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En la mitología griega, las
náyades eran las ninfas de los cuerpos de agua dulce
—fuentes, pozos, manantiales, arroyos y riachuelos—,
encarnando la divinidad del curso de agua que habitan, de la misma
forma que los oceánidas eran las personificaciones divinas de los
ríos y algunos espíritus muy antiguos habitaban las aguas
estancadas de los pantanos, estanques y lagunas, como en la Lerna
premicénica de la Argólida.
Aunque las náyades estaban asociadas con
el agua dulce, las oceánides con el agua salada y las nereidas
específicamente con el mar Mediterráneo, había cierto solapamiento
debido a que los griegos pensaban en las aguas del mundo como en un
sistema único, que se filtraba desde el mar a profundos espacios
cavernosos en el seno de la tierra, desde donde subía ya dulce en
filtraciones y manantiales. Aretusa, la ninfa de un manantial,
podía abrirse paso a través de las corrientes subterráneas del
Peloponeso para salir a la superficie en la isla de Sicilia.
En su calidad de ninfas, las
náyades son seres femeninos, dotados de gran longevidad pero
mortales. La esencia de una náyade estaba vinculada a su masa de
agua, de forma que si ésta se secaba, ella moría. Aunque Walter
Burkert señala que «cuando en la Ilíada (xx.4-9) Zeus llama a los
dioses a asamblea en el Monte Olimpo, no son sólo los famosos
olímpicos quienes acuden», sino también todas las ninfas y todos
los ríos; sólo Océano queda en su puesto, los oyentes griegos
reconocían esta imposibilidad como una hipérbole del poeta, que
proclamaba el poder universal de Zeus sobre el mundo natural
antiguos: «la adoración de estas deidades», confirma Burkert, «está
limitada sólo por el hecho de que están inseparablemente
identificadas con una localidad específica».
Todas las fuentes y manantiales
célebres tienen su náyade o su grupo de náyades, normalmente
consideradas hermanas, y su leyenda propia. Eran a menudo el objeto
de cultos locales arcaicos, adoradas como esenciales para la
fertilidad y la vida humana. Los jóvenes que alcanzaban la mayoría
de edad dedicaban sus mechones infantiles a la náyade del manantial
local. Con frecuencia se atribuía a las náyades virtudes curativas:
los enfermos bebían el agua al que estaban asociadas o bien, más
raramente, se bañaban en ellas. Era éste el caso de Lerna, donde
también se ahogaba ritualmente a animales. Los oráculos podían
localizarse junto a antiguas fuentes.
Las náyades también podían ser
peligrosas. En ocasiones, bañarse en sus aguas se consideraba un
sacrilegio y las náyades tomaban represalias contra el ofensor.
Verlas también podía ser motivo de castigo, lo que normalmente
acarreaba como castigo la locura del infortunado testigo. Hilas, un
tripulante del Argo, fue raptado por náyades fascinadas por su
belleza. Las náyades eran también conocidas por sus celos. Teócrito
contaba la historia de los celos de una náyade en la que un pastor,
Dafnis, era el amante de Nomia, a quien fue infiel en varias
ocasiones hasta que ésta en venganza le cegó para
siempre.
Tipos de
Náyades
Creneas o crénides (fuentes)
Heleades (pantanos)
Limnades o limnátides (lagos)
Pegeas (manantiales)
Potámides (ríos)
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