Situado sobre el embarcadero de lo que fue el Club Náutico de Ribela hay un promontorio delimitado por un meandro abandonado del río Miño. Esta pequeña elevación acogía los restos de antiguas terrazas fluviales, hoy meramente testimoniales a causa de la actividad minera de la época romana.
Estas denominadas terrazas fluviales proceden de cauces que fueron abandonados a medida que se encajaba el río que las originaba. Las terrazas en las que se encuentra el yacimiento de Ribela están formadas por cantos, gravas, arenas, limos y arcillas de edad holocena.
La presencia de oro en estos sedimentos se debe a que el río Sil, afluente del Miño, atraviesa zonas con gran cantidad de oro en primario, es decir, presente en diques de cuarzo. Al erosionarse estos diques el oro termina en la red fluvial y acaba acumulándose en los sedimentos fluviales. La concentración de oro en estas terrazas es unas diez veces mayor que en las rocas de las que procede, por esa causa fueron buscadas y desmanteladas por los romanos.
La estructura de este tipo de minas es muy sencilla y característica, tratándose de grandes socavones separados por los montones de cantos rodados (murias) que componen los estériles de la mina. La Mina de O Ludeiro cuenta básicamente con un socavón, digamos principal, que presenta en algunas zonas más de 4 metros de desnivel con relación a la cota más elevada que se puede apreciar en este momento. No obstante el perfil alomado del promontorio indica un rebaje de mayor entidad que quizás podría incluso doblar la altura conservada, constituyendo en origen un depósito de material procesable que no sería inferior a los 100.000 metros cúbicos.
El sistema de trabajo en todos estos yacimientos al aire libre parece haber sido extraordinariamente simple al requerir solamente procesos elementales de excavación, selección de los materiales más bastos o pesados (que en este caso al tratarse de cantos rodados facilitan las labores de selección), cribado de las gravas y cantos menudos y, finalmente, tratamiento de las arenas, limos y arcillas resultantes con el uso indispensable de agua al final del proceso. Este lavado final consistiría en separar el oro que por su densidad se depositaría en el fondo de los recipientes utilizados para el bateo, al ofrecer más resistencia al arrastre que otros materiales más ligeros.
Como en otros casos, al tratarse de explotaciones ubicadas en lugares elevados, el aporte de agua tendría que solucionarse mediante conducciones de cierta complejidad, aunque insistimos en la poca cantidad de agua que precisarían estos trabajos, pues al contrario que la técnica de ruina montium, aquí no se usaba como fuerza erosiva o explosiva por golpe hidráulico para romper los frentes de mina, si no que únicamente la utilizaban en el lavado final de los materiales finos. Aunque la explotación de Ribela cuenta con accesos o “canales” practicados en dos o quizás tres lugares (ya que hay un camino reciente que se adentra en el lugar y parece aprovechar una vía ya existente) debemos apreciar estos elementos como espacios de entrada y salida de la mina o como drenajes pluviales para evitar el eventual encharcamiento del complejo minero, pero no como parte de una red hidráulica que condicionaría la técnica de trabajo. La presencia del Embalse de Velle altera la percepción del conjunto al mismo tiempo que oculta las posibles zonas de procesado del mineral, que razonablemente se localizarían a orillas del Miño y por lo tanto al sur del promontorio excavado
En general la conservación del yacimiento es muy buena ya que, como se ha observado en otras minas de este tipo, las áreas explotadas resultan inútiles para cualquier aprovechamiento agrícola al carecer de tierra fértil, eliminada por las labores mineras, y abundar en piedras como resultado del proceso de selección de las tierras y arenas susceptibles de aprovechamiento. De modo que al perfil irregular que muestra el terreno se une una potente concentración de cantos rodados que puede alcanzar incluso varios metros de espesor.
Al afinar su cronología se carece de referencias fiables sobre el poblamiento romano en el área más próxima, por lo cual y basándose en otras explotaciones tenemos que referenciar esta explotación minera entre los amplios márgenes que se consideran habitualmente para el mundo galaico-romano pleno, es decir entre los siglos I y IV.
Fuente: https://geologiagalicia.blogspot.com/2019/07/mina-de-oro-romana-en-ribela-coles.html