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Virtual Reward 2.0 Palacio del Infantado Virtual Cache

Hidden : 6/4/2019
Difficulty:
1.5 out of 5
Terrain:
1 out of 5

Size: Size:   virtual (virtual)

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Geocache Description:


Este caché virtual sólo está disponible en horario de apertura del palacio del Infantado: 

  • Horario de invierno: De martes a sábado, de 9:00 a 14:00 y de 16:00 a 19:00. Domingos, de 9:00 a 14:00.
  • Horario de verano (del 15/06 al 15/09): De 9:00 a 14:00.

Puede sufrir modificaciones en el caso de que se esté celebrando algún evento.

El acceso al palacio es libre y gratuito.


Un poco de historia

 

El palacio de los Duques del Infantado es el edificio más emblemático de Guadalajara, con permiso del panteón de la Condesa de la Vega del Pozo. Es el mejor ejemplar de palacio gótico que hay en España (dicho por los historiadores del arte) y uno de los primeros en incorporar elementos renacentistas. Un dispendio arquitectónico en su época, construido "más para ostentación que para utilidad", como dejó escrito en 1495 tras su viaje por la península Ibérica el viajero austro-alemán Hieronymus Münzer (Jerónimo Munzer le tradujeron después por aquí). Contaba que "no existe palacio semejante a éste por su grandeza y profusa decoración en oro", tal cual.

Palacio del Infantado

Y esto nos vale para entender un poco el contexto del origen de este palacio. Aunque ya en mente del I duque del Infantado Diego Hurtado de Mendoza, fue mandado contruir hacia 1480 por su hijo Íñigo de Mendoza y Luna, el II duque del Infantado, III marqués de Santillana, Grande de Castilla y un montón de títulos más. Es decir, era nieto del famoso poeta Marqués de Santillana (Íñigo López de Mendoza y de la Vega), el de las Coplas a la muerte de su padre; también era primo segundo de Jorge Manrique y primo lejano de Garcilaso de la Vega, para más datos.

El blasón de los Mendoza
Blasón de los Mendoza

Pero a la poesía sólo se dedicó aquella parte de la famiglia. Los Mendoza era una estirpe nobiliaria de guerreros alaveses (del pueblo de Mendoza) surgida de la lealtad a los reyes castellanos en las distintas batallas desde el siglo XI. Como contraprestación a tantos servicios, el rey Enrique III de Castilla concedió en 1395 a Diego Hurtado de Mendoza, su mayordomo real, el patronazgo (es decir, la administración) de varias tierras, entre ellas Guadalajara (también varias en lo que hoy son Cantabria, Asturias y Madrid). Aunque fueran tierras de realengo, es decir, del Rey, la famiglia empezó a gestionarlas como si fuesen señoríos particulares con el beneplácito de los sucesivos reyes castellanos, bajo los cuales seguían actuando como buenos y fieles validos.

Ya era una familia pudiente y bien asentada en el reino, pero desde entonces su influencia se hizo más notable si cabe. Como ejemplo de la influencia de esta familia en la corte, el primer título que recibió un Mendoza fue el de Señor de Vizcaya, título que hoy ostena el Rey de España.

Pero fue con el reinado de Isabel I de Castilla (la Católica) cuando la familia Mendoza ostentó mayor poder, desde entonces siempre en disputa de los favores reales con otra de las grandes familias nobiliarias castellanas, los duques de Alba (éstos sí te suenan mucho, a que sí). Tanto poder, como que a Pedro González de Mendoza, el Cardenal Mendoza (el que está petrificado frente a la fachada de este palacio y uno de los mayores veletas de la Historia) decían 'Tercer Rey' por su influencia y su inmenso poder en las cortes de los Reyes Católicos como consejero mayor de los reinos.
Él mismo intercedió para que en 1475, Isabel I concediese el título de Duque del Infantado a su hermano Diego Hurtado de Mendoza y Suárez de Figueroa (ojo también este apellido para los aficionados a la política de la Restauración y para los fans de Raphael, porque sí, tanto el Conde de Romanones como Natalia Figueroa, la mujer del cantante, son descendientes de este linaje). Suya, con su riqueza, fue la idea de contruir un palacio majestuoso para ponerse a la altura de los reyes, pero fue su hijo, Íñigo de Mendoza y Luna, II duque del Infantado, quien se encargó de contratar a uno de los más afamados arquitectos que había en Europa en ese momento para construir el palacio familiar.

