Las Salinas de Poza de la Sal fueron explotadas por el hombre ya desde la Prehistoria pero fueron los romanos quienes pusieron en práctica nuevos métodos para la obtención de la salmuera dándole además un mayor empuje comercial, para ello construyeron puentes y habilitaron caminos. La primera referencia escrita sobre las Salinas de Poza de la Sal son del siglo X, pero la gran importancia económica que la sal tenia se ve reflejada a lo largo de la historia en el afán que tenían los reyes y nobles por ejercer su control y dominio. De hecho en Castilla su explotación casi siempre era un derecho de la corona siendo en tiempos de Felipe II, en 1.564, cuando se instauran nuevos métodos y más racionales, consiguiendo de esa forma excelentes resultados en su producción. Las Salinas de Poza de la Sal han estado explotadas hasta bien entrado el siglo XX, concretamente hasta el año 1.970 y en la actualidad han sido declaradas Bien de Interés Cultural como Sitio Histórico.
La sal era hasta hace pocas décadas un material precioso, usado como conservante alimentario, pero, hasta la explotación minera de los yacimientos subterráneos, su producción estaba limitada a las salinas costeras y de manantiales de interior, por lo que su posesión era muy codiciada. A tal punto llegaba su importancia que se utilizaba como forma de pago ya desde época romana, siendo este el origen del término salario.
La producción de la sal en Poza se realizaba conduciendo el agua de los manantiales por una red de acueductos hasta unas plataformas horizontales construidas en madera y piedra (gracias al desnivel del terreno) denominadas granjas y en las que el agua se reparte en parcelas rectangulares o eras. La evaporación del agua deja lista la sal para su recolección en unos depósitos protegidos de la lluvia o terrazos. Debido al escaso caudal de los manantiales también se utilizaba el bombeo de agua al interior de la tierra desde unas balsas o estanques, aumentando así la producción de sal.

Desde las granjas, la sal era transportada a los almacenes. Existieron cuatro, tres de los cuales aún se conservan en pie:
- El de El Pósito, a la salida del pueblo.
- El de Trascastro, con una capacidad de almacenamiento de 3.350 toneladas de sal.
- El de La Magdalena, el más grande cuya capacidad era de unas 6500 toneladas y está ubicado cerca de la ermita del mismo nombre.
El de El Pósito es el edificio más antiguo, levantado durante el reinado de Felipe II, mientras que la construcción de Trascastro y La Magdalena fue ordenada y financiada por la Hacienda Real de los Borbones en los umbrales del siglo XIX, durante el reinado de Carlos IV.
Los almacenes de Trascastro y de la Magdalena aún evidencian la calidad de su construcción. Llaman la atención en ambos los sistemas ideados para la descarga de la sal por la parte posterior de los mismos. Mientras que en el de Trascastro existe un alargado plano inclinado, en el de la Magdalena se aprovechó el desnivel del terreno para construir una plataforma desde la que ejecutar dicha descarga.