
Sobre la cima de una elevada roca de piedra caliza y con el pueblo a sus pies, se eleva el castillo de Belmez que durante siglos de historia ha dominado las tierras a su alrededor como el mejor vigía de la comarca
Los orígenes del castillo están todavía por clarificar. Seguramente existiese algún tipo de fortaleza en época islámica, ya que por las laderas del cerro se encuentran numerosos restos cerámicos de época califal. Pero la atalaya actual debe remontarse a los tiempos de la conquista castellana, hacia la mitad del siglo XII. Desde entonces se han sucedido numerosas fases constructivas, destacando entre ellas las protagonizadas por las tropas francesas en la época de la Guerra de la Independencia,
El Castillo de Belmez fue restaurado en los años 60 por el arquitecto Félix Hernández, responsable también de este tipo de trabajos en la Mezquita de Córdoba y el conjunto arqueológico de Medina Azahara. Más tarde, fue de nuevo remodelado a finales de los años 90 bajo la dirección de Antonio Castro.
A la fortaleza se llega por una empinada y zigzagueante escalera que parte desde la calle Rafael Canalejo Cantero. A lo largo de su recorrido se han dispuesto algunos descansillos que permiten recuperar el aliento, y desde los que puede verse la cantera que, en el siglo XIX, a punto estuvo de arruinar este enclave.
El acceso al recinto se realiza a través de una puerta acotada, situada en uno de los cubos. Al lado de ella había una torre albarrana, típico sistema defensivo árabe.
De forma alargada, su planta se adapta al terreno sobre el que se asienta, una enorme roca infranqueable por el lado noroeste por un profundo acantilado. Seis torres semicilíndricas dispuestas a lo largo de una muralla con tramos de distintos grosores rodean el recinto interior, en cuyo patio de armas, hoy cubierto de vegetación, perdura un aljibe conocido popularmente como la pisada del caballo, y que, dadas las características del terreno, siempre contiene agua.