Los diamantes de la fachadaEl palacio tiene el trazo inicial del arquitecto bretón Jean Waz (Juan Guas para los de aquí), que ya había demostrado su maestría en obras de castillos, catedrales y monasterios, como el de San Juan de los Reyes de Toledo, y por las que se ganó el favoritismo de la reina. Fue el artífice de, por ejemplo, la notable portada con los salvajes custodiando el blasón familiar. También de la fachada, a la que coronó con la extraordinaria galería donde también incorporó elementos mudéjares y a la dotó de sus característicos diamantes simétricamente colocados, que también utilizó en el castillo de Manzanares (también de los Mendoza) y después serían replicados por otros arquitectos en obras posteriores como la casa de las Conchas de Salamanca o el Palacio de los Diamantes en Ferrara (Italia). También diseñó el patio central, el llamado patio de los Leones, con dos galerías superpuestas sostenidas por columnas góticas profundamente decoradas y rematadas por una ornamentación de leones y grifos. A todo el conjunto le añadió distintos elementos mudéjares, inspirados en los palacios andalusíes, como por ejemplo en la propia portada del palacio o en las yeserías de la cámara de los escudos de armas, ya desaparecidas en la última guerra civil.
Jean Waz también contó con la colaboración de varios alumnos suyos para el diseño de algunas partes del palacio, como Lorenzo de Trillo, que diseñó la galería del jardín, compuesta por una doble arquería, la inferior bastante más alta que la superior. Precisamente Lorenzo de Trillo fue el alumno aventajado y sucesor de Waz, y le sucedió como maestro de obras de la familia Mendoza. De hecho, fue junto a su otro maestro, Lorenzo Vázquez de Segovia, el primero que se atrevió a diseñar en España siguiendo los nuevos cánones arquitectónicos del Renacimiento italiano.

El resultado fue el palacio más majestuoso que había en toda Europa, digno de reyes y validos que querían asemejarse (como los Mendoza). Hieronymus Münzer lo visitó en la primavera de 1495 con las obras bien avanzadas y lo describió así:

"Creo que en España no existe palacio semejante a éste, por su grandeza y profusa decoración en oro. Es de forma cuadrada y tiene dos claustros superpuestos, adornados con tallas diferentes de leones y grifos en piedra de sillería. Tiene en el centro una fuente monumental y todas las techumbres están resplandecientes de oro y adornos de flores. En cada uno de los cuatro ángulos tiene otras tantas grandes salas, de las cuales dos ya están terminadas. Tanto oro resplandece en sus techumbres que resulta imposible para el que no lo ve. Nos aseguró el alcaide que se podría cumprar un condado con lo que estaba gastado en la edificación de aquel palacio.
En todas las estancias hay cúpulas altísimas, entre las cuales hay una, adornada en todo su derredor con faunos, que es de un precio inestimable. Cada sala tiene unida tres o cuatro cámaras, todas decoradas de diferentes maneras. En una inmensa sala estaban pintados los escudos de todos los antepasados del duque, con sus esposas, así como también el del cardenal, hermano del duque, que había muerto en aquellos días. Nos enseñaron también la caballeriza abovedada, pero sin terminar todavía.
Este palacio se ha construido más para la ostentación que para la utilidad."

Es decir, que los Mendoza querían ser lo más de lo más, y este palacio iba a ser su símbolo de grandeza. Esto de ostentar poder viene de muy lejos y éstos lo querían llevar hasta el extremo. Y este palacio fue el empujón definitivo para que la familia fuese la preferida en la corte castellana y meter la nariz en todos los tejemanejes reales.

Y lo que fue real, tanto como los tejemanejes, fue el oportunismo de la famiglia para asentar ese poder en la corte. Así, fueron protagonistas en las guerras de las Comunidades de Castilla, donde se posicionaron en 1520 en contra de Carlos V de Alemania y en 1522 a favor de Carlos I de España (nótese el sarcasmo). Vamos, unos reales chaqueteros.

Representación teatral de la boda entre Felipe II e Isabel de Valois

Y ya arregladitos con el rey, y de nuevo felices de la mano y comiendo perdices, el cúlmen de su poder en la corte castellana fue la boda del rey Felipe II con su tercera esposa, la finolis francesita de 15 años de edad, Isabel de Valois, hija del rey de Francia, Enrique II, y de Catalina de Médici. Aunque ya habían celebrado unos meses antes la boda por poderes en París a través de los representantes reales, para el 2 de febrero de 1560 se organizó la boda religiosa en el palacio del Infantado. Allí se conocieron también los contrayentes los tortolitos. Los fastos duraron días, todo a cuenta de la familia Mendoza, por real agasajo.

