La obsolescencia programada es la determinación o programación del fin de la vida útil de un producto, de modo que, tras un período de tiempo calculado de antemano por el fabricante o por la empresa durante la fase de diseño de dicho producto, este se haga obsoleto, no funcional, inútil o inservible.
El potencial de la obsolescencia programada es considerable y cuantificable. Es altamente beneficioso para el fabricante, dado que en algún momento fallará el producto y obligará al consumidor a que adquiera otro más satisfactorio, ya sea del mismo productor —mediante adquisición de una pieza para arreglar el viejo producto o por compra de un modelo más nuevo—, o de un competidor, factor decisivo también previsto en el proceso de obsolescencia programada.
Para la industria, esta actitud estimula positivamente la demanda al alentar a los consumidores a comprar nuevos productos de un modo artificialmente acelerado si desean seguir utilizándolos.
Teóricamente el mercado, mediante la libre competencia, debería producir los bienes de la más alta calidad para el consumidor al menor costo posible en el largo plazo. Sin embargo, existe una contradicción intrínseca en este concepto, puesto que el mercado requiere que el productor, con el fin de mantenerse competitivo, disminuya sus costos en todas las fases del proceso de producción.
¡¡No a la obsolescencia programada!!