Con el paso de los años y la llegada de la democracia, se convirtió en
un cuartel en el que los jóvenes eran enviados para hacer el
servicio militar, gente destinada aquí comentaba que algo extraño
había en esos túneles, algunas noches escuchaban murmullos,
alaridos y gritos de desesperación, pocos de estos soldados estaban
a gusto allí dentro.
La verdad hay que armarse de valor para
meterse por ese agujero tan estrecho y sobre el cual solo se puede
apreciar un silencio desgarrador y oscuridad. Una vez dentro y
profundizando en el primer pasillo la tensión se hace notar, quizás
porque se entra algo sugestionado por los rumores que a nuestros
oídos habían llegado. Seguimos adelante a través de pasillos
interminables llenos de pintadas, firmas, versos, algunos románticos
otros satánicos, dibujos de monstruos y otro tipo de pintadas
políticas, habitaciones a ambos lados, bifurcaciones hacia otros
túneles, escaleras y vías por las que trasladaban la munición en carritos.
Dentro del bunker existen algunos portales de hierro, no
se sabe exactamente con que función se colocaron ahí, el caso es
que estando en el ultimo nivel del bunker escuchamos ya no solo
ruidos extraños, si no el chirrido de uno de los portales, los
corazones nos empezaron a latir algo mas deprisa, pero quisimos
pensar que todo fue provocado por el viento, que ese día asolaba en
la superficie. En esta parte del trayecto, el olor a tierra y a
humedad se hace patente, como escalafón nos faltaba visitar el
ultimo Vickers, el del nivel superior, así pues volvimos por donde
empezamos, por el camino algunos agujeros, en los que puedes tener
una buena caída, en algunos casos llegan a ser de unos 12 metros.
Antes de llegar a nuestro destino, supongo que producto de la
imaginación, alguno de nosotros vio pasar una sombra en una de las
habitaciones, el resto escuchamos murmullos o eso nos pareció.
Siguiente paso fue dentro de una habitación en una esquina y
bastante escondido un pequeño túnel hacia plantas superiores, con
la escalera rota, suerte que habíamos llevado cuerdas, decidimos
subir, todo esta oxidado, polvo en todas partes, habitáculos
angostos y uno de nosotros que no quiere ni subir el primero, ni
subir el último. Al final entramos en la sala del último de los
cañones, nuestra sorpresa, allí dentro una docena de murciélagos.
Decidimos volver y salimos por la cabina de telemetría, al fin la
luz y de vuelta a casa, y por supuesto la tranquilidad de que todo ha
salido bien.
Mi conclusión final es que hay que tener coraje
para entrar ahí, y por supuesto no tener miedo a la oscuridad y a
los lugares cerrados. Aunque todo lo que vivimos probablemente tenga
una explicación, el ambiente era extraño e inquietante.
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