A los Mendoza les empezó a ir todavía mejor, su posición en la corte era inmejorable y las riquezas se multiplicaron. Y para seguir mostrando su poder, su gran símbolo, su palacio se tendría que renovar con las nuevas modas contructivas venidas de Italia, que ya habían anticipado miembros de la famiglia en el palacio de los Duques de Medinaceli en Cogolludo y en el cercano palacio de Antonio de Mendoza, apenas a 200 metros del palacio familiar; son las dos primeras obras renacentistas realizadas en España.
En 1569, el V duque del Infantado, Íñigo López de Mendoza de la Vega y Luna, contrató a Acacio de Orejón para acometer las obras de reforma que le diesen un nuevo lustre al todavía joven palacio. La reforma se centró sobre todo en tres partes:

  • En la fachada tapó algunos ventanales, abrió otras siguiendo el nuevo estilo renacentista y eliminó el balcón sobre la portada, bajando la posición de los salvajes con el escudo.
  • En el patio de los Leones elevó el suelo creando un acceso a través de una escalinata desde el zaguán y cambió las columnas por otras de orden toscano.
  • Creó el jardín en en lado sur del palacio, destacando una gran fuente con pilón y un laberinto natural, tan de moda en los jardines renacentistas europeos. El actual jardín es una recreación austera de aquél que creó Acacio de Orejón.
  • Algunas de las estancias las decoró con nuevos frescos, para lo que contrató a pintores que estaban por entonces trabajando en el monasterio de El Escorial al servicio del rey, como Romolo Cincinato. 

Tanto adecuarse a las nuevas modas, pero la reforma del palacio, en términos generales, resultó bastante fallida: le quitó esplendor y algunos de los nuevos elementos renacentistas resultaron un pastiche frente a los recargados elementos góticos, sobre todo en la fachada y el patio. La avaricia rompe el saco, amigo V duque.

La vida siguió en la "corte" mendocina, a sus anchas, con sus altibajos, sus disputas con los Alba, sus negocios en La Alcarria y sus quehaceres en la corte real. Mientras no se sabía si iban a reinar habsburgos o borbones, Juan de Dios Silva y Mendoza, el X duque del Infantado, se hizo el 'Suiza' en la guerra, pero ayudando a unos u otros en alguna cosilla según le convenía en cada momento, hasta que en 1701, siguiendo la tradición mendocina de cambiarse la camisa si se llena mucho de barro, juró lealtad a Felipe V, le reverenció hasta casi romperse el cuello y le puso todos sus bienes y atributos a su disposición. El Borbón le agradeció su gesto con su boda con Isabel de Farnesio en el palacio del Infantado en 1714 y con la instalación de la Real Fábrica de Paños justo en frente del palacio del Infantado, en el palacio de Montesclaros (que ocupaba lo que hoy el solar al otro lado de la calle) y en el viejo Alcázar; fue un buen negocio para los duques del Infantado y para la ciudad de Guadalajara, que ya por entonces llevaban tiempo entreviendo la decadencia económica.

La hija de Juan de Dios, María Francisca de Silva Hurtado de Mendoza, no comulgó mucho con aquellos franceses de la Borgoña, y cuando recibió el ducado del Infantado a la muerte de su padre hizo todo lo posible para que su amiguísima Mariana de Neoburgo, la viuda del "hechizado" Carlos II, pudiese volver a España y la dio alojamiento en el palacio hasta su muerte.
María Francisca tuvo que disputar toda su vida por el ducado con sus hermanos, sobre todo a raiz de su posicionamiento austracista. Supuso el comienzo de la decadencia familiar en la corte.

Fue el hijo de ésta, Pedro de Alcántara Álvarez de Toledo y Silva Mendoza, XII duque del Infantado, decidió ir abandonando el palacio familiar y trasladar la casa de Mendoza a Madrid. Allí fue un militar muy leal al rey (como cabía esperar) Carlos III y se relacionó con nobleza extranjera, de tal manera que se casó con una hija del príncipe de Salm-Salm, uno de tantos principados del Sacro Impero Romano germánico. Aunque él fue enterrado en Guadalajara tras su muerte en Alemania, su hijo Pedro Alcántara Álvcarez de Toledo y Salm-Salm ya nació en Madrid.

El palacio del Infantado fue utilizándose más bien para estancias esporádicas o para agasajar al personal con la riqueza familiar (vamos, para presumir). También lo ofreció a autoridades que así lo necesitasen mientras la familia no lo ocupase (que ya más bien eran pocas veces). Por ejemplo, fue la residencia del gobernador de Guadalajara durante el reinado de José Bonaparte. En 1811 el cargo, y su espacio en el palacio, lo ocupó Joseph Léopold Sigisbert Hugo, que trajo consigo a su familia, entre ellos un chavalín de 9 años llamado Víctor, Víctor Hugo, el que cincuenta años más tardes publicaría una novelita llamada Los Miserables. No sé si le influyó mucho en su obra vivir unos meses en el palacio del Infantado de Guadalajara, pero ahí queda la anécdota.

