La serie de cachés “Carpe Diem” se desarrolla en distintos enclaves del barrio de Torrero de Zaragoza.
Ha sido creada con motivo de la cuarta edición del Festival Aragón Negro, como alternativa para unir la novela negra con el geocaching.
Todas las historias que aquí se cuentan son mera ficción y están manipuladas para el juego.
Los cachés de la serie pueden ser encontrados de forma independiente, excepto “CARPE DIEM – La inhumación”. Para encontrarlo y finalizar la aventura se deben encontrar todos los demás de la serie y tener en cuenta las pistas que se encuentran en ellos.
Los cachés de la serie son:
1.- Carpe Diem – La entrega
2.- Carpe Diem – Fuego en las pupilas
3.- Carpe Diem – Una mentira inocente
4.- Carpe Diem – Sangre en la cancha
5.- Carpe Diem – Coartada perfecta
6.- Carpe Diem – Tan solo quería jugar
7.- Carpe Diem – Una jueza obstinada
8.- Carpe Diem – El seguimiento
9.- Carpe Diem – Afrodita olvidada
10.- Carpe Diem – El final
11.- Carpe Diem – El ornitólogo
12.- Carpe Diem – La inhumación
13.- Carpe Diem – Equipaje sin retorno
14.- Carpe Diem – Una de tantas
15.- Carpe Diem – Un hombre sencillo
CARPE DIEM – UNA DE TANTAS
Su caso podría ser el de una de tantas. Otra mujer que, buscando una vida mejor, llega a este país, se enamora de un sinvergüenza y se engaña a sí misma pensando que la quieren.
Día tras día, su hombre iba minando su espíritu, destruyendo su autoestima, golpeándola tanto física como emocionalmente. “Tú no vales para nada” le decía, “¿Dónde ibas ir si no fuera por mí?” “No tienes donde caerte muerta”. Poco a poco la fue destrozando hasta llegar a creerse que no valía para nada.
Cada mañana le costaba más disimular sus moratones. Se esforzaba ingenuamente en hacerle creer a los vecinos que era una torpe: Un día un resbalón, al otro una puerta y al siguiente, un sabe Dios qué.
“Dónde vas con esa falda? Y haz el favor de quitarte el maquillaje, que pareces una prostituta” “¿Con quién hablabas? Mira, no me provoques…”
Pero su caso no era uno de tantos. Tras aquella magullada cara se escondía un basta ya. Aquél miserable tardó en darse cuenta de ello, justo hasta el preciso instante que comenzó a arderle la garganta, tras ingerir el que sería su último bocado.
Y mientras él agonizaba retorciéndose en el suelo de la cocina, ella continuó fregando los platos.