LA CASILLA DEL TONTO
Hace muchos, muchos, qué digo muchos, muchísimos años atrás, había un vecino en Villargordo del Cabriel al que le pusieron el mote de “el Tonto del Pueblo”, ¿sabéis por qué?
Os cuento. Él siempre había tenido la ilusión de vivir en el campo. Está claro, el pueblo es tranquilo, está rodeado de monte, pero él no quería eso. Él quería vivir en mitad de la nada, donde nada ni nadie lo molestase, donde el oler a tierra mojada, a almendros en flor o a uva, fuesen su manjar olfativo de cada mañana. Un sitio en el que no hubiera más ruido que el trino floreado de los parajillos o el cantar de la chicharra en esos días de calor tan intenso y sofocante.
Así fue como comenzó su historia de la que nos ha hecho partícipes hasta a día de hoy. Comenzó a construir su casa, día tras día, con mucho esfuerzo y sin ayuda. Costase lo que costase lo haría él solo, no podía confiar en nadie más.
Quería una casa diferente, algo que saliese de lo común. Siempre le habían gustado los molinos, sí, esos molinos que tantas veces D. Quijote y Sancho Panza habían visitado. Y… ¿por qué no? Haría una casa cuya estructura fuese redonda, igual de redonda y tan alta como aquellos molinos.
Comenzó con sus labores de construcción. La cosa marchaba bien, piedra sobre piedra y esfuerzo tras esfuerzo hasta ir levantando la pared circular. En medio de la casa construyó un único pilar para sustentar el techo de la misma. No os lo vais a creer, pero el pilar también era redondo.
Los vecinos del pueblo, en cuanto vieron que la casa iba cogiendo forma, no paraban de pasarse por allí a cotillear y se juntaban en la plaza del pueblo con habladurías sobre la casa redonda.
- ¿Cómo puede estar construyendo una casa así? No tardará en hundírsele.
- ¿Habéis visto el pilar redondo del centro? Jajaja. En cuanto ponga el tejado se hundirá.
- Pero será tonto –decían-.
Y así es como esa caseta acabó llamándose la Casilla del Tonto.
Al paso de los meses, la casa por fin cogió forma y altura, y lo más chocante, no aguantaba solamente el tejado, sino que desde el pilar redondo partía una estrecha y larga escalera de caracol que llegaba hasta el cielo. Cada noche, subía por ella a darles las buenas noches a las estrellas, a conversar con el universo, a sentir el susurro del viento en su piel erizada… Era su lugar mágico, su rincón silvestre y al fin y al cabo, su hogar, el de nadie más.
Ingenuos, todos reían en el pueblo, reían de ignorancia… No sentían, no escuchaban, no palpaban la naturaleza, no soñaban y, desde luego, no vivían.
Con el paso de los años, y tras su muerte, la Casilla del Tonto se ha ido deteriorando. Casi en ruinas, rodeada de montones de sarmientos, vegetación y de sus propios escombros, pasa sufridamente los años entre las tierras de labor. Cuando los vecinos pasan por allí, ni si quiera la miran, como si fuese invisible, como si no existiese.
Nosotros un día la descubrimos y no pudimos dejar de mirarla. Su forma circular con el pilar en el centro nos recordó a un reloj de sol que depende del tiempo, de los años y de los recuerdos. Esos recuerdos que forman parte de la historia. Una historia que al fin y al cabo acaba siendo la nuestra. Real o ficticia, decídelo tú mismo, pero una historia que te absorbe y te intriga.
Ahora tú, formas parte de ella. Te invitamos a venir, a verla…
SOBRE EL CACHÉ
Es micro y está bien camuflado. NO está dentro de la casa. NO quitar piedras, observar y tened muy en cuenta la pista. Se necesita lápiz para poder firmar. Dejad todo como lo hayáis encontrado.