En 1878, el XV duque del Infantado, Mariano Téllez-Girón, cedió por 375.000 pesetas el palacio al Ministerio de Guerra para que estableciera allí el Colegio de Huérfanos de Guerra. Hay que tener en cuenta que Guadalajara es por entonces una ciudad militarizada, y los huérfanos con las guerras de África eran bastantes. Como el edificio fue tasado por 750.000 pesetas, se reservó el derecho de volver cuando el ministerio lo dejase y el duque correspondiente lo considerase.

El Palacio del Infantado tras el bombardeo del 6 de diciembre de 1936
El palacio destruido tras el bombardeo fascista en 1936

Siguió funcionando como colegio de huérfanos hasta la guerra civil. El 6 de diciembre de 1936, la aviación fascista, por orden del futuro dictador Francisco Franco, sin distinguir objetivos civiles de militares, bombardeó la ciudad. El bombardeo alcanzó de lleno el palacio del Infantado, que lo dejó destruido. Se perdió buena parte de la fachada y el patio de los Leones, pero sobre todo el salón de armas, que contenía una de las mejores yeserías del mundo, perdidas ya para siempre.

En 1948 se aprobó el proyecto de recosntrucción del palacio del Infantado y el 1950 comenzaron las obras, que se llevaron a cabo durante trece años. Las obras eliminaron algunos elementos añadidos por el V duque, tratando de dejarlo como debió ser a finales del siglo XV, lo que llevó a fuertes críticas entre los historiadores y arquitectos de la época.

En 1973 por fin se reinaguró la actividad del palacio instalándose allí el Museo Provincial de Guadalajara, que hasta entonces se encontraba en el palacio de la Diputación, y poco después la Biblioteca Pública y el Archivo Histórico Provincial. Hace unos años, estas dos últimas instituciones encontraron nuevas sedes y en el palacio del Infantado hoy todavía acoge el museo provincial y trata de reencontrar un nuevo esplendor con proyectos museísticos. Claro, si lo permite la actual duquesa del Infantado, la insigne escritora Almudena de Arteaga, que ahora le ha dado por querer tener un pisito de 400 m2 en el palacio, que considerará acorde de su ilustre figura. Eso, o los dinerillos que podría reportartla. Pero eso es historia que se irá viendo.

 

Te doy la bienvenida al palacio del Infantado, joya arquitectónica de la ciudad de Guadalajara y mejor ejemplo de palacio gótico que hay en la Península Ibérica. Disfruta de ello.


El museo provincial

 

Dentro del palacio se encuentra el Museo Provincial de Guadalajara. Inaugurado en 1838, es el museo provincial más antiguo de España.

Sus colecciones se dividen en tres secciones: Bellas Artes, Arqueología y Etnografía, que se presentan conjuntamente de forma novedosa en su área de exposición permanente, que con el nombre de “Tránsitos” propone un recorrido de carácter antropológico que incide en las ideas de vida, muerte y religiosidad de las culturas que han poblado Guadalajara desde el paleolítico hasta el siglo XX. Obras de Alonso Cano, Ribera, Carreño o La Roldana, restos celtibéricos y medievales, entre otros, y objetos de cultura popular van ilustrando el tránsito de las diferentes culturas por la provincia.

Abre de martes a domingo en horario de 10:00 a 14:00 y de 16:00 a 19:00 (verano sólo de mañanas). La entrada general al museo cuesta 3 € y la reducida 1,5 €, aunque es gratuita todas las tardes, los sábados y los domingos.


Para firmar el caché...

...tendrás que localizar en el patio de los Leones, justo en las coordenadas publicadas, un león con una actitud muy especial, mostrando una alegría desmedida laugh. Publica en el registro una foto donde aparezcas tú, tu nick o tu GPS con las coordenadas debajo de este lujurioso félido.

[Todo registro que no cumpla esto será eliminado sin previo aviso. Mira bien el horario para poder acceder, incluso consúltalo en fuentes oficiales antes de acudir porque puede cambiar]

 


 

Virtual Rewards 2.0 - 2019-2021

This Virtual Cache is part of a limited release of Virtuals created between June 4, 2019 and December 31, 2021. Only 4,000 cache owners were given the opportunity to hide a Virtual Cache. Learn more about Virtual Rewards 2.0 on the Geocaching Blog.

Additional Hints (Decrypt)

Sbgb fcbvyre qry yróa

Decryption Key

A|B|C|D|E|F|G|H|I|J|K|L|M
-------------------------
N|O|P|Q|R|S|T|U|V|W|X|Y|Z

(letter above equals below, and vice versa)