Parte 2 de Microrrelatos v.1
Por increible que pudiera parecer, estaba vivo. La caída había sido fuerte, se había roto, que él se hubiese dado cuenta, al menos tres costillas y sentía mucho dolor en la espalda, aunque las piernas las podía mover, así que pensó que no era nada grave. Todo estaba oscuro, solo veía un punto de luz arriba del todo, pero en su estado, se veía incapaz de moverse. Palpó con sus manos heladas el movil que tenía en el bolsillo, lo sacó y observó con un halo de desesperanza que no tenía señal. No sabía donde estaba, pero si sabía una cosa, nadie sabía sabía su `paradero, no le dijo a nadie donde iba y por ende, nadie lo encontraría jamás.
Agente especial Oleksandr Ruslov, casado con Katya Ruslova desde hace dos años y medio. Ella, antigua analista del ya extinto KGB y él agente del FSB. Ambos hacían una pareja peculiar, apenas se veían todos los días, de hecho hacía más de tres días que Katy no veía a Olek y aunque ella sabía que una ausencia tan prolongada es normal, nunca deja de preocuparse por él. Esta vez ya nunca volverá a ver a su marido, él, yace muerto, con 3 tiros en el pecho.
A partir de 1945, después de un drama atroz, las fuerzas presentes en el Consejo de la resistencia emprendieron una ambiciosa resurrección. Recordémoslo, fue entonces cuando se creó la Seguridad Social tal y como quería la resistencia. Un plan completo de Seguridad Social cuyo objetivo sea garantizar a todos los ciudadanos los medios de subsistencia, en todos aquellos casos en los que no puedan procurárselos a través del trabajo, una jubilación que permita a los ancianos trabajadores vivir sus últimos días con dignidad.
Era como una amputación. Le habían arrebatado su ciencia, su trabajo. Ahora no sabía que hacer con su propia persona, no sabía adónde ir. Durante once años había sido una científica: como estudiante de bachillerato, de licenciatura, de doctorado, como alumna postdoctoral y como profesora adjunta. Ahora, de pronto, no era nada.
A su padre le gustaban mucho las historias de miedo y terror, él solía contarle la historia del "Hombre del Saco" o solía hablarle de "Jack el Destripador". Siempre, antes de irse a dormir, solía ponerse en su sillón preferido a leer un libro de lo que él llamaba, "de policias". Lo echaba mucho de menos, nadie se podía hacer una idea de cuanto. Una enfermedad terminal llegó a su vida y tal y como llegó, se fue, no sin antes llevarselo por delante.
Alguien golpea a Artyom en la espalda con la culata de un fusil, y este empieza a caminar más rápido, y el atareado destacamento que ha ido a cegar el túnel se queda atrás. Los latigos cortan el aire, millones de vatios de linternas potentes iluminan a la multitud que se adentra tambaleante en la negrura y arrojan sombras largas y encorvadas sobre los húmedos travesaños. Un estentóreo altavoz los hace avanzar.
Lee Kinney salió de la pequeña casa adosada donde aún vivía con su madre y contempló la calle principal cubierta con un manto de nieve. Sacó su paquete de cigarrillos de los pantalones del chandal y encendió uno. Había nevado todo el fin de semana y seguía cayendo nieve todavía, lo que purificaba el revoltijo de pisadas en la nieve. Llegó a la estación de Forrest Hill, al pie de la colina. Al lado de esta había un pequeño comercio regentado por una familia de muy al este de Europa, en su entrada podía leerse un letrero que rezaba: "Vodka a mitad de precio". Pero hoy no le apetecía comprar. Giró la calle y se encontró con un coche sin ruedas, en su interior yacía el cuerpo de una chica, a la que después identificarían como Andrea Douglas-Brown.
Edward Hinde se sorprendió cuando los guardias fueron a buscarlo a su celda, poco antes de las seis y media. Nunca pasaba nada despues de la seis, que era la hora de la cena. Tenía veinte minutos para cenar, después acudían a recorgerle la bandeja y a continuación se quedaba solo hasta las seis y media de la mañana del día siguiente, cuando tenía que levantarse. Eran doce horas a solas con sus libros y sus pensamientos. Todos los días, laborables y festivos. Horas vacías que con los años se habían convertido en la mitad de su vida. Pero todo iba a cambiar el día en el que el inspector de la Metropolitana de Estocolmo, Anders Zemlinskis, entró a la sala de interrogatorios de la prisión de Österåker.
La vida, da muchas vueltas. Que se lo digan si no a su madre, que tras haber superado un cáncer de mama, había tenido un accidente mortal con la picadora de hielo. Una muerte sumamente tonta, y es que, a Donald le pareció tan ridícula que cuando el agente de policía que fue a comunicarle la muerte llegó a su casa, no podía creerselo. Donald y su madre nunca habían estado muy unidos, pero su muerte le afectó de una forma que jamás pensó que podría darse. Pero así fue, la vida da muchas vueltas.
Amanece un día soleado en San Petersburgo, como de costumbre, Alin había dormido en la que ya parecía su segunda casa, la de Anya que en pocos meses había pasado de ser una completa desconocida para él, a una de las mejores personas que había conocido jamás. Por eso, no se podía explicar, como el cadaver de su hasta esta noche vivaracha novia, yacía en la cama, abierto en canal y con una bolsa de papel con una cara triste dibujada en la cabeza.
Leyendo y releyendo este parrafo te vas a dar cuenta de una cosa, una cosa de la que nunca sospechaste qué pudiera ser cierta, una cosa que cuando la descubras, quedarás completamente asombrado, a la par que horrorizado, y es que, amigo geocacher, a veces las palabras dicen muchisimas cosas menos que los actos de una persona.
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¿Cual es su primera parada tras salir de su hogar?
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