Iniciamos una serie de cachés dedicados al pop de los ochenta, que iremos ampliando con el tiempo (salvo que nos toque el bote de la Primitiva. En cuyo caso, nos largaremos a vivir al Caribe a beber mojito y a recalentar las lorzas al sol). Nosotros crecimos en la época de los pelos esculpidos con dos litros de laca, las hombreras XXXL, los Renault 11 sin aire acondicionado y los videojuegos en casete. Como el infierno, pero en hortera. Sin embargo, la música molaba. Podríamos exponer una tesis de quinientas mil palabras para justificar esa afirmación, pero el escribir nos da pereza y sabemos (porque lo sabemos) que estás pasando mucho de leerte este tocho, y lo único que quieres que te diga es dónde y cómo encontrar el caché. En mis tiempos, cuando todo esto era campo, respetábamos a nuestros mayorres y no íbamos con tantas prisas... ¿qué iba diciendo y dónde he dejado el bastón?
LIMAHL - NEVERENDING STORY
El británico Christopher Hamill pasó la historia por uno de los cortes de pelo más horteras de los ochenta, que ya es decir (parecia que tenía un ficus de color pis en la cabeza, con melenita a los lados), y por ser el prototipo perfecto de One Hit Wonder. Es decir, pego un pelotazo, y ya no me véis el pelo (ja y ja) never more. Pero oye, se curró una canción pegadiza y machacona, para la banda sonora de La Historia Interminable, que nos hizo dar saltitos a los que éramos niños en 1984. También, en mi opinión, era la única cosa salvable de una de las peores adaptaciones que ha conocido el cine. Se cargaba la mitad del libro, y malinterpretaba la otra mitad. Y una de las obras maestras del siglo XX (porque lo es: uno de los mejores cánticos a la creatividad y la fantasía que se haya escrito nunca), merece un respeto, copón.
EL CACHÉ
Es sencillo, pero hay que cogerlo con cuidado y discreción, ya que se trata de una zona bastante transitada.