EN BUSCA DE PALAFOX
Conocidos los sucesos de Madrid y la situación del rey en Bayona, el pueblo zaragozano se amotina el 24 de mayo de 1808. Los sublevados se dirigen a la capitanía general para deponer al General Guillelmi, de carácter afrancesado, y obtener las armas que se encuentran en el castillo de La Aljafería. Ante la falta de líder, el pueblo se limita a esperar las decisiones de la Junta.
El día 25, unos militares y algunos paisanos dan a conocer la presencia del general Palafox en el palacio de los marqueses de Ayerbe en La Alfranca, donde se ha refugiado tras huir de Bayona. Sin perder tiempo, Jorge Ibor, conocido como “tío Jorge”, al frente de algunos milicianos va en su busca y lo acompaña a Zaragoza para ser nombrado Capitán General.
Esta serie recuerda el itinerario seguido por el pueblo zaragozano aquel 25 de mayo de 1808.
Sirva de homenaje a todos los Defensores de la Siempre Heróica e Inmortal Ciudad Zaragoza, representados por algunos de los más conocidos.
LA RUTA
La ruta tiene una longitud de cerca de 16 kilómetros, solo ida. Discurre por un terreno llano. Se puede hacer en 4 horas caminando o 2 horas en bicicleta, más el tiempo dedicado a buscar cachés. No permite el uso de vehículos a motor.
Hay diversas zonas de descanso y algunas áreas donde es posible llegar con vehículo a motor. Es posible emplear el autobús interurbano entre Pastriz y Zaragoza.
CASTA
ÁLVAREZ
Nació en Orán (Argelia) en
1786, hija de labradores, naturales de un pueblo de la provincia de Zaragoza.
Destacó en los asedios a
sus 22 años de edad, por su patriotismo y valor, acompañando a los defensores
en la batería de cañones de puerta Sancho y en los combates del barrio del
Arrabal, armada de una bayoneta sujeta al extremo del hombro a modo de lanza, en ocasiones amenazante hacia
los franceses.
El general Palafox la
condecoró con el escudo de los defensores y el rey Fernando VII le concedió una
pensión de cuatro reales diarios en 1815.
Una vez terminados los
asedios, sus padres se negaron a vivir en Zaragoza bajo el dominio de los
franceses marchándose a Cabañas de Ebro, donde Casta Álvarez casó en 1814 con
un acomodado labrador. Viuda y sola, pasó los últimos años de su vida olvidada
de todos, falleciendo el 29 de abril de
1846 a los 60 años de edad. Para el centenario de los sitios en 1908 su cuerpo
fue desenterrado y conducido a la iglesia del Portillo en Zaragoza, donde
reposa junto a los restos de Agustina de Aragón y Manuela Sancho.
En el Ayuntamiento de esta
ciudad hay un cuadro de ella pintado por Unceta, que decora el salón de
sesiones.