa de la época dió la noticia de que habían engendrado un oso que no había llegado a nacer, pero lo cierto es que no fue así.
El problema fue que un día Nicolasa ya no tenía barriga, sin embargo allí no había ningún “oso extra” y claro, nadie supo qué había pasado.
No sé si lo sabréis, pero los osos, cuando nacen son muy muy muy pequeños ¡¡y pesan menos de medio kilo!! Y encima este que nació prematuro (por el estrés que pasaba su madre) ni os cuento.
Era tan pequeñito que la madre casi lo mata al darle su primera caricia.
Como la situación en el parque no era muy buena, Nicolasa y Juan decidieron dar al osito en adopción a una pareja que siempre iba a verlos y les llevaban manzanas.
Desde entonces el oso (que por cierto, nunca llegó a crecer, por suerte para sus papás humanos) ha recorrido el mundo viviendo aventuras en busca de tesoros.
Esto es un homenaje a aquellos pobres osos y otros animales que habitaron un día en el parque Bruil y a aquel “osezno” que entre sus aventuras ya ha recorrido más de 2000 lugares diferentes y que sin estar enjaulado sigue haciendo las delicias de niños y grandes.
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