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El Doblete Mystery Cache

Hidden : 7/9/2020
Difficulty:
3.5 out of 5
Terrain:
1.5 out of 5

Size: Size:   micro (micro)

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Geocache Description:


 

Corría el verano de 1995 y el Atleti, que había eludido el descenso en la última jornada empatando en el Sánchez Pizjuán gracias a dos goles de Simeone, encaraba una nueva temporada como lo estaba haciendo desde que Jesús Gil llegó a la presidencia del club allá por 1987: con multitud de bajas, multitud de caras nuevas y, como no, un nuevo entrenador. Radomir Antic se convertía en el nuevo inquilino de un banquillo que fagocitaba entrenadores a la velocidad del sonido conforme a las idas y venidas del ínclito Jesús Gil. Un año más nos disponíamos a ser campeones de todo en agosto y a estar instalados en la nada en octubre. Afortunadamente, el destino nos tenía preparado algo muy distinto esta vez.

Uno de los culebrones de ese verano a orillas del Manzanares fue la intensa tentativa de Antic por intentar traerse a Robert Prosinecki, cedido en el Oviedo por el Real Madrid. Prosinecki fue contratado por nuestros vecinos en 1991 después de haberse proclamado campeón de Europa con aquel Estrella Roja de Belgrado, junto a jugadores de la talla de Dejan Savicevic o Darko Pancev. Llegó como estrella mundial y con una proyección aparentemente imparable, pero resultó uno de los mayores fiascos que se recuerdan. Después de infinidad de lesiones musculares y de su inadaptación al club, fue cedido al Real Oviedo, donde coincidió precisamente con Radomir Antic. Cuando se había acordado por todas las partes su traspaso al Atleti, el Barça se entrometió, le ofreció más dinero y Robert acabó tomando el puente aéreo hacia la ciudad condal. No pudo hacernos mayor favor.

Una vez frustrado su fichaje, Antic se empeño en la contratación de un desconocido Milinko Pantic, que por aquel entonces militaba en el Panionios griego y que contaba ya con 28 años. Tal fue su insistencia que incluso ofreció la posibilidad de financiar él mismo parte del fichaje con tal de poder contar con él. En ese momento todos nos echamos las manos a la cabeza acordándonos de jugadores más o menos exóticos que habían pasado por el Calderón en los últimos años con resultado ciertamente funesto. Gente como Moacir, Palinha, Tren Valencia, Kosecki o Dobrowolski habían colmado sobradamente el cupo de medianías que habían desfilado por la plantilla recientemente y el bueno de Radomir nos quería colar a un amiguete suyo para engrosar la lista. Rápidamente nos tuvimos que comer todos nuestros pensamientos y nuestras palabras. Nada más aterrizar de Grecia en los primeros torneos de agosto comenzó a impartir un máster de cómo pegarle al balón en cualquier jugada a balón parado. El tipo tenía un guante en su pierna derecha. Personalmente yo no he visto semejante lanzador en todos los años de mi existencia. La ponía en el lugar que quería. Pero no solo eso, sin ser fuerte ni especialmente rápido era un futbolista con mayúsculas. De tres cuartos de cancha para arriba, que era por donde el desarrollaba su juego, era peligrosísimo, tanto a la hora de filtrar el balón a los delanteros como por su disparo y su llegada a portería desde segunda línea. Aún hoy le doy las gracias a Prosinecki por preferir al Barça. Lo cierto es que salimos ganando por partida doble. Fue, sin duda, el fichaje más rentable de la historia reciente del Atlético de Madrid. Otras de las caras nuevas en ese verano fueron Lubo Penev, que hasta entonces había sido la estrella del Valencia, Molina y Santi Denia, que habían venido del Albacete después de encajar cinco goles en la promoción de ascenso/descenso, el uruguayo Fernando el Petete Correa, Roberto Fresnedoso y el argentino Leonardo Biagini.

El mes de agosto siguió transcurriendo y el equipo seguía ganando todos los torneos en los que participaba jugando además de manera espectacular, lo cual no era una novedad, ya que todos los meses de agosto parecía que nos íbamos a comer el mundo y en septiembre el entrenador y la mitad de la plantilla ya estaba en la cuerda floja. Nuestras dudas parecieron confirmarse en el primer partido de Liga jugado en el Calderón ante la Real Sociedad. Mediada la primera parte Karpin puso el 0-1 en lo que parecía una película que ya habíamos visto antes. Nada más lejos de la realidad. Pantic puso el 1-1 tras lanzamiento de falta y, ya en la segunda parte, Penev (2) y el Cholo Simeone pusieron el 4-1 definitivo. Con todo y eso, era el primer partido de la primera Liga de 3 puntos de la historia y las experiencias anteriores no invitaban a ser demasiado optimista. No obstante, pasaban las semanas y partido a partido, el equipo seguía ganando, ganando, ganando y volviendo a ganar, perdiendo únicamente en las visitas al Bernabéu y al Villamarín, y ganando al Barça 3-1 en el Calderón en un partido memorable, con goles de Penev (2) y Caminero. Finalizaba la primera vuelta y el Atleti era campeón de invierno con 7 puntos de ventaja sobre el segundo, un sorprendente Compostela, 10 sobre el Barça y 13 sobre el Real Madrid. También había eliminado sucesivamente en Copa del Rey a Almería, Betis y Tenerife, antes de tener que enfrentarse al, por aquel entonces, Valencia de Luis Aragonés en semifinales. El encuentro de ida fue posiblemente el mejor partido de ese Atleti en toda la temporada en un colosal intercambio de golpes entre dos equipos volcados al ataque desde el principio. Pantic, por partida doble, Biagini, Juan Carlos y Roberto Fresnedoso remontaron el 2-0 inicial del Valencia. La vuelta en el Calderón tuvo mucho menos historia, cerrándose con un 1-1 el pase definitivo a la final del Atlético de Madrid. El posible doblete iba tomando forma. Terminado el mes de febrero, éramos líderes indiscutibles con 8 puntos de ventaja sobre el Barcelona y finalistas de Copa.

 

 

No obstante, fieles a nuestro sino y nuestra historia, no todo iba a ser un camino de rosas. Llegó el mes de marzo y con él un bajón de juego. Empezaban a pesar las piernas y la cabeza en una plantilla corta de efectivos en la que había un once titular que nos conocíamos de memoria, a los que se añadían únicamente 3 ó 4 cuatro recambios. Las derrotas en casa ante Valladolid y Real Madrid despertaron dudas entre jugadores y afición justo antes del tramo final de Liga y de la final de Copa ante el Barça, el 10 de abril de 1996.

Y llegó ese día, en el que en coche, en autocar o en tren, nos dispusimos a viajar a Zaragoza, a la Romareda, con el triste recuerdo de la final disputada en 1987 ante la Real Sociedad y que se perdió en una tanda de penalties a la que nunca se debió llegar por culpa del árbitro Joaquín Ramos Marcos. Pero esto era otra historia. Todos teníamos el pensamiento de que cualquier opción de ganar la Liga pasaba también por ganar la final de Copa. Se llegaba a esa final con solamente 3 puntos de ventaja frente al rival en la final y 6 sobre el Valencia. Fue un partido muy táctico, sin ocasiones. Con más miedo de conceder atrás que de buscar la portería contraria. Así, fueron transcurriendo los minutos hasta que llegó la prórroga y se precipitaron los acontecimientos. Un remate al larguero de Jordi Cruyff nos encogió el corazón a todos. Después, llegó un momento clave. Guardiola se lesiona y el Barça ya ha hecho los tres cambios. Pep sigue en el campo, cojo y pegado a una banda para hacer bulto. Poco después, ya en la segunda parte de la prórroga, la jugada grabada en la mente como si hubiese sido ayer. El balón llega a Roberto que, presionado por dos jugadores, descarga a la derecha aprovechando la subida de Geli. Llega a línea de fondo, centra y desde atrás llega Pantic para rematar de cabeza al otro palo. Gol. Explosión. Locura. Pantic se quita la camiseta a medias. El único gol de cabeza de su carrera y levantamos la Copa. Un 10 de abril, como en Glasgow. Como en el Calderón frente a Independiente en la Intercontinental. Bendito 10 de abril. Lo primero ya estaba hecho. Faltaba lo segundo. Mes y medio de Liga por delante para seguir remando y rematar la gesta. El famoso último tercio de Luis, que ahora amenazaba desde Valencia.

Diez días después, el Atleti se enfrenta de nuevo al Barça, esta vez en el Camp Nou. Exigua ventaja de tres puntos. Un partido que puede valer una Liga. Al poco de empezar, una jugada, un regate para la historia. De esos que por más que pase el tiempo y por más veces que lo veas nunca te cansas de verlos. Caminero en la banda izquierda de espaldas. Nadal encima de él. Como mucho va a poder forzar un saque de banda. Lo más razonable es dar el balón atrás y empezar de nuevo. Pero no. Amaga hacia fuera. Nadal va… Caminero no. Se va hacia dentro y de repente Nadal ya no está. Un agujero negro lo ha absorbido. Ha desaparecido. No existe nadie más que Caminero que vuela hacia el área y ve a Roberto. El único capaz de seguirle. 0-1. El Barça agobia, asedia, bombardea. 1-1. Sigue atacando, torpedeando. Sobrevivimos y llega el descanso. A partir de ahí, un equipo campeón borra al Barça del césped. 1-2 en un disparo de Vizcaíno que no acierta a atajar Carlos Busquets, padre del actual Sergio, y 1-3 en una contra mortal rematada por Leo Biagini. Media Liga en el bolsillo, pensábamos. Sin embargo, eso no hubiera sido fiel a nuestra historia. Llega Luis con el Valencia al Calderón y, ni el rutinario golazo espectacular de falta de Pantic ni el marcado por Geli en una arrancada de fe, fueron suficientes para, siquiera, empatar el partido. Volvíamos a tener al Barça a tres puntos y al Valencia ahora a cuatro. Tocaba seguir remando con cuatro jornadas por delante. La primera se solventa sin problema. El Barça se descuelga con un empate en casa. El Valencia sigue. Faltan tres partidos. El primero en casa contra el Salamanca, que no se juega nada. Kiko marca en la primera parte. Parece que va a ser un partido plácido. Ay, amigos. Esto es el Atleti. Empata el Salamanca. Falta menos de media hora. Faltan un cuarto de hora. Faltan diez minutos. Ay, madre. Balón desesperado a Kiko. Faltan cinco minutos. Lo baja en la frontal, se gira, dispara, el balón va a cámara lenta. Gol, gol, gooool. Ha entrado. Kiko sale corriendo resoplando todos le siguen corriendo. Simeone enloquecido. Ya solo faltan dos partidos. Seis puntos en juego y cuatro de ventaja. En Tenerife podemos ser campeones. Partido horroroso. Estamos atenazados. Marca el Tenerife. Aguilera, colchonero de corazón, se encuentra con un balón a puerta vacía para el 2-0… Ya sí que sí. Pero no. Lo tira fuera. Le ha traicionado el corazón. Era imposible tirarlo fuera. Nos ha perdonado. Llega la última jugada del partido. Córner a favor, lo lanza, como no Pantic, El balón lo remata Biagini, rebota en una espalda tinerfeña y entra. No se sabe cómo, pero entra. Simeone corre enloquecido una vez más. No sería la última. Ahora sí, media Liga estaba en el bolsillo, a pesar de la victoria del Valencia. La ventaja se reducía a dos puntos pero faltaba únicamente un partido en casa ante el Albacete.

Y llegó el día D. Era un 25 de mayo. El verano se había adelantado a la capital y un sol de justicia nos iba cayendo por el Paseo de los Melancólicos. Únicamente hacía falta un punto para ser campeones, pero todos desconfiábamos. Recientemente estábamos sufriendo mucho para sacar los partidos de casa, especialmente ante equipos modestos, y nadie quería lanzar las campanas al vuelo, intuyendo además que el Albacete podría tener motivaciones extra en forma de maletín. Todo fue una auténtica incertidumbre hasta la jugada de fantasía que nos llevó hasta la gloria: Saque de portería por parte de José Francisco Molina hacia la demarcación de Juan Vizcaíno, que tras controlar la bola y a bote pronto lanza un zapatazo hacia la frontal del área donde el balón es controlado por Lubo Penev, que de espaldas a portería ve la incorporación por la banda de Roberto Solozábal al que cede el balón; este lo pone al primer toque en el centro del área, y tras una cadena de fallos de la defensa del Albacete, el balón queda muerto a la altura del punto de penalty, donde un escurridizo Milinko Pantic aparece de la nada y logra batir de tiro raso al cancerbero manchego para poner el definitivo 1-0 en el marcador. Ahora sí. Ya nadie nos lo podía quitar. Muchos nos disponíamos a disfrutar de nuestra primera Liga en vivo tras haber transcurrido nada menos que 19 años desde la última. Nadie iba a evitar ya que ese 25 de mayo quedara grabado en nuestra memoria y en nuestros corazones para siempre. El resto del partido continuó siendo un total bombardeo sobre la portería del Albacete y únicamente Plotnikov evitó que la goleada fuese escandalosa. Así fueron transcurriendo los minutos hasta que Díaz Vega pitó el final y llegó la explosión de júbilo en el Calderón. Aún recuerdo a Kiko subido al larguero de la portería del Fondo Sur con una camiseta de Bart Simpson, a Solozábal cortando la red, a Caminero y a Toni llevando la sempiterna pancarta que decía «este año sí». Por fin, ese año sí. Ese equipo inolvidable comandado por Radomir Antic. Molina, Geli, Toni, Solozábal, Santi, Caminero, Vizcaíno, Simeone, Pantic, Kiko y Penev era el once titular fijo, pero no menos importantes fueron Juanma López, Juan Carlos, Roberto Fresnedoso, Pirri y Biagini, decisivos en muchísimos momentos de esa temporada. Mención especial también para un veterano como Tomás Reñones, capitán de aquel equipo y ya mucho menos protagonista en lo futbolístico debido al paso del tiempo, pero representante de aquella generación de los Futre, Manolo, Abel o Baltazar, que nunca pudieron levantar una Liga.

 

 

Fue como un sueño. Ninguno nos queríamos ir de allí, no fuera que nos despertáramos de golpe. El Atleti campeón de Liga en el Calderón en la última jornada. Fiel a su estilo de solidaridad, sacrificio y grupo sin fisuras que iba a la guerra como uno solo. Aún parece un sueño, pero no… fue una hermosa realidad.

Fuente: Recuerdos del Calderón II.

 

N 40 27.XXX W 003 36.XXX

 

 

¡Feliz geocaching!

 

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