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El encargo Letterbox Hybrid

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MiTesoro: Pasados 6 años desde su colocación ha llegado a hora de archivarlo. Espero que os haya resultado divertido y hayáis disfrutado de él durante su larga vida.
Gracias a todos los que lo habéis buscado y encontrado.

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Hidden : 10/2/2017
Difficulty:
1.5 out of 5
Terrain:
1.5 out of 5

Size: Size:   small (small)

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Geocache Description:


ETAPA 1 (N 40° 35.396 W 004° 08.811)

Era una fría noche del día 29 de marzo del año de nuestro señor de 1578, la calle estaba a oscuras. Salí por una pequeña puerta lateral que poca gente conocía. Al fin y al cabo, el secretario del rey de las Españas no podía permitir verse envuelto en tan escabroso asunto. En realidad, no debería estar haciendo esto, el maldito Escobedo sabía demasiado, había que quitarle de en medio. Tres intentos de envenenamiento le habían puesto alerta, ahora no probada nada sin dárselo primero a sus perros. Habría que recurrir a procedimientos más drásticos. Más esto para mí era una simple excusa, la verdadera razón de hacer que le dieran matarile, no era otra más que los celos. No podía soportar pensar que ella me engañaba con ese hombre, a fin de cuentas, no era más que el secretario de un bastardo. El trato estaba cerrado, caminé 300m al este sigilosamente pegado a las húmedas piedras del muro aún incompleto, la noche era mi aliada, mis pasos livianos pero seguros me llevaron rápidamente hasta la entrada a los jardines. Afortunadamente el último cambio de la guardia no se producía hasta completas y entonces los jardines quedaban cerrados para evitar que los pobres diablos hambrientos que habitan en los alrededores, tomasen la huerta real al asalto. La suave pendiente del empedrado ayudaba a llegar sin mucho esfuerzo hasta la puerta de acceso.

ETAPA 2 (N 40° 35.329 W 004° 08.592)

 Me detuve antes de llegar para comprobar que nadie merodeaba por allí y que mis planes no serían descubiertos. Pasó un elegante carruaje, llevado por dos cocheros con librea, las puertas blasonadas con el escudo de la inquisición. El cardenal Espinosa solía despachar con el rey hasta pasadas Vísperas y luego regresaba a Madrid a pesar del largo trayecto que debía recorrer prácticamente de noche. Esperé a que se perdiese en la distancia, y acto seguido entré en el recinto. Los jardineros hacía tiempo que habían acabado su jornada por lo que, entre la hora y el frío, dentro ya no quedaba nadie. Caminé a resguardo de la vegetación unos 250 m al SO hasta llegar al primer cruce. Aquí el camino se dividía en varias direcciones, me dirigí hacia la derecha(S). Mi mente daba vueltas al plan que había trazado hacía ya tiempo. Ese metomentodo de Juan merecía un escarmiento, quien creía ese mequetrefe que era para amenazarme a mí, el secretario del rey. Su osadía había llegado demasiado lejos, concretamente a oídos de nuestro rey Felipe, y este no podía permitir que su secretario personal fuese extorsionado y el acto quedase impune. En el fondo, mis motivos eran mucho más carnales. Ya llevaba yo mal que mi amada fuese durante un tiempo amante del rey, incluso se rumorea que algunos de sus hijos no eran de su marido sino del mismísimo rey. Cuando se cansó de ella la trataba con desdén, aunque siempre veló por sus hijos, hubo un tiempo en que estuvo tan prendado de ella que la llamaba “la hembra”; su porte y donaire eran la comidilla de toda la corte y ahora, fruto del abandono del rey, se había fijado en mí, quizás más por mantener su influencia que porque yo realmente le gustase.

ETAPA 3. (N 40° 35.241 W 004° 08.459)

El camino de la derecha tenía menos vegetación por lo que debería ir con más cuidado por si alguien me veía, fui contando los árboles que encontré a mi derecha. Para despachar este asunto, me había puesto en contacto a través de un criado muy avispado, Alonso de nombre, al que le gustaba el morapio en demasía y gustaba de visitar ciertos ambientes, con unos soldados de los tercios viejos de Flandes, que perdida su juventud, ahora se dedicaban a despachar cadáveres por encargo; urdí un plan en el cual le dejé muy claro que nadie debería verme con ellos, él actuaría de enlace entre nosotros, ya que mi nombre debería quedar siempre a salvaguardo y a su vez, mi criado no conocería cuál iba a ser la personalidad del finado. Los sicarios designarían el lugar donde yo debía dejar el pago y las instrucciones de a quien debían despachar. De esta manera, nadie conocía a nadie y no habría manera de relacionarnos con el asesinato. Por la mañana, Alonso me entregó una nota con el lugar donde debía de depositar lo acordado. Debía de contar 21 árboles, pasado este había una gran piedra y un hueco por el cual me introduje en el bosque, el lugar indicado estaba a escasos 30 pasos de donde me encontraba. El tema estaba liquidado, por fin Escobedo pagaría su traición y lo más importante para mí, Ana dejaría de desearlo. Llegue por fin al sitio, había dos árboles separados entre sí un metro, me dirigí al de la izquierda y deposite la valija en un hueco del árbol y la cubrí con unas piedras. El contenido era el acordado, pero quería dejar claro que quien osa meter sus narices en mis asuntos o intereses, me la acaba pagando por lo que dejé un objeto que serviría de aviso a futuros amantes.

¡¡ Ana era mía y sólo mía!

NOTA:
Del 1 de abril al 30 de septiembre: De 10h a 20h
Del 1 de octubre al 31 de marzo: De 10h a 18h
Lunes Cerrado.